Herederos: El PrÍncipe De Hielo

III

Ambur, es una ciudad costera, la única en el país que cuenta con verdes paisajes, llegado el verano, el ambiente mucho más cálido que en otras ciudades, es perfecto para vacacionar.

Tomo una galleta que encuentro al entrar a la cocina. Mis favoritas, de chocolate.

―Tú, muchachito, deja esa galleta, donde estaba – me descubrieron, volteo para encontrarme con una enfadada abuela Bridge, tiene las manos a cada lado de la cadera, oh sí, estoy en problemas. Miro mi galleta y soltando un suspiro la dejo en la bandeja.

La abuela Bridge es la madre de papá, es una mujer de edad, dulce y cálida, pero peligrosa como el mismo demonio cuando se enoja, su cabello, ahora completamente blanco, lo lleva corto formando unos graciosos bucles sobre su cabeza, y sus ojos cafés que aun brillan con vitalidad, pueden engañar a cualquier incauto. Pero yo la conozco.

Junto con el abuelo Lex, abandonaron el palacio real hace muchos años, para poder disfrutar de sus días juntos aquí, en el castillo Lennox. A pesar de que el castillo era imponente, con bastos jardines y todas las comodidades pensadas, solo ocupaban una pequeña parte de este, todos quienes trabajaban aquí, eran casi como si fueran de la familia, por lo que también vivían dentro del castillo, la abuela Bridge educo a papá y a mí, para que no hiciéramos diferencias sociales, con nuestros más allegados o quienes trabajaran para nosotros y habíamos mantenido nuestra palabra.

No era de sorprenderse que fuera la reina más querida de la historia de nuestro país, en aquel entonces el abuelo Lex estaba comprometido con Lady Farell, hija de una de las familias aristócratas, mientras la abuela Brigde vendía flores en las calles de la ciudad. En una de las visitas del abuelo, se percató de la gran cantidad de vendedores ambulantes que existían, y pensó que daba una mala imagen, dio la orden de que ello parara, cuando los guardias reales luchaban con los comerciantes, la abuela Bridge, no pensó dos veces en que era el príncipe, le planto la cara y lo abofeteo, no sin antes dejarle muy en claro que era una persona despreciable y sería un pésimo rey. Por supuesto toda la ciudad se puso de lado de Bridge, la huérfana de las flores, como le decían.

Por supuesto, esto no le gustó nada al príncipe. Que no dudo en tomar más medidas, en fin, al darse cuenta que no ganaría esta batalla, y tomando consejo de su padre, Joseph el rey de ese entonces, legalizo a los vendedores, ayudo con sus propias manos a reconstruir los puestos que habían sido destruidos, uno a uno, sin embargo había una muchachita que no aceptaba sus disculpas sin importar lo que hiciera. El orgullo de la abuela Bridge es legendario, pasaron meses, en que el abuelo iba y venía entre Hannover y Ambur, no podía sacarse de la cabeza a la chica de las flores, esto no era visto con buenos ojos, Lady Farell no comprendía que lo mantenía ocupado, al descubrir que era otra chica, simplemente dejo en claro que jamás se casaría con un hombre que ponía a otra mujer antes que a ella, en ese momento el abuelo comprendió que, hace mucho dejo de buscar el perdón de la muchacha, solo era una excusa para mantenerse cerca de ella.

En un arrebato de locura, planto la rodilla en el suelo, en medio de la calle más concurrida de la ciudad y la pidió en matrimonio, así sin más, sin anillo, sin guardias, solo con el corazón en la mano. ¿Ya había dejado claro que la abuela no era fácil?, en frente de todos le dijo que no. Pero eso no estuvo ni lejos de detener a mi abuelo, poco a poco fue conquistando su corazón, y por fortuna contaba con el apoyo de sus padres y del pueblo. El que el príncipe se enamorara, de una chica sencilla y humilde del pueblo era una cosa, que se enamorara de una huérfana que vendía flores en la calle, sin nadie más, eso era lo que demostró la humanidad del príncipe y que el amor no conocía de clases sociales.

Su matrimonio y coronación fueron las más esperadas de toda la historia, y por supuesto la abuela Bridge trabajo duro para ayudar a las zonas más pobres del país, y aportaba con propuestas que ayudaron al país a crecer. Esa era mi abuela, la mujer que más admiraba en el mundo.

Una mujer de origen sencillo que había llegado a lo más alto y no se había olvidado ni por un segundo de quienes la ayudaron, de los suyos. Y lucho por que todos tuvieran un mejor mañana.

Con ese ejemplo, por supuesto tenía el listón muy alto, para estar dentro de las expectativas que tenían de mí.

―Lo siento abuela Bridge – le digo acercándome a ella. Me mira con los ojos entrecerrados, sé que sospecha que lo hago para conseguir una galleta, y no se equivoca.

Le doy una sonrisa, de esas que se utilizan para los comerciales de dentífricos.

―Ni lo intentes muchachito, las galletas son para después de la cena – dice terminante, no se puede contra la abuela Bridge.

La abrazo y ella me envuelve entre sus brazos.

―Llegara el día en que esa bonita cara que tienes, no te servirá de nada, hijo – me habla al oído, sé que está preocupada por mí – sabes que tienes el apoyo de tu abuela, ¿verdad?

—Lo sé, esperare por mi galleta — suelta una carcajada ronca.

Se separa de mí, negando con la cabeza.




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