Herencia de Sombras

Capítulo 30 – El alba de un nuevo mundo

Los primeros rayos del sol apenas tocaban los cristales de la habitación cuando Naira comenzó a sentirlo. Fue un dolor diferente, profundo y natural, como si el universo entero se contrajera dentro de ella para dar paso a una nueva vida.

Había decidido, junto a Kael, que el parto sería en casa. No por capricho, sino por amor. Quería traer al mundo a su bebé en un lugar lleno de paz, sin protocolos ni cámaras, sin máscaras. Solo ellos, en su hogar, en su verdad.

La doctora que los había acompañado desde el principio llegó temprano, con el rostro sereno y manos sabias. Las mujeres de confianza de Naira prepararon todo con delicadeza: paños limpios, agua tibia, mantas suaves. Kael estaba allí también, desde el primer gemido de dolor hasta el último suspiro de esfuerzo. Nunca soltó su mano.

—Respira, mi amor… estoy aquí. Siempre estaré —susurraba, con voz entrecortada.

Naira sudaba, temblaba, pero jamás gritó de miedo. Sólo empujaba con fuerza, como quien atraviesa un umbral sagrado. El dolor era un fuego, pero no la consumía: la transformaba. Kael la miraba como quien presencia un milagro.

Y entonces, el llanto.

Al principio fue un sonido tenue, luego claro, agudo, como el canto de una nueva era. La doctora la sostuvo entre sus manos y sonrió.

—Es una niña. Sana… fuerte.

Kael cayó de rodillas, sin poder contener las lágrimas. Naira la tomó en brazos, aún jadeando, y miró a su hija por primera vez. Era pequeña, suave, de piel cálida y ojos cerrados, pero con una expresión tan viva que parecía mirar el mundo desde su alma.

—Quiero llamarla… Alina —dijo Naira, mirando a Kael—. Como tu madre. Por lo que fue, por lo que hizo… y por lo que despertó en ti.

Kael no pudo responder. Solo asintió, cubriéndose la boca con la mano. Alina. El nombre resonó en el aire como una promesa.

Esa noche, mientras su hija dormía entre ellos y el fuego de la chimenea susurraba historias antiguas, Naira y Kael se abrazaron en silencio. El mundo ya no era el mismo. Habían traído una nueva vida, no solo a su hogar, sino a la historia.

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Algunos años después, los informes comenzaron a llegar de distintas provincias. Mujeres embarazadas, Varones naciendo, creciendo fuertes, sanos, esperados. Las estadísticas hablaban por sí solas: la manipulación genética se había detenido por completo. El equilibrio volvía.

Kael, como Primer Ministro, anunció con orgullo una nueva era. La igualdad era real. Las elecciones eran libres. Y por primera vez en generaciones, la gente creía en el mañana.

Kael y Naira observan a su hija jugar en el jardín, bajo un cielo abierto. Ella corre entre las flores, riendo, mientras una brisa suave ondea su vestido blanco.

Un rayo de luz atraviesa las nubes y cae sobre ella, dorado y cálido.

—¿La ves? —dice Naira—. Ella es el principio.

Kael la rodea con el brazo.

—Y nosotros… fuimos la chispa.

El horizonte brilla. Y con él, el mundo entero despierta, más libre, más justo, más humano.

FIN.



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En el texto hay: amor fantasía acción

Editado: 18.04.2025

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