Christopher.
—¿Q-qué? —mi voz salió en un susurro tembloroso, apenas audible.
Los ojos asustados de Emmett viajaron de mí hacia Josh. Noté cómo mi primo se tensaba, pero no por la mirada de Emmett. Sus ojos estaban fijos en mí, y ahora lucían nerviosos. Dio un par de pasos en mi dirección, pero yo retrocedí, mirando a todos de hito en hito.
—¿C-cómo que se fue? ¿D-de qué mierda están hablando?
—Chris... por favor, no te alteres. Acabas de llegar y...—
—¡¿Cómo que se fue?! ¡¿Cómo permitieron eso?! ¡Se suponía que debían protegerla! —no pude evitar explotar. El monstruo del pánico ya comenzaba a devorarme desde dentro.
Vi cómo Emmett y Josh se sobresaltaban, pero aun así intentaron acercarse, como si quisieran contenerme. Josh me tomó del brazo, pero ya preso de una ira ciega, lo aparté de un tirón.
—¡¿Qué ha pasado?! ¡¿Cómo fue que...?!—
—Cariño, respira. Aún no lo sabemos con certeza. Cuando despertamos, fui a buscarla a la habitación, pero ya no estaba —fue Jess quien trató de explicarme. Al sentir su cercanía, intenté calmarme. Sabía que lo lamentaría si no lograba controlarme con ella. Pero me estaba costando demasiado.
Jess me tomó de los hombros, fijando en mí su mirada de miel. La vi tragar saliva con dificultad antes de continuar.
—Buscamos en los alrededores de la casa... salimos de la granja, Emmett nos llevó a zonas cercanas, pero... no encontramos rastro de ella. N-no sabemos cómo pasó, ni en qué momento. Sólo...—
—Antes de que empieces a suponer lo peor, tranquilo —intervino Josh—. Ni el Guardián ni Lucifer tuvieron algo que ver en esto. Fue decisión de ella.
—¿Pero de qué mierda estás...?
—Cuando volvimos a revisar su habitación... encontramos esto sobre la almohada —dijo Emmett. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza al ver lo que ahora sostenía en su mano: un sobre de papel—. Fue ella quien decidió irse. Aquí lo explica todo.
—N-no... No es posible. Ella no...—
Negué con la cabeza, sintiendo cómo todo a mi alrededor comenzaba a girar. De pronto, me vi incapaz de soportarlo. Las fuerzas me abandonaron, y el cansancio me cayó encima como una losa, envolviéndome por completo.
Los rostros frente a mí se tornaron preocupados, pero no tardaron en reaccionar. Abby y Jess fueron las primeras en acercarse, intentando sostenerme. Aunque escuchaba sus súplicas, no podía responderles. No ahora.
Un peso inmenso me oprimía el pecho. Estas últimas semanas había estado buscado a Koran y a Adela sin descanso, recorriendo cada rincón, consumido por la incertidumbre y las dudas. Estaba desesperado. No me detuve ni un segundo, y supongo que todo eso también me está pasando factura ahora.
Sinceramente, en este momento me siento tan golpeado por la impresión que apenas si puedo mantenerme en pie. Es como si estuviera a punto de desmayarme.
«Chris, respira… respira… No es el momento para esto. No ahora.»
¿Por qué, bella...? ¿Por qué has hecho esto? ¿Será verdad? Es absurdo...
Ella no puede estar allá afuera sola. Ella le teme a esa oscuridad que se ha adueñado del mundo…
—Chris... querido, ven —siento cómo Jess y los demás me toman de los brazos, intentando llevarme hasta uno de los sofás de la estancia. Pero niego, me detengo, y antes de que puedan avanzar más, los aparto suavemente. Necesito respuestas. Necesito enfrentar esto.
—Emmett... dame esa carta.
—Chris...
—¡He dicho que me la des! ¡¿O serán ustedes los que me explicarán qué demonios pasó aquí para que ella haya decidido huir así?! —no quiero gritarles, de verdad no quiero, pero mis emociones ya me sobrepasan. Verlos intercambiar miradas en silencio solo alimenta la ansiedad que me devora—. ¡Hablen ya! ¡¿Qué demonios pasó?! ¡¿Qué la llevó a tomar esa decisión?! ¡¿Cómo fue posible que...?!—
—Ninguno lo hubiéramos permitido, Smith. Tranquilízate —responde el joven de armadura, con voz firme.
—¿En serio? ¡Pero es absurdo que nadie notara antes que algo iba mal! ¡¿Saben lo que puede ocurrirle allá afuera?! ¡Maldita sea! ¡¿Cómo es posible que nadie se percatara de...?!—
—Aún no lo entendemos —interviene Emmett, con el ceño fruncido—. Nadie esperaba algo así de ella. Connie aún se encontraba muy delicada... ¿cómo íbamos a imaginar que haría algo así? Incluso aquí... temía la llegada de la noche.
—¡¿Entonces por qué huyó?! ¡¿Qué es lo que dice esa carta?! —espeto con desesperación. Emmett baja la mirada, avergonzado. No quiero ser duro con él. Sé que probablemente no es su culpa; lo conozco, confío en él. Por eso le pedí que se quedara a protegerlos. Nadie mejor que él. Pero no puedo evitarlo… algo grave debió pasar en mi ausencia para que ella haya tomado una decisión así.
Connie no se habría ido sola a enfrentar a ese oscuro mundo porque sí. Ella aún tenía miedo, aún no podía dormir tranquila, aún evitaba mirar por la ventana al caer la noche...
¿Qué mierda pasó entonces? Porque algo terrible debió pasar.
—Emmett... déjame leer eso ahora, por favor.
—Está bien, Chris. Pero te pido que no saques conclusiones apresuradas. Es posible que la chica haya malinterpretado las cosas y...—
—¡Entrégamela, he dicho! —lo interrumpo con voz severa. Emmett asiente, sin discutir, y me tiende el sobre. Se lo arrebato de las manos. El papel cruje entre mis dedos, aún calientes por la furia.
Con el corazón latiendo con fuerza, abro el sobre. Mis ojos se llenan de lágrimas al ver la letra: es la suya, sin duda. La reconozco por los apuntes que tomaba, por las tareas que dejaba en alemán para los niños, por los pequeños detalles... y entonces empiezo a leer. Al principio, una disculpa que ya me destroza desde la primera línea.
—No creas que no hicimos nada —murmura Emmett, con voz baja, mientras sigo leyendo—. En cuanto nos dimos cuenta, salimos a buscarla. Tu primo, tu cuñada y yo. Pero no encontramos nada. Ni siquiera un rastro de su energía...