Hell

3

Samanta cerró su taza y la metió en el bolso, se había tomado el tiempo de comer mientras esperaba el autobus sentada en una banqueta. Miró con preocupación el reloj en su muñeca derecha, el transporte no tardaría, pero se le había hecho muy tarde, si el chofer conducía rápido había una pequeña probabilidad de que llegase a tiempo, si no había ningún inconveniente claro esta. Limpió los alrededores de su boca con una servilleta y se retocó rápidamente el fino labial de color melocotón, no había nadie más en el sitio además de ella. Estaba impaciente, cuando llegó el autobus se paró mucho antes de qque siquiera se detuviese y cuando abrió sus puertas lo abordó de manera presurosa, pagó al chofer y tomó asiento junto a una de las ventanas. El autobus tardó menos de lo que esperaba en llegar, agradeció al cielo que no hubiese tráfico ni que el vehículo tuviese alguna falla a medio camino. El sanatorio quedaba en una parte remota y desolada de la ciudad, si habían edifícios y algunas casas, pero era todo muy pacífico a comparación del centro, las zonas altas donde vivían los ricos o los ssubúrbios en donde ella y su familia vivían. 

Al bajarse, se encontró con un edificio enorme, de paredes aconcretadas y grises y numerosas ventanas corredizas de cristales azulados que reflejaban la luz del sol como espejos dándole al edificio un aire majestuoso. Dos leones de piedra resguardaban la escalinata del edificio con postura regia, daba la impresión de mirar y juzgar a todo aquel que se acercara. Al subir, Sam se encontró con la puerta principal y dando fe de que aquellas estatuas hacían bien su trabajo solo se veían en su mayoría personas con aires importantes, de ellas salían y entraban doctores, enfermeras, empresarios y otras personas de apariencia presuntuosa y pavoneantes contoneos, poco tenían que ver allí personas que no tuviesen por lo menos mil dolares en el bolsillo, por lo menos eso deducía Samanta a primera vista.

Si bien eran diferentes en aspecto y estatus social, todos concordaban infaltablemente en una cosa, el apremiante apuro de su paso. Aquello parecía la entrada de un hormiguero gigante donde cada quien tenía una tarea u oficio asignado y ella era otra de las hormiguitas obreras que se disponía a trabajar. Entró en el lugar y fue recibida cordialmente por el frescor del aire acondicionado y el eco de las pisadas y murmullos del concurrido lobi. La elegancia de la decoración era magistral a pesar de su sencillez, en el centro de todo se encontraba un escritorio semicircular con varias secretarias atendiendo a las personas, a la derecha el cafetín y a la izquierda el área de espera pública que era estilo sala, adornada con varias jardineras bajas a su alrededor con bambú sembrado en ellas. Unas escaleras en espiral daban al primer piso y junto a ellas se encontraba el ascensor con un largo listado de especialidades con sus respectivos doctores, pisos y horarios colgado visiblemente junto a él. Sin duda todo era muy diferente al pequeño y descuidado hospital en el que trabajaba Samanta. Sin perder más tiempo en su asombro se dirigió a la recepción, al irse un hombre de traje fue su turno de pasar. La recepcionista, una chica joven, no más de veinte años encima, piel morena, cabello oscuro recogido en una coleta de caballo, ojos café y labios brillosos que enmarcaban una luminosa sonrisa la esperaba dispuesta a atenderla. Sin duda era la imágen perfecta de una secretaria que se esperaba ver en un sitio prestigioso como ese.  

 

— Buenas tardes, soy Samanta Tower... Eh, soy enfermera de nuevo ingreso.— Explicó la castaña titubeante ante los nervios. Examinó discimuladamente su reloj mientras la chica revisaba en la computadora si su nombre aparecía en la nómina y el sistema, había llegado a tiempo por un cabello de rana calva. Respiró aliviada.

— Buenas tardes señora Tower, Sí, aquí está, puede pasar al ala "B", la recibirá la doctora Ailin, está esperando por usted. Siga el pasillo junto a la escalera y cruce a la izquierda, encontrará un pasillo descubierto con miras a un patio, sígalo hasta el final y encontrará el ala "B"— explicó ella amablemente entregándole una carpeta amarilla con varios documentos de admisión dentro y sobre ella una tarjeta de identificación.— Aquí tiene, por favor llévela en todo momento mientras esté en el edificio, los documentos debe entregarlos en recursos humanos del ala "B" después de que los firme la doctora. Bienvenida señora Tower...

— Gracias, que tenga buen día. — finalizó Samanta devolviéndole la sonrisa y siguiendo el camino que le indicó. Durante su trayecto por el largo pasillo meditó a cerca del ala en la que iba a trabajar, se veía bonito a pesar de no ser tan suntuoso como la recepción principal, las paredes eran blancas y el techo era sostenido por varias columnas, que, en conjunto con el patio principal, le daban un aire imperial al sitio, la luz natural lo llenaba todo y la brisa se paseaba libremente por él, el ambiente era pacífico en todos los sentidos. Samanta se detuvo al notar algo que llamó su atención. Una puerta metálica al final del cuadrado patio en el que poco crecía sesped y la única sombra la daban,un par de árboles de melocotón, sin contar los arbústos ornamentales de las jardineras, sobre la pared que la sostenía yacía una alambrada de púas de punta a punta, dudaba profundamente que fuese para que no se metieran los ladrones, pero le restó importancia, a lo mejor se equivocaba en sus especulaciones. Volvió a la realidada al escuchar pisadas de tacón dirigirse a ella. Al girar la vista se encontró con una doctora pelinegra, facciones regordetas y ojos verdosos que se veían enmarcados por unos gruesos lentes, sobre su mejilla reposaba una berruguita negra que en conjunto le daba un aire juguetón, la mujer le sonreía dirigiéndose a ella. 

— Buenas tardes usted debe ser Samanta Tower nuestra nueva enfermera, llega justo a tiempo ¿cómo está, cómo le fue en el camino?—Preguntó la doctora estrechándole la mano a Samanta con amabilidad, se veía como una persona alegre y tranquila.



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En el texto hay: sangre, demonios y misterio

Editado: 15.04.2020

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