Hermandad: Ciudad Oscura (vol.2)

Una vida que no es de todos.

Ciudad Central era bastante más grande de lo que parecía y por eso mismo estaba bastante delimitada en cualquier caso, desde las zonas exteriores, las zonas centrales, zonas en construcción pero una destacaba sobre todas ellas, incluso para la gente de fuera de la ciudad.

En la zona central estaba la zona conocida como Dorada, la zona más inaccesible de la ciudad y ahí no solo estaba el edificio principal de la Sociedad de Oro, sino también una zona con hoteles lujosos, casas enormes donde vivían los políticos y la gente importante de la ciudad.

El edificio de Congreso era un edificio alto, de unos treinta pisos, todos llenos de oficinas y en la última planta, un auditorio donde se llevaban a cabo juntas importantes. Había un restaurante e incluso habitaciones ya que el edificio se usaba como hotel en algunos casos.

—Ya saben que hacer ¿No?— Preguntó una chica cuando entraron al edificio. Ella se quedó ahí.

—Tranquila, hermana, esto será pan comido— Dijo otra chica caminando seguido de un chico un poco más alto que ella.

—Solo mándenme la señal…— Otro de los chicos con una expresión malhumorada camino con despreocupación.

En otro piso, Javier pensaba lo poco que le gustaba esa zona de la ciudad en general, pero cada año pasaba las vacaciones de invierno en familia.  

Pero como casi siempre, sus padres aun no terminaban de trabajar y ahora mismo estaban en las salas de arriba en una junta de trabajo, mientras él estaba esperándolos en una de las zonas comunes del hotel.

Estaba sentado en uno de los sillones de por ahí, jugando con su consola portátil.

—No esperaba verte— Saludo la voz de una chica.

Vania Núñez, una chica de baja estatura, de ojos azulados, piel clara, pecas en la cara, nariz respingada y cabellos castaños acaramelados quebradizos se le acerco con una pequeña sonrisa en sus delgados labios.

—Cuando tiempo sin verte, Vania— Le saludo Javier enderezándose.

Ella era hija de otros políticos que trabajan con los padres de Javier, aunque a distancia, ya que ella era de otro lado, así que desde siempre se han juntado cuando sus padres trabajan y los llevan a esos lugares. Eran amigos de la infancia.

—Sí que ha pasado mucho— Vania se acercó a él con una expresión cansada— Si te hubiera encontrado hace rato, no habría estado tan aburrida ¿Quieres venir a comer algo? Muero de hambre.

—Seguro.

Ambos caminaron con tranquilidad hasta tres pisos debajo. Sus padres estaban dos pares de pisos sobre ellos.

— ¿Y cómo te va en la escuela?— Preguntó Javier para hacer platica, mientras recorrían la mesa de aperitivos.

—Bien, bien, no tengo problemas. Esa Academia es lo que dice ser— Admitió la chica encogiéndose de hombros— Pero todo me parece muy aburrido.

Javier sabía que ella no tenía poderes pero a cambio era la chica más brillante que conocía, no solo era buena en los estudios y en todo lo que se proponía sino que también era una estratega nata.

— ¿Y a ti? ¿Torre Blanca es divertida?— Preguntó Vania mirándolo por encima del hombro— Ya debes estar en prácticas ¿No?

—No creo que la forma de hacer las cosas en Torre Blanca sea muy diferente de como lo hacen en Poodle Blu— Javier tomo un cupcake de chocolate y lo mordió— Deberías probar este, es muy rico.

—Sí, es delicioso— Una sonrisa encantada se dibujó en su rostro cuando lo probo— Por cierto, se pronuncia Pugnale Blu, no Poodle y sí, creo que no son muy diferentes pero ustedes empiezan un año antes sus prácticas.

—Así que todavía no empiezas tú…

Ella asintió.

Torre Blanca y Pugnale Blu son escuelas especiales que se dedican a entrenar a los futuros superhéroes aunque estaban en diferentes ciudades. Torre Blanca de Ciudad Central y Pugnale Blu de Ciudad Marina, casi del otro lado del mundo.

— ¿Y extrañas estar aquí?— Preguntó Javier tomando otro que tenía una cubierta de chocolate blanco.

—No tanto— Vania se quedó solo un poco pensativa— Ya me acostumbre a estar en esa ciudad ¡Es muy grande y muy azul! Además es menos peligrosa que está, si me lo preguntas…

Eso no sonó tan bien para Javier.

— ¿Y tú cómo vas? La última vez me platicaste de una chica ¿Cómo va?— Preguntó Vania regresando la vista a los postres.

—Ah, pues… Supongo que bien…—Javier se sonrojo.

— ¿No ha pasado nada, verdad?

—No, pero creo que porque vamos a nuestro ritmo, sin presiones, creo— Dijo Javier, recordando que lo poco que había avanzado se había ido por la borda por el ataque de un villano.

—Te creeré.

Aunque no le cree.

— ¿Y qué me dices de ti? ¿Te gusta alguien de por allá?— Preguntó Javier tomando ahora una brocheta de frutas para llenarla de chocolate derretido de la fuente.

—Creo que si— Vania se detuvo y le sonrió haciendo una mueca— Pero nunca se fijaría en mí.

— ¿Te rechazo?— Preguntó y entonces negó varias veces— Claro, si quieres contarme…




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