Fue a finales de aquel año de séptimo grado cuando nos conocimos. Fue lo mejor que me había pasado, la respuesta a mis problemas. Eso pensaba en aquel entonces.
Recuerdo que estábamos sentadas en una banca, observando a un chico guapo que estaba al frente de nosotras. El chico estaba muy lindo aquella vez e ideas tontas flotaron por nuestras mentes, tan tontas que buscábamos el ángulo perfecto para sacarle una buena fotografía sin que nos pillara. La situación era muy divertida, estábamos pasándola genial y lo más extraño de todo es que nos distinguiamos, éramos compañeras del mismo salón pero nunca habíamos hablado. No como ese día. Ese día donde comenzó todo.
Pero antes hay hechos que agregar.
Rechazada era como me sentía. Apartada e ignorada, por la misma gente y sobretodo utilizada porque eso era lo que a las personas les gustaba hacer conmigo, no les importaba o por lo menos para mis supuestas "amigas" en esos tiempos, intentaban no demostrar.
Patética era la palabra que debía de describirme, era tonta, lo soy y lo seré pero no tanto como antes. Dejaba que las personas me pisotearan como se les diera la gana o era tan confiada que creía en cualquier estupidez, hasta en la fiabilidad de una amistad, de tener una dizque "mejor amiga".
Ella me decía que no se iba a juntar con ellas, ese grupito de malas influencias pero no resultó así. Al final se contradijó a sus palabras. Resultó siendo parte de ellas y a mi me dejó sola, me dijo que yo estaba era celosa y que no me preocupara, que no se iba a alejar. ¡MENTIRA! Se fue. Pero... de sobremanera entendía porque se había ido. Ellas eran más del estilo de ella, del estilo popular y no del estilo al que yo pertenecía, al del estudió. Era aburrida, esa era la respuesta. Eso ocurrió apenas en sexto grado, ¡Vaya drama! ¿No? Se supone que todavía somos niños y no entendemos algunas cosas o nuestra madurez no ha ni aparecido. Así que no le tome importancia, me dije que era algo tonto y lo olvidé.
Llegó séptimo grado. Una niña nueva había llegado al salón. Se notaba un poco callada, al parecer estaba nerviosa por su primer día. No le tome importancia en un principio pero luego nos volvimos muy unidas, no recuerdo el cómo y el porqué de nuestra amistad pero durante un tiempo la pase bien con ella. Hacía cosas raras con ella como ir atrás de los salones para ayudarla a terminar tareas, copiar tareas o adelantarse. Nunca con nadie lo había hecho porque tenia miedo de que nos llegará a descubrir. Supongo que hacer ese tipo de cosas eran diferentes a lo que yo usualmente solía hacer.
Todo iba bien. Hablabamos, nos contábamos secretos, contábamos chistes y más pero nunca llegue a sospechar de las verdades intenciones que esa niña quería conmigo. Fue más adelante cuando caí en cuenta de la realidad. Ella me estaba utilizando. Nunca se destacó por ser la mejor estudiante, era mediocre, pero yo quería cambiar eso de ella y ese fue mi error. En los trabajos de a parejas, yo me quedaba haciendo los deberes mientras mi amiga iba de un lado al otro del salón hablando y hablando con las personas del entorno. Era frustrante pero yo no quería que ella le fuera mal. Me decía frases como: -"Porfa Ayúdame, me ha ido mal con esta materia este bimestre y tengo que sacar buena nota en este trabajo para no reprobar."- y yo de tonta de tonta le ayudaba hasta que me di cuenta de mi error. Acabe mi amistad con ella después. Y todo resultó que su fin fue ese, el usarme, porque desde ese momento su odio nació hacia mi.
¡Que golpe tan bajo!
Pero siempre dicen que después de la tormenta llega la calma y fue ahí cuando pensaba en si terminar mi amistad con ella era lo correcto sucedió esa cómica situación del chico guapo. Los intentos para tomar las fotos fueron fallidas y estábamos que explotabamos de la risa. Me sentía genial.
Empezamos a relacionarnos más y más. Encontramos gustos similares y desde aquel instante nos volvimos súper unidas. Por fin había encontrado a alguien que sinceramente me apreciaba.
La admiraba. Admiraba mucho a esa chica. Tenia mucha seguridad de ella misma, algo que yo carecía pero sin embargo me aportaba la que me faltaba. Me daba ánimos y me aconsejaba. No le importaba lo que dijeran los demás sobre ella y daba su opinión si de algo no estaba de acuerdo.
Mientras el tiempo transcurría logré aprender muchas cosas de ellas.
Todo iba bien. Perfectamente bien hasta que a mitad de noveno grado todo se fue desmoronando. Estaba asustada, asustada de perder a mi mejor amiga. Ella se estaba alejando de mi poco a poco y en un principio pensé: "No es para tanto. No siempre debemos de compartir nuestro tiempo siempre juntas. Ella puede estar con otras personas." Pero simplemente fueron palabras para tranquilizarme a mi misma de lo que iba a venir.
Después de que pasaran los días, decidí hablar con ella. Le comenté mis preocupaciones y lo que me molestaba. Ella me entendió y me dijo que lo sentía.
La situación mejoró pero no por mucho cuando otra vez todo se vino abajo. Pero esta vez la buscaba, le hablaba y a pesar de tener un momento nosotras dos, ya no era como antes. Me sentí mal. La estaba perdiendo y ella no se daba cuenta. Hacía muchas cosas para ella para que se diera cuenta que yo estaba allí, que yo la necesitaba. Aunque parecía más idiota, rogándole a alguien.
Fue cuando nos reunimos por última vez a hablar sobre aquel tema. Tenia presente que esto siempre la molestará pero en mi opinión era mejor ser sincera con ella respecto a lo que sentía y pensaba. Le dije que estaba bien que estuviera con otras personas y le di las gracias por darme esa amistad. Empezó a llorar y fue ahí cuando yo también no aguante el llanto. Ella no quería dejarme ir. Yo tampoco. Nos dimos otra oportunidad, otra para nuestra amistad.
Noveno acabo y ese año mi amiga y yo mejoramos nuestra relación amistosa. Pasábamos vacaciones completas juntas y hacíamos salidas juntas. Me sentía feliz. Muy feliz. No obstante una sensación dentro de mi me decía que esto no iba a durar, que a penas entrar a la escuela todo se disiparía. Así que aproveche ese tiempo con ella al máximo.
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Editado: 15.05.2020