Herencia de Sombras

Capítulo 12.

Sombras que se acercan.

A veces, los monstruos no se esconden.

Caminan entre nosotros

disfrazados de promesas.
— Victoria Schwab

Desde la llamada, no he vuelto a dormir.
No de verdad.
La voz seguía repitiéndose en mi cabeza como una grieta abierta:
𝘛𝘶 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘺𝘢 𝘧𝘶𝘦 𝘥𝘪𝘤𝘩𝘰…

El anillo no ha vuelto a palpitar.
Ni el libro a cambiar.
Pero hay una sensación distinta en el aire.
Como si el mundo contuviera el aliento por algo que aún no llega… pero que ya viene en camino.

Me puse la chaqueta, guardé el libro entre mis cosas y salí de casa sin decir nada.
Mara estaba en la cocina, canturreando como si el mundo no se estuviera desmoronando.
Asher dormía profundamente, como si nada hubiera pasado.
Y tal vez, para ellos, así era.
Solo para mí todo ha cambiado.

Greyhaven estaba inusualmente gris.
De nuevo.
Como si el cielo supiera cuándo retirarse para dejar espacio a lo que viene de más allá del Velo.

Entré al instituto sin mirar a nadie.

Las voces eran ruido.
Los pasos, un eco lejano.
Los días pasaban, los rostros también.
Y sin embargo, ese día… algo se sintió distinto.

Primera clase. Literatura.
La profesora llegó cinco minutos tarde.
Y no venía sola.

—Clase —dijo con su tono habitual de voz gastada—, tenemos un nuevo estudiante que se integrará al grupo por estos últimos meses del ciclo.

Silencio.
Y entonces, él entró.

Fue como si todo se apagara un segundo.
El aire, el murmullo, la luz.

Alto. Con un tono cálido, como si el sol de otro reino lo hubiese tocado alguna vez. Cabello oscuro, levemente ondulado, cayéndole sobre la frente.
Y los ojos…

Grises.
No como la neblina.
Sino como ceniza viva.
Fríos, pero con algo latiendo por debajo. Algo antiguo. Algo... peligroso.

Sus facciones eran afiladas, masculinas, como talladas con precisión.
Un rostro que parecía fuera de lugar en una escuela cualquiera.

—Su nombre es Auren Delyr —dijo la profesora.
—Viene de un colegio privado en la capital. Espero que lo reciban con respeto.

Auren.
Un nombre suave.
Casi elegante.
Pero con una vibración extraña.

Él no sonrió.
Tampoco habló.
Solo asintió y fue a sentarse al fondo, justo detrás de mí.

Su mirada rozó la mía al pasar.
Y por un segundo, me sentí desarmada.
No como si él supiera quién era yo…
sino como si, sin quererlo, hubiese sentido algo que no esperaba.

La clase continuó.
Yo no presté atención.
Solo escribía palabras sin sentido en el margen de mi cuaderno.

Sarelith.
Velo.
Ceniza.
Auren.

Y cuando me di cuenta…
él me observaba.
No de forma evidente.
Pero sí con el tipo de mirada que no se lanza por accidente.

El resto de la clase se sintió más larga de lo normal.
Tal vez porque él estaba sentado justo detrás de mí.
Y aunque no hacía ningún movimiento extraño, podía sentir su presencia como una presión en la espalda.
No incómoda… pero sí inquietante.

Cuando sonó el timbre, me levanté con rapidez.

—Disculpa —dijo una voz baja a mi lado.

Giré.
Él estaba a medio paso de mí.
Más alto de lo que pensaba.
Más cerca de lo que mi sistema nervioso podía manejar.

—¿Blume Umbrelle? —preguntó, sin ninguna duda en su tono.

Asentí, un poco sorprendida.
No muchos sabían mi apellido.
Y menos los nuevos.

—Solo… tenía curiosidad. No es un nombre común —agregó, con una expresión casi neutra.
Casi.

—¿Y tú eres… Auren? —dije, tanteando el sonido.

—Por ahora —respondió él con una ligera inclinación de cabeza, casi como si fuera una broma. Pero no sonrió.
Sus ojos me miraban con esa calma extraña… como si buscaran algo que aún no encontraban.

Antes de que pudiera decir algo más, una voz chillona rompió el momento:

—¡Hey! ¡Auren, verdad? ¿Te gustaría un tour privado por la escuela?

Savannah Lowell.

Ella se había acercado como si flotara, su cabello rubio perfectamente peinado, la sonrisa afilada como siempre.
Se colocó entre nosotros sin ningún esfuerzo, tomándolo del brazo con una confianza que sólo ella tenía consigo misma.

—Soy Savannah —dijo, ladeando la cabeza. —Aunque seguro ya has escuchado de mí.

Auren la miró.
Pero no con interés, ni con cortesía.
Solo la miró… como quien observa algo que no comprende del todo.

—No —respondió él simplemente.
Y entonces, retiró el brazo con suavidad, pero con una firmeza que hizo que Savannah parpadeara, como si acabara de recibir una bofetada invisible.

—Gracias por la oferta —añadió él, en ese tono casi elegante, casi frío—. Pero prefiero caminar solo.

Y sin esperar más, me miró una vez más a mí.
Una mirada rápida, fugaz… como si me estuviera evaluando.
Y luego se fue.

Savannah se quedó ahí, petrificada.
Yo… también.

No por pena ajena.

Sino porque en ese gesto silencioso, algo se rompió dentro del aire.
Como si hubiera llegado alguien que no encaja en este mundo… pero no por accidente.

Salí del aula con la mente revuelta.
¿Cómo sabía mi nombre?
No se lo había dicho a nadie… al menos no a alguien como él.

Intenté sacudir la cabeza y seguir con normalidad, pero la imagen de sus ojos grises ceniza me perseguía.

No pasó mucho tiempo antes de que me lo encontrara de nuevo, esta vez en el pasillo, apoyado contra la pared, leyendo un libro.

—Hola —dije, un poco más firme de lo que me sentía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.