Capítulo 8. La semilla en el bosque.
Los pelotones empezaron el reto al sonido de la orden del sargento mayor Hill. Cada pareja se adelantaba lo más que podía tratando de ganar terreno, a excepción de la pareja de Susie y Tom que se había quedado en la línea de inicio. Susie puso los ojos en blanco y al fin avanzó con un Tom detrás de ella siguiéndola torpemente. La joven caminaba sorteando las rocas y las raíces mientras refunfuñaba entre dientes.
—¡Maldita sea! —gritó Susie mientras iba un par de metros delante de Tom—. ¿Por qué tenía que tocarme con él? ¡Sólo será una carga! ¡Es una carga!
Tom quería decirle que procurara ser cuidadosa, aun en su justificable arrebato de ira, para que no se lastimara. Pero sabía que tenía estrictamente prohibido dirigirle la palabra. Rogaba que ni él ni ella salieran lastimados. Mientras Susie seguía lamentándose por su mala suerte volteó hacia Tom con mirada iracunda que hizo al joven frenarse.
—¿Por qué me ves así? —dijo molesta.
Tom se encogió de hombros y desvió la mirada.
—¡Te estoy hablando! ¡Hazme ca…!
Susie se tropezó con una pronunciada raíz y se fue de bruces contra el suelo. Tom no sabía que hacer, buscó alguna rama para ayudarla sin tener que tocarla, pero no encontraba.
—¡Maldición! —gruñó Susie mientras tenía el rostro sobre el suelo, se levantó con cuidado solo para notar que tenía el tobillo lastimado—. Ahora esto —gimió cuando de pronto se observaron un par de relámpagos en el horizonte—. No puede ponerse peor, ¿o sí?
Con lo que el sargento mayor Hill ni los cadetes contaban, era que una tormenta se había desviado y daría con ellos en el cerro. Algunas nubes grises se alcanzaban a ver en el hasta entonces despejado cielo del bosque. La tormenta que se avecinaba incluso podía advertirse desde la Academia Militar. El doctor Noel Emils asomó la mirada a través de una de las ventanas de su consultorio dentro de la Academia y notó el cambio de clima. En eso recordó las recomendaciones de Diamante y como este tipo situaciones climáticas podrían influenciar en la semilla de FOLD, sería bueno tener vigilado al heredero. Noel mandó un mensaje a Tom, pero este aparecía desconectado y sin señal. Preocupado, fue a los dormitorios donde le informaron que los Halcones Dorados habían salido con el sargento mayor Hill. Al oír eso, Noel se apresuró a la oficina del coronel Toriello.
—¡Charlón!
Noel entró como rayo a la oficina del coronel, como era sábado su secretaria no estaba. El coronel levantó la mirada culposa, tenía una bandeja de galletas en el escritorio, medio vacía.
—¿Sigues comiendo esas porquerías? ¡No importa! Dime, ¿acaso ibas a intentar despertar al Eón Rishon sin decirme?
—¿De qué hablas?
—¡Hablo de que Thomas está allá afuera en el bosque con esa jodida tormenta acercándose!
—¿Qué? ¿Justo ahora? ¡No puede ser!
Charles encendió el ordenador y revisó, para su sorpresa allí estaban los Halcones Dorados en el viaje de hoy.
—¡Te juro que no sabía que Hill los había llevado! —Charles se tallaba la barba y buscó información del clima—. Maldición, es tormenta eléctrica.
—Sé que dijiste que lo querías despertar, ¿pero así?
—Quizás no sea tan malo —meditó Charles en voz alta—. Diamante nos platicó como fue que esos dos lo despertaron, justo en una tormenta eléctrica y…
—¡No! —interrumpió Noel—. Es peligroso, si eso ocurre no sabemos como estará su estado mental. Lo que es peor, está con otros cadetes. ¡Podría matarlos!
Charles abrió los ojos, era cierto lo que decía Noel, no había considerado lo peligroso y mortal que podía llegar a ser un Eón.
—Tienes razón. Tenemos que llegar lo antes posible. Avisaré a Diamante. ¿Cómo se me pudo ir algo así!
Tom trató de pedir ayudar, la pareja más cercana era la de Fanny y Luis, para su buena suerte. Luis le dijo que los buscaría lo antes posible pero que ellos trataran de acercarse también a como la lesión de Susie se los permitiera. La tormenta eléctrica empeoraba y cada vez estaba más cerca. Tom alzó la vista al horizonte, varios relámpagos iluminaron el sendero y al verlos Tom se apretó el pecho. Le parecía que cada rayo que caía le hacía doler el pecho. El joven trató de contener el dolor para cuidar de Susie quien permanecía sentada en silencio.
—Su-susie. —Tom se armó de valor y la llamó—. Pe-perdón por-por molestarte.
Susie levantó el rostro y lo miró con gesto duro.
—Pe-perdón, pero… ¿me dejarías revisarte el tobillo?
El semblante de Susie se torció del asco ante tal pregunta, indignada le gritó:
—¡Ya supérame! Hasta el tobillo me quieres tocar. ¡Pervertido!
—No-no, te juro que no es eso. —En eso otro relámpago se avistó, Tom tragó saliva para contener su sufrimiento cada vez más constante—. Solo, solo quiero ayudar.
—Ayudas si te callas y te quedas lejos de mí, ¿entiendes?
Tom asintió, y se alejó hacia un tronco tirado donde se sentó. Susie contempló al joven un poco, advirtió que cada vez que aparecía un rayo Tom se apretaba el pecho y jadeaba. Acaso ¿estaba teniendo un ataque?, se preguntó Susie aterrada. Parecía que de verdad todo iba de mal en peor.
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Editado: 07.11.2024