“Un gran sacrificio resulta fácil; los que resultan difíciles son los continuos pequeños sacrificios”
Johann W. Goethe
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No recuerdo bien que los embarazos fueran muy pero muy difíciles de conllevar, sé que hay mujeres que tienen un proceso más sencillo que otras, en donde no hay náuseas, mareos y muchos menos vómitos de los que son provocados por olores de los que la nariz ya no tolera cuando estás cerca de alguna comida, perfume o esencia que pueda provocar un malestar; he intentado controlarlo, pero creo que es muy pronto para cantar victoria cuando apenas tengo un mes de embarazo, por lo que con experiencia propia recuerdo que estos síntomas mayormente desaparecen en el segundo trimestre, por lo que todavía me falta mucho por lo que atravesar.
A pesar de que mis días no han cambiado mucho, he querido por lo menos tener otro ingreso del que pueda ayudarme a cubrir otras cosas de las que son necesarias para mi familia, entre ellas su alimentación y los medicamentos de mi padre. A estas alturas debería saber que no tendría que esforzarme mucho físicamente para evitarle algún daño al feto, sin embargo, siempre me he considerado fuerte antes las adversidades que no quiero verme como una persona débil que se deja contemplar por sucesos que ya son del pasado, aunque de por sí, tengo que tomar en cuenta muchos cuidados sabiendo que tengo ovario poliquístico y aparte de ello, a finales del mes debo de conseguir una cita con un obstetra para que me pueda decir cómo va el crecimiento del bebé.
—Ru, un cliente desea que tú seas quien lo atienda —escuché que mencionó Marcio.
— ¿En serio? —No me creo aquellas palabras.
—No te miento. Es la mesa diecisiete. —Rápido reconozco que es una mesa que se encuentra en la parcela.
Me amarro bien mi cabello para dejar un moño perfecto antes de comenzar con mi trabajo luego de terminar mi receso; así que, verificando que la libreta y el lapicero se encuentren dentro de los bolsillos de mi delantal, me voy directo a la parcela para poder atender la mesa diecisiete. A pesar de tener una buena actitud este día como muchos otros, apenas doy unos pasos fuera cuando un aroma muy reconocido invade mi nariz, el cual es cítrico y afrodisíaco algo de lo que extrañamente no me ocasiona náuseas ni mucho menos, ganas de vomitar.
Hubiera querido seguir apreciando aquel delicioso aroma pero un fugaz recuerdo me hizo chocar contra una pared al imaginar que puede ser esa persona que ya se encuentra en mi mente como una fotografía; quisiera equivocarme para decir que hay otros miles de hombres que pueden usar esa fragancia, sin embargo, con la suerte que tengo últimamente, es probable que sea Thiago.
La persona que desea que lo atienda deja caer el periódico del día para después doblarlo y dejarlo en una esquina de la mesa, la simetría de su rostro y esos inolvidables lentes de sol, me hicieron entender que no me había equivocado en pensar que es él; más bien, he empezado a conocer ciertos detalles de los que inmediatamente suelo reconocer de su parte al ya tenerlos marcados en mi memoria.
—Señor Souza, que placer verlo acá. —Finjo una sonrisa de alegría. —Veo que se ha vuelto un cliente frecuente para este restaurante —muestro descaradamente una simpatía de la que suele ser más falsa que las uñas postizas que se ponía mi vecina Ana.
—Así es. Me agrada el ambiente y el buen servicio que brindan —entra en el juego de amabilidad falsa.
—Me alegro de escuchar eso, ojalá lo ponga en los comentarios de Google y de nuestras redes sociales, ya que eso nos ayuda a tener más clientes. —Doy una sugerencia improvisada.
—Pronto la tendrá. —Sonríe.
Maldita sea, que hace Thiago acá. Ojalá sea para darme una buena respuesta madura y responsable con respecto al bebé que estoy esperando, ya que escuchar nuevamente su idea niñata de tener que comprometernos me pondrá de mal humor y no es lo que deseo para que así termine este día.
—Necesito que hablemos. —Se quita los lentes de sol para dejar una patilla dentro de la abertura de su camisa a fin de que quede colgando.
—Estoy trabajando, no tengo tiempo ahorita para escucharte. —Le susurré.
—Es importante. —Se pone serio.
Claramente es importante porque con ese modo en que se ha puesto me da a entender que en serio se trata de algo que nos esté comprometiendo a ambos, lo cual el resultado tendría que ser positivo para el bebé al ser nuestra prioridad hasta el momento.
—No puedo ahora —dije en voz baja.
—Solo es un momento… —Veo que no puede terminar con la frase.
— ¿Todo bien, señor? —Se acerca el gerente de la sucursal.
Me era de esperar que el gerente se terminará acercando al ver que Thiago no tiene el menú y me he tardado mucho para poder tomar su pedido, además con el semblante que presentamos hace notar que algo está sucediendo, ya que a pesar que nuestras mascarillas cubren la mayor parte de nuestro rostro, siempre se puede notar la tensión que hay entre nosotros.
—Sí, la señorita solo me explicaba los postres que tienen… —Empezó a poner de excusa Thiago.
—Lamento si le están brindando muchos detalles e información que puedan confundirlo… —el gerente empieza a justificarse por si Thiago se siente inconforme sobre que le esté dando muchas explicaciones.