Cap 3
Renata
Al llegar a la escuela Galilea me recibe con un abrazo, en el momento en el que siento su contacto, me separo de inmediato, no sé porque pero cuando ella me abraza siento como un vacío, realmente no lo entiendo, solo sé que es raro. Mientras tomamos asiento en nuestro lugar, me dice porque el día de ayer no pudo venir y yo le cuento lo que que sucedió con nuestro nuevo compañero de clases, lo que parece causarle cierta gracia.
Empieza a sacar sus cosas para estar lista para la clase que en unos minutos más va a empezar, pero el susodicho se para enfrente de nuestra mesa, antes de que alguno de los tres pueda decir algo el profesor dice que está al tanto de la situación entre los dos y en su clase tendremos que estar juntos, antes de que pueda protestar se da media vuelta y camina hasta donde se encuentra su escritorio.
Esto no puede ser. ¿Ahora que voy a hacer?
Gali me ayuda mucho en cálculo, en especial los lunes y jueves que nos tocan dos horas. Ahora solo me queda prestar atención y rezar mucho para pasar la materia, porque es mi último año y no puedo darme el lujo de reprobar.
Mi mejor amiga se cambia de lugar y él toma asiento a mi lado, niego un par de veces. La clase comienza y trato de prestar atención, pero con él intentando sacar tema de conversación es imposible, estoy segura que de cálculo sabe lo que yo de autos.
Nada.
El profesor nos da una hoja que tenemos que contestar para salir al descanso, lo que me parece estúpido, ¿con qué derecho nos va a retener? Pienso en decircelo, pero decido mejor hecharcelo en cara cuando toquen la campana, mientras tanto, trato de entender los ejercicios pero no puedo. ¿Cómo se supone que los voy a resolver si no presté atención a la explicación?
Bueno, tampoco puedo culpar al cien por ciento al chico que tengo sentado a mi lado, porque esta explicación no es solo de hoy, ya lleva días atrás enseñandolo y yo no recuerdo haberle prestado atención y ahora estas son las consecuencias.
Hago la hoja a un lado y él la toma, al principio me preocupo, pero después me da igual y empiezo a dibujar tonterías en mi libreta.
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero el suficiente como para tener dos páginas rayadas por completo.
―Pueden salir ―escucho decir al maestro, no hago caso porque claramente no me habla a mí.
―¿Te vas a quedar aquí? ―dice el engreído.
―¿Nosotros? ―el maestro asiente y sin pedir una explicación decido tomarle la palabra.
Salimos y bajamos al patio, estoy sorprendida, como es posible que nosotros somos los primeros en salir.
―De nada.
―¿Tú resolviste los ejercicios?
―Por supuesto ―responde como si fuera un genio.
―Lo más probable es que las respuestas estén mal.
―Te apuesto lo que quieras que sacamos diez en esto.
—No creo que... —me quedo callada cuando dos chicas se acercan a él.
―Hola ―dice una mientras juega con un mechón de su cabello ―eres el nuevo, ¿verdad? ―asiente ―me alegra que por fin en esta escuela haya alguien guapo.
—Que comentario más estúpido acabo de escuchar —los tres me miran sorprendidos —¿Qué?
—Tú siempre dices lo que piensas, ¿verdad?
—Siempre.
—Como sea, esto es para ti —le entrega un papelito blanco doblado.
—¿Y qué es? —pregunta mientras lo sostiene en sus manos.
—Mi número —le responde ella con una sonrisa —nos vemos —se despiden con un movimiento de mano y se van.
—No cabe duda —observa por unos segundos el papelito que le dieron y sin siquiera abrilo lo tira al bote de basura —les gusto a todas.
—Creo que el "Todas" te queda muy grande.
—¿Por qué lo dices?
—Claramente hay chicas a las que no les gustas.
—Lo dudo —responde con toda la intención de molestar —No conozco una sola chica a la que no le haya gustado.
—Hola, mi nombre es Renata —me presento como respuesta a lo que acaba de decir.
—¿Estás segura?
—Por supuesto
—Es cuestión de tiempo para que no solo te guste sino que te enamores de mí.
—Que me llegues a gustar es algo difícil, pero lo que realmente nunca vas a lograr es que me enamore de ti, eso si velo descartando de una vez.
—Yo sé que puedo entrar aquí —señala mi corazón.
—Créeme que ni con esa seguridad con la que me lo estás diciendo vas a lograr algo, yo no me enamoraría de un idiota como tú —sonríe mientras con su lengua moja sutilmente sus labios —Créeme que es más fácil que te enamores de mí que yo de ti.
—Me parece interesante que te creas capaz de enamorarme, eso solo lo han logrado solo dos personas.
—Y si yo me lo propongo, puedo ser la tercera.
—No, créeme que no.
—Soy muy perseverante, cuando quiero algo termino obteniendolo.
—Al parecer es algo que tenemos en común.
—No es algo que me importe —me doy media vuelta y comienzo a caminar, me detengo cuando siento como toma mi mano, de inmediato me giro en su dirección.
—Te propomgo algo. ¿Apostamos? —lo miro confundida —Tú aseguras que puedes enamorarme y yo estoy convencido de que puedo enamorarte, así que... desmostremos quien se equivoca —aquella propuesta me parece sumamente divertida —¿Qué dices?
—No me interesa demostrar nada.
—Mejor dime que tienes miedo y que por eso no vas a aceptar.
—Yo no le tengo miedo a esta tontería.
—Pues a mí me parece que si, pero es válido, porque enamorarte de mi sería...
—Una estupidez —termino su frase y sonríe.
—Lo mejor que te pudiera pasar —me corrige —¿A qué le tienes miedo? ¿A enamorarte de la mejor perosna?
—Acepto tu tonta apuesta, porque jamás me enamoraría de un idiota como tú.
—Ya veremos, preciosa —mientras estrechamos nuestras manos él no deja de sonreír, es como si ya hubiera ganado —todo está permitido ¿o te da miedo?
―¿Miedo yo? ―pregunto incrédula —¡por favor!
—¿Eso quiere decir que aceptas el "todo permitido"?