Hermanos de la Oscuridad

Capítulo 8 -El que busca, encuentra

Pasamos leyendo el diario todo el día en El Bistro, pero no había más que cosas sobre su gobierno en ese entonces. La profesora de filosofía estaba tan interesada en el diario porque en varias partes mencionaba frases que eran supuestamente célebres, pero aparentemente alguien más se llevó el crédito. El diario de Elijah tiene nombres en las últimas hojas. Algunos con caligrafía muy elegante y otros no tanto. Las hojas eran bastante raras aparte de que estaban amarillentas por lo viejo y el cuero desgastado y quebrado; eran demasiados nombres, pero uno tenía una anotación que a penas y pudimos ver porque la letra era ilegible,  al principio narraba una historia corta. Decía: Han matado a mi hermano de otra sangre, lo han hecho frente a mí buscando el maldito diario. Clilies se dicen llamar y él era uno de ellos, su propia gente lo ha asesinado, todos ellos son asesinos. ASESINOS. Nunca confíes en ellos, él era diferente. No importa cuánto quiera disuadirte de ello, terminarán por asesinarte. Me ha tomado cincuenta años averiguar porqué hay demasiados nombres. Él me ha dejado este diario cargado de secretos y ha dicho antes de morir que tiene que estar escondido. Hoy por fin lo he descubierto. Casi me vuelvo loco tratando de averiguar, pero tú viajero tienes la suerte de toparte con este escrito. Hoy 10 de junio de 1820, he anotado mi nombre acá —regresé para verificar su nombre— No puedo creerlo — le dije a Noah y la miré fijamente.

—¿Qué sucede? —dejó su taza en la mesa y se acercó a leer el diario. Su expresión era totalmente igual a la mía.—Tiene que ser otro —negó con la cabeza.

—Noah, su apellido es único en el mundo. Alguien se aseguró de eso, debe ser por algo. Al igual que el mío. Sabes que yo no me dejo llevar por cosas como esta, pero es que es mucha coincidencia que nuestra familia haya estado unida por demasiado tiempo. Ve tú misma.

Blacke estaba remarcado varias veces y se le anteponía Josiah escrito con garabatos. Él era claramente un falmiliar de Noah, un muy antiguo familiar, claro. Noah y yo no éramos amigas por casualidad y destino, éramos amigas porque así lo habían querido nuestras familias desde hace siglos y nosotras no teníamos palabra en eso. Mis padres conocían a los suyos de toda una vida al igual que nuestros abuelos y así se extiende la cadena.

—Eso podría significar que soy como tú. 

—Noah, puede significar cualquier cosa.

Ella tomó sus cosas, dejó dinero en la mesa y se fué. Intenté detenerla, pero sus largas piernas le dieron ventaja sobre mí, en cuánto pudo tomó otra calle y la perdí en seguida.

Regresé por mis cosas y guardé el diario en la mochila, pagué y me fui directo a su casa, probablemente la meta en problemas porque sus padres no saben que no fue a clases, pero me preocupa a dónde puede haber ido o las cosas que puede hacer en un momento como este. No quiero decir que yo me lo tomé demasiado bien, pero Noah siempre es muy emocional y la mayoría de veces no piensa las cosas que hace ya sea por impulso o porque quiere.

Esta mañana salí sin el auto porque necesitaba caminar, así que el recorrido hasta su casa será un poco largo.
Quizá haya sido un maldito error contarle todo, violé la primera regla que mis padres me dijeron. Pero ella también es parte de todo ¿no?

Llegué a su casa, el único coche que había era el de Noah. Tomé la llave que esconden bajo la maceta de rosales y entré de prisa. Subí las escaleras lo más rápido que pude. —Dios mío— los sollozos se escuchaban desde el piso de abajo, me apresuré a entrar a su habitación y ella estaba hecha un ovillo en la cama.

—Lo siento mucho, Noah, si yo no te hubiera contado...

—Pero lo hiciste —me interrumpió—, por alguna razón tus padres te dijeron que no abrieras la boca y lo hiciste. Eres mala guardando secretos. 

Intenté acercarme para sentarme, pero su mirada se  llenó de horror. 
Que me viera así fue sinónimo de meterme la mano en el pecho y estrujar mi corazón hasta sacarle toda la sangre y los sentimientos que lleva dentro. Las lagrimas comenzaron a brotar sin detenerse trataba de hablar, pero mi voz estaba tan quebrada como la suya. 
Di un pasó más y soltó un chillido.

—¡No te acerques! —saltó de la cama y tomó una cuchilla de su mesa junto a la cama— un paso más y...

—Jamás te haría daño— la interrumpí—Noah, por favor, eres mi mejor amiga. 

Las lagrimas y el profundo dolor seguían desgarrando mi equilibrio mental.

—Dice que las personas como ustedes nos asesinan. Asesinan a todos. Tú misma dijiste que no puede haber tanta coincidencia. Y no hablemos de tu agresividad ultimamente.




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