Una mañana de un sábado un orfanato abría sus puertas nuevamente para ofrecer los servicios que daban a diario, solo una cosa cambió ese día, una canasta se encontraba en el jardín del establecimiento. Una pequeña de ojos verdes y cabello azabache que se encontraba observando las flores del jardín se percató de la canasta y al acercarse a ella escuchó un llanto proveniente de la bebé que se hallaba dentro de la canasta.
-¡Maestra Liz!-
Gritó la pequeña entrando al orfanato para luego salir nuevamente tomando la mano de una de las cuidadoras del lugar. Con su cabello azabache trenzado y sus ojos color miel salió caminando al lado de la pequeña.
-Debe ver lo que encontré mientras veía las flores-
Dijo la pequeña "arrastrando" a la más grande. La mayor se sorprendió bastante al ver aquella canasta y rápidamente la tomó para llevarla dentro del establecimiento.
- ¡Superiora! ¡Venga a ver esto!-
Llamó entre gritos a la mayor de las cuidadoras que se ocupaban del orfanato.
-Pero no hace falta que grites madre Liz ¿Qué es lo que quiere mostrarme? -
La superiora tenía unos ojos cafés y un cabello del mismo color, en su rostro se podían observar las arrugas que tenía debido a su edad, pero sin embargo esta siempre mantenía una sonrisa.
Al lograr observar a la bebé dentro de la canasta la tomó en brazos dejando la canasta a un lado y comenzó a arrullarla ya que demostraba que estaba a pocos segundos de estallar en llanto.
- ¿Quién dejaría a una bebé como ella en un lugar así... ¿dónde me dijiste que la encontraste?
-En el jardín-
-Oh dios su cuerpo está algo frío eso indica que ya llevaba bastante tiempo ahí; lleva a la pequeña a que le pongan un pañal y que le pongan un poco de ropa, si la dejamos así morirá de frío.-
La madre Liz tomó a la bebé en brazos para luego ir con ella a vestirla y ponerle un pañal. Una vez que terminó con esto volvió a tomarla en brazos arrullándola suavemente. En cuanto la bebé sintió calidez abrió sus ojitos, estos eran de un color azul bastante hermoso, parecían dos pequeños zafiros.
La madre Liz observó con detalle aquellos hermosos ojos que no perdían pista alguna de ella, después de un buen rato una sonrisa se instaló en los labios de la pequeña mientras extendía sus pequeñas manos hacia el rostro de Liz, quien no pudo ante aquella dulzura y terminó soltando una pequeña risa.
Después de aquel acontecimiento pasaron dos años, la pequeña de ojos zafiro había crecido, su cabello le llegaba a los hombros y era de un tono azul oscuro; cuando le empezó a crecer el cabello las madres se sorprendieron al ver de qué color era. Las trabajadoras del orfanato le habían puesto el nombre de "Dulce" ya que eso encajaba bastante con su actitud.
Al cumplir los dos años descubrieron a la pequeña sentada en el patio llorando, frente a ella había una flor que había sido congelada y sus manos estaban frías, al principio las madres pensaron que ella había tocado el hielo y por eso sus manos estaban así de frías, pero al notar que esta situación se repitió varias veces y con distintos objetos comenzaron a dudar.
Convocaron a una junta en donde todas las que atendían en aquel orfanato y que conocían a la pequeña Dulce se reunieron a discutir aquella situación que se estaba presentando.
-Esa niña tiene alguna especie de don, no es posible que ya pasara tantas veces y con objetos distintos... -
Dijo una de las madres poniendo una mano en su mentón para luego mirar a la madre superiora.
-Tenemos que decirles a las autoridades... ellos tienen que estar enterados de esto-
Todas las personas presentes se quedaron calladas mirando a la madre superiora quien mantenía una expresión molesta
-Si alguien de aquí dice una sola palabra... no tendré más remedio que despedirla-
-Pero superiora... ella tiene razón-
La madre superiora se levantó de su lugar golpeando la mesa
- ¡No! No puedo creer que quieran hacerle algo así a una niña tan pequeña como ella. ¿Saben lo que harán las autoridades si se enteran de lo que está pasando? Seguramente la llevarán a un lugar de pruebas donde la explotarán hasta encontrar los resultados de su don... ¿Es que no lo ven? Ella está a salvo con nosotras, si alguien dice una sola palabra será despedida –
La madre superiora salió de la sala en donde estaban para después ir a buscar a la pequeña Dulce. Al encontrarla jugando con otros chicos del orfanato sonrió y se retiró a su oficina.
Dos años más tarde la puerta del orfanato estaba siendo golpeada violentamente por varios oficiales de policías; todos los niños se habían acercado a ver qué era lo que estaba sucediendo ya que todas las madres se reunieron alrededor de la puerta principal.
-Niños, todos vayan a sus habitaciones... excepto Dulce –
Todos los niños y niñas salieron corriendo dejando a una pequeña de ojos zafiro mirando la puerta principal asustada.
-Hice algo mal? –
Preguntó con inocencia mirando a la madre superiora quien suspiró.
-No hiciste nada malo pequeña... pero la madre Liz te llevará a un lugar-
La mencionada asintió y cargó a la pequeña en brazos para luego salir del orfanato por la puerta trasera la cual daba directamente a un bosque. Los policías no tardaron mucho en percatarse y varios fueron tras la madre Liz que corría con la pequeña en brazos.
Corrieron durante unos minutos, pero en un mal paso la madre cayó al suelo de espaldas soltando a la pequeña la cual cayó unos pasos apartada de la madre Liz, en ese pequeño momento en el que la madre trataba de levantarse los policías lograron alcanzarlas y apuntaron con las armas a la madre Liz.
-Tomen a la niña y maten a la señora –
Dijo firme el oficial en jefe; todos cargaron sus armas y justo cuando estaban por disparar se pudo escuchar un grito hecho por la pequeña Dulce. En el momento en el que ella gritó su "don" se había activado haciendo una pared de hielo entre los soldados y la madre Liz, esta pared de hielo había logrado atrapar todas las balas por lo cual ninguna lastimó a Liz.