— ¿Quieres lo de siempre?— Preguntó Santiago acercándose a una mesa en el segundo piso del restaurante en el que trabajaba mientras terminaba de anotar el pedido de una mesa cercana— ¿O quieres algo diferente?
Portaba su uniforme de mesero, su pantalón negro de vestir, su camisa blanca, su chaleco negro, un elegante moño negro y un babero negro que solo abarcaba sus pantalones. Sus cabellos un poco largos estaban atados.
—Eso es muy grosero— Eva Milim hizo una mueca, apartando la mirada del chico y cubriendo su rostro con su abanico— Se supone que debes dar un buen servicio ¿Por qué me hablas como si fuéramos amigos?
Eva era pequeña, de tez muy pálida, ojos azules brillantes, adornados de leves sombras negras y unos cabellos largos azules atados en un chongo. De nariz respingada y labios delgados. Llevaba un kimono azul con marcas negras con un gran moño atándolo.
— ¿No lo somos?— Pregunto el chico confundido, pues habían estado hablando bastante cuando ella iba así que ¿No eran amigos?
—Sí, pero… ¡Como sea! ¡Tráeme lo de siempre!— Dijo la chica, manteniendo la vista lejos de él, un poco sonrojada.
Ya podía considerarlo un amigo, aunque no lo diría en voz alta.
Santiago hizo una pequeña reverencia y se fue de ahí.
Eva lo miro irse con un leve sonrojo, pero al instante regreso la vista a su computadora, donde seguía trabajando en los venenos que tenía que hacer.
Decir que los hacía por encargo era irresponsable, a veces trabajaba con curas para venenos de Blogumas para la SDO pero su trabajo más importante era con cierto joven famoso por ser parte de los Tops pero nadie podía saberlo por lo que siempre terminaba viéndose sospechosa.
Pero pensaba que un secreto hacia a una mujer interesante.
Y trabajar ahí hacia que Santiago le ayudara de vez en cuando, aunque no es que estuviera buscando que la ayudara pues ella era más lista que él.
Aun así…
—Le traigo su plato de carne de res a término medio, sin verduras salvo el tomate y los tallarines tailandeses— Dijo el chico colocando ambos platos cerca de ella.
La chica asintió y se dispuso a comer con una sonrisa en el rostro, solo para notar que Santiago le miraba con atención, lo que la sonrojo, entonces rápidamente abrió su abanico y se cubrió el rostro.
— ¿Q-qué ocurre?— Pregunto Eva, manteniendo el abanico sobre su rostro para que no se notara su sonrojo.
—Solo me sigue dando curiosidad tu poder— Santiago estaba mirando la araña negra sobre su hombro— En buen sentido, claro y se cómo funciona solo me parece muy curioso, eso es todo.
El cuerpo de Eva liberaba feromonas que solo podían identificar los arácnidos, y gracias a eso, la chica podía controlarlas, al menos haciéndolas dóciles para ella y pudiendo dar pequeñas órdenes.
—Al menos no tengo que volver a explicártelo— Eva se aclaró la garganta y miro a la araña que tenía sobre su hombro. No era muy grande pero tenía algunas líneas azules en las patas— ¿Es desagradable?
— ¿Eh?— Santiago parecía confundido.
—No importa…— Dijo la chica, apartando la vista.
— ¿Es venenosa?
— ¿Esta? No— Eva le miro— ¿Quieres tocarla?
—No, gracias— Santiago negó con la cabeza y se apartó— Regreso a mi trabajo, llámame si necesitas algo más de comer o algún consejo sobre tu trabajo ¿Sigues con esa muestra?
—No, es nueva pero el consejo que me diste, me sirvió así que… Bueno, supongo que no eres tan tonto como pensé— Aseguro la chica con cierto orgullo, no pudiendo decir un simple gracias aunque lo pensó.
—Bien, bien— Santiago ya estaba acostumbrado a eso.
Mientras tanto, a solo una calle de ahí, Pulso caminaba con despreocupación por la ciudad, observándola con atención mientras avanzaba debajo de las luces de las farolas. Era un juego divertido caminar bajo la luz.
Raramente podía disfrutar de esas banalidades.
El chico cruzo la calle como si nada pero siendo interrumpido por un auto que se detuvo muy cerca de él, tocando varias veces la bocina. Había logrado detenerse antes de pasar sobre él.
— ¡Idiota, no estás viendo la luz!— Le grito el conductor.
Siempre había gente que solo buscaba terminar con la diversión.
—Ah, estaba siendo demasiado bueno— Dijo Pulso, poniendo la mano sobre el carro, entonces las vibraciones comenzaron, provocando que el metal se doblara hacia el conductor, aplastándolo.
Los gritos comenzaron.
— ¡Ah, ahora son todos!— Pulso negó con la cabeza, mostrándose irritado mientras rascaba su mejilla con tanta fuerza que de un momento a otro se provocó una herida. Se notaba que no era la primera vez que pasaba.
Pulso toco el suelo y provoco un temblor que hizo quebrar el suelo cerca de él, atrapando a algunas personas que corrían por ahí o empujándolas lejos y provocando que las luces públicas cayeran o se sumergieran entre los escombros que estaban provocando las ondas que estaba introduciendo en la tierra.
Su poder, pulso, le permitía introducir ondas en aquello que tocara ya que sus partículas p, aquellas que creaba su cuerpo y con las que podía usar su poder, provocaban el movimiento incontrolable de las partículas de carbono de cualquier objeto o persona. Solo funcionaba en cosas físicas, lo bastante unidas a nivel molecular por lo que el aire no era un vehículo útil para su poder.