Heridas Ocultas

Capítulo 17

Lancé la lata de cerveza vacía a la arena. No creía que nadie se opusiera a eso, cada persona estaba en lo suyo y con eso quiero decir que se encontraban totalmente ajenos a cualquier inconveniente. Me crucé de brazos y me recargué en el auto mientras veía la cantidad de personas que se paseaban de un lado a otro. 

Al momento en que llegamos, Derek desapareció con Cecy. Asumí que estaban follando en alguna parte de la playa. Jay estaba a mi lado encima del capo del auto, platicando con Richard, el tipo que nos había invitado. Hasta ahora, no tenía ni idea de quién era el festejado, pero a nadie parecía importarle siempre y cuando hubiera bebidas gratis.

―Los veo luego ―vi a Richard alejarse y me dispuse a mirar el panorama que tenía enfrente. 

La música electrónica provenía de un auto, que se encontraba rodeada de chicas y chicos. Se embarraban entre sí al mismo ritmo. Localicé a una chica, dejándose manosear por otro tipo. Se parecía a... me tensé y estuve apunto de correr hacia ahí y romperle los huesos, pero dejé salir un suspiro silencioso cuando vi el rostro de la chica. No era Megan. 

La había perdido de vista desde hace media hora. Amy y Sophie la convencieron de dar un paseo alrededor. Y no tuve más que verla partir. 

―¿Qué te pasa, Dom? Te ves un poco distraído ―escuché decir a Jay, dándose cuenta que no había puesto atención en la conversación con Richard.

Sin mirarlo, me encogí de hombros.

―Estoy bien, es sólo que no estoy acostumbrado a este tipos de fiestas ―y era la verdad. Estaba acostumbrado  a lugares cerrados.

―Puedes irte, si quieres. No tienes por qué sentirte obligado a estar aquí.

No me sentía de esa manera. Simplemente estaba tratando de aclimantarme a sobrellevar la situación. Y Jay estaba totalmente demente si pretendía que me fuera, sabiendo que Megan se quedaría. Quería estar cerca de ella por si me necesitaba. Se podría esperar lo que sea con los idiotas borrachos de mi entorno.

―¿Qué has investigado de tu padre? ―su pregunta me dejó a la deriva.

―Nada nuevo ―fruncí el ceño para mí mismo. Estos últimos días no había tomado el tiempo necesario para encontrar a Irwin. La única información que tenía era que estaba rehaciendo su vida y eso me frustraba.

―Deberías intentar comunicarte con él ―la voz de Jay trataba de perderse entre la música y las voces de los demás, pero logré escucharlo con claridad.

―Mis puños en su cara son los quieren comunicarse con él ―aclaré, sintiendo la irritación surgir en la garganta.

―Si no te conociera, diría que estás loco ―lo miré y suspiró, volviendo su vista a algún punto frente a él―, Pero entiendo tu rencor.

Jay tampoco era muy abierto a sus problemas. Era discreto al igual que yo, con la diferencia de que él lo disimulaba utilizando una actitud simpática y amigable. Algo que yo no podía hacer muy bien.

Lo que sí sabía era que sus padres lo manipulaban desde pequeño, sin darle la oportunidad de tomar sus propias decisiones. Pero llegó un momento en que se hartó y huyó de casa para encontrar la libertad que tanto deseaba, y en cierto punto, lo logró.

―Somos tan miserables ―añadió, con su mirada perdida en sus pensamientos.

Quería estar de acuerdo. Una gran parte de mí lo estaba. No era como cualquier chico normal de veintiún años. Pero en el instante en que encontré a Megan cerca de la fogata y la miré, me di cuenta que no era tan miserable después de todo. Tenía su amistad y eso era suficiente para sentirme orgulloso. 

―Tal vez ―las palabras salieron de mis labios mientras la veía sonreír despreocupadamente  con Amy y Sophie.

Jay debió asombrarse por mi respuesta. Comúnmente concordaba los argumentos que se relacionaban con nuestras vidas. 

―Ya veo ―el tono en que lo dijo fue con cierto humor. Me volví hacia a él y sonrió, percatándose hacia donde miraba.

Carraspé y aparté la vista de Megan, enfocándome en las demás personas.

―¿Qué hay entre ella y tú? ―cuestionó Jay y respiré profundo para luego soltarlo en un largo suspiro.

―Somos amigos, supongo ―alcé un hombro, mostrando indiferencia.

―Pero no quieres eso.

―Cállate, Jay ―dije, sin tener el ánimo de tocar el tema.

―Oh, vamos, Dom. Sabes perfectamente que no te conformas con ser su amigo.

Me quedé pensativo, considerando si era lo que quería.

―Pertenecemos a mundos diferentes ―no había posibilidad de llevar a cabo una relación amorosa cuando ni siquiera podía arreglar mis propios asuntos.

―Puede ser, pero eso no quiere decir que no sean compatibles ―murmuró, alentándome a darle la razón.

―No quiero hablar de eso ahora ¿de acuerdo? ―reprendí con tranquilidad.

Hubo una pausa y lo vi asentir, resignado.

―Está bien, pero como amigo, te aconsejo que te arriesges a intentarlo ―dijo con signo de derrota y bajó del capo del auto―. Iré por unas cervezas, ¿quieres una?

Negué la cabeza y se encogió de hombros para después marcharse. Volví a mirar a Megan, sintiendo una opresión en el pecho y preguntándome si sería posible en que ella consiguiera reemplazar todo esa ira y dolor por algo que me hiciera sentir cómodo y en paz.

Su mirada se desplazó hacia a mí hasta que nuestros ojos se encontraron. El corazón comenzó a latirme con fuerza y las comisuras de mis labios se estiraron levemente, disculpándome por estarla observando como un idiota. Sonrió tímidamente por unos segundos antes de que aquél gesto desapareciera al momento en que miró sobre mi hombro. 

Me volví, frunciendo el ceño y no me sorprendió ver a Josh caminando hacia a mí. Juro que le gustaba verme furioso cada vez que podía. 

―La rata de la ciudad está aquí, qué lindo ―dijo una vez que estuvo lo suficientemente cerca para oírlo.

―Deberías dejar de hablar sobre ti mismo ―respondí, con la intención de ofenderlo.



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En el texto hay: romance, accion, amor

Editado: 03.11.2020

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