El sonido de las ambulancias retumbaba en mis oídos, con el pasar de los segundos se hacía más cercano. Pero a la vez más distante, no entendía lo que sucedía , hasta hace un poco me encontraba llendo a casa y ahora todo me era borroso.
Me costaba respirar, no podía siquiera pararme y el dolor de mi cuerpo era insoportable. Con dificultad traté de abrir mis ojos, cosa que no conseguí completamente. Pues solo uno de ellos me respondió.
Sangre....
Fue lo primero que vi. No estaba asustado más bien sentía una mezcla de decepción, era obvio que estaba muriendo.
"Vaya mierda" pensé.
No es como que me agradará la idea de estar vivo o siquiera el hecho de caminar todos los días con la misma sociedad de mierda de siempre. Pero tampoco esperaba morir pronto.
Tenía tantas cosas que hacer, nada que realmente ayudara a la sociedad. Más bien cosas egoístas para mi mismo. Pero vaya decepción que me eh llevado... Estoy muriendo y eso es inevitable.
Solo un milagro podría salvarme, pero vamos no soy tan optimista para creer que ese tipo de cosas existen. Más bien deseaba que esto se acabará cuanto antes, pues el dolor que me rodeaba era insoportable.
–¡QUEDATE CON NOSOTROS!
Un grito retumbó en mis oídos, los paramedicos habían llegado. ¡Vaya sorpresa! eso significaba que saldría vivo de esta.
Con la delicadeza de un orangután me levantaron. Justo en ese preciso instante pude ver algo rojo saliendo de las llamas. Algo que realmente llamó mi atención, así que con dificultad traté de enfocar mi vista para saber que era esa cosa.
Había perdido mucha sangre, así que me era casi imposible ver las cosas con claridad. Pues me encontraba realmente mareado. Y el no poder ver bien me estaba haciendo enojar demasiado.
Una chica...
Más especificamente una pelirroja. Se comenzó a parar torpemente fuera de las llamas. Y de un momento a otro me miro.
–Gracias.
Dijo moviendo la comisura de sus labios para poco después desmayarse siendo atrapada por otro chico de blanco.
Quería llorar. Pero no entendía el porque, mi corazón latía muy fuerte. Dolía. Así como mi cabeza, porque me daba las gracias y porque no podía recordar nada. "¡Carajo!" me estaba empezando a molestar.
La situación en la que me encontraba no ayudaba mucho. Y sin saberlo de un momento a otro mi cuerpo sucumbió en el cansancio. Cerré los ojos, ni siquiera llegué a la ambulancia.
Todo se volvió más ligero. Y un color negro inundó mis pensamientos.
Había muerto.