Herederos: El PrÍncipe De Hielo

XVIII

Josabet

Caminamos por el estacionamiento al auto, la nieve está cayendo sin clemencia, pronto la ciudad estará completamente blanca. Tengo una sensación extraña, de estar siendo observada, se me ponen los nervios de punta, esto no es bueno, veo Lyris guardando las bolsas en el maletero, observo alrededor, estamos solas, únicamente hay autos, no logro divisar a nadie a simple vista, pero el sentimiento persiste, algo no está bien.

―Lyris ― digo en voz baja para no llamar la atención, cierra la puerta del maletero y se asoma ― necesito que te subas al auto y saques lo que tengo en la guantera y me lo pases con discreción.

Frunce el ceño y asiente, hace exactamente lo que le digo, camino hasta la puerta del conductor, la abro y deposito mi bolso sin dejar de estar pendiente de todo lo que sucede alrededor de nosotros. Oigo el sonido de la guantera, y una pequeña exclamación de Lyris.

― ¿Qué harás con esto? ― pregunta nerviosa y no es para menos, tiene en sus manos una semiautomática, cz100 de 9mm, estiro mi mano y la deposita temblando.

La tomo y la preparo, no se sabe en qué momento tenga que dar un tiro. Me subo al auto y lo enciendo.

―De momento sacarnos vivas de aquí.

La escucho respirar con fuerza, yo lo hago hondo, para intentar calmar los nervios, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me vi en la necesidad de utilizarla. Doy marcha atrás, aún no ha sucedido nada.

Logramos salir del estacionamiento, sin embargo es extraño, en las calles no hay gente, es víspera de noche buena, no es posible que haya tanta calma.

―Lyris agacha la cabeza y mantente así hasta que yo te lo diga ― abre mucho los ojos horrorizada, y lo hace, maldita sea, solo hay una persona capaz de hacer esto en la ciudad y es la misma por la que yo tengo esta pistola desde hace años.

Piso el acelerador a fondo, tenemos que llegar al castillo, mi prioridad es la seguridad de Lyris, ya luego yo me encargare de ellos, tengo el corazón en la garganta mientras manejo por las calles desiertas de Ambur, esta calma me está volviendo loca. Al llegar a la carretera que nos lleva hasta el castillo, observo el retrovisor, el camino sigue libre...

―Cuidado ― grita y de inmediato regreso la mirada hacia al frente, un auto aparece desde el bosque, no puedo evitar el impacto, nos sacudimos, hago acopio de toda mi concentración para no perder el control del auto. No puedo detenerme, maldición, a pesar del impacto el auto comienza a seguirnos.

―Lyris, escúchame ― comienzo, tengo que protegerla, es el único pensamiento coherente que tengo ― voy a frenar ― explico mientras desabrocho el cinturón de seguridad ― vas a tener unos segundos para tomar el control del auto ― asiente, a pesar del evidente miedo que se refleja en su cara, entiende que no hay otra opción ― necesito que llegues al castillo, no pares por ninguna razón, avísale a Lex, que tome las medidas contra los Barrier, él sabe qué hacer.

Se endereza en el asiento, mira nerviosa hacia atrás, es la única oportunidad que tengo de protegerla, perdóname Hale, Lyris coloca sus manos en el volante, con una mano sostengo la puerta y con la otra la pistola. Llego el momento, piso el freno hasta el fondo, el auto nos da un buen sacudón, que aprovecho para poder salir del auto. Aun desorientada, levanto la pistola, no puedo apuntar bien, el auto se acerca, aprieto el gatillo, escucho el disparo, y la bala llega a una de las llantas delanteras, gracias a Dios, Lyris pone en marcha el auto.

Respiro aliviada al saber que ella está cada vez más lejos, la desorientación pasa, mantengo la pistola en alto, no puedo bajar la guardia ni por un segundo o será mi fin. Doy unos cuantos pasos para adelante, el auto aún se mueve aunque es evidente el conductor no tiene el control completo sobre él, se detiene a unos metros de mí. La puerta se abre.

― ¡Mantén las manos donde las pueda ver! ― ordeno, no sé cuántos estén en el auto.

―Josabet, soy yo Bob ― escucho una voz masculina desde el auto, Bob, mi Bob, saca las manos en alto ― Estoy desarmado.

Lo veo abandonar el auto, aun con las manos en alto, su cabello rubio que solía llevarlo en una graciosa melena, ahora esta corto, sus ojos me miran tristes, esos ojos iguales a los míos, es él.

Bajo el arma, estoy segura que jamás me haría daño, aunque como yo es un Barrier. Camino hacia él, siento que el pecho me duele y se me hace nudo la garganta, lágrimas comienzan a formarse, mi Bob, mi niño, mi hermano pequeño. Abre sus brazos a mí, y mi cuerpo se mueve sin pensarlo hacia él, me envuelve entre sus fuertes brazos y deposita besos en mi cabeza, me perdí parte de su viva, ahora es mucho más alto que yo y más fornido.

―Bet, tenía que verte ― dice con su boca pegada a mi cabello.

―No creo que era necesario el toque de queda.

―Eso no lo hice yo ― reconoce, y me separo un poco de él para verlo de frente ― piensan atacar esta noche al castillo, quieren acabar con toda la familia real.

Abro mucho los ojos ante la noticia, mierda, apenas contamos con unas horas hasta que anochezca. Necesito avisarles, comienzo a hiperventilar, tengo que encontrar una solución a esto.

―Bet, mírame ― toma mi rostro entre sus manos ― los detendremos, ya no puedo soportar a esos desquiciados, tenemos que acabar con todos, o jamás podremos deshacernos de ellos.




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