Al aparecer en el otro lado volteé a ver muy molesto a Enfermedad, a quien como era de esperarse le importó muy poco el cómo lo mirara, él salió como si conociera de toda la vida la habitación donde estábamos y se dispuso a caminar; cosa curiosa, porque donde estábamos no era una habitación, de hecho ni siquiera era un edificio o algo afín, estábamos completamente a la intemperie, por suerte no estaba haciendo frío en ese lugar.
Me giré y detrás de mí logré ver, no muy lejos, en realidad nada lejos, el castillo que supuse era del que todo el mundo me estuvo hablando. Era una cosa increíble, enorme, no es como que haya visto castillos antes, pero me atrevo a decir que no existe castillo más grande; las murallas medían al menos 10 metros de alto, y se veía que se extendían por un terreno enorme. Aun y con esa altitud de las murallas, se lograban ver 6 torres en ese castillo, era de un color gris, propio de la roca; cada torre, en la parte de hasta arriba tenía pico, suponía que hecho de acero, pero había algo extraño en una de ellas: en la torre que estaba completamente a la derecha parecía que había habido una explosión, puesto que se veía oscurecida de la parte superior, como si el humo negro de algo quemándose hubiese estado pegándole directo a toda esa parte, o como si fuese de ahí de donde hubiera salido; las demás torres se veían normales, al igual que el resto del castillo.
Enfermedad, en cuanto miró el castillo se quedó quieto, completamente inmóvil, volteó a mirarme y lo señaló con el dedo índice de su mano izquierda, con la otra mano me señaló a mí, pero apuntando hacia mi mano. Se me acercó y empezó a jalarme en dirección al castillo, como diciéndome que debía ir para allá, y pues sí tenía que ir a ese lugar, para entender qué era ese símbolo, para entender por qué todos querían que fuera yo a ese sitio.
Estuvimos caminando por algún tiempo, habíamos pasado por varios poblados pequeños que estaban en las afueras de la muralla, y no parecían carecer de cosas básicas, en uno nos ofrecieron comida y alojamiento gratuitamente, en otros nos dijeron, bueno, me dijeron a mí que los protegiera. En otros me decían que me odiaban, casualmente en todos los poblados lo hacían justo después de verme la mano. Lo extraño ocurrió al pasar por el poblado donde me dijeron que me odiaban; había una persona rara en un árbol, parecía humano pero no lo era, o quizá no del todo, tenía orejas largas, era de muy buen parecer, tenía una vestimenta bastante lujosa con unas armas demasiado vistosas; se bajó del árbol con una facilidad enorme a pesar de estar bastante alto y se acercó a mí, miró a Enfermedad que simplemente lo ignoró. Al estar ya frente a mí me dijo lo siguiente:
-Yet sbomrabratsye bodnraryepsye ryedxil yed sbol Makin -al decirlo dio una reverencia que duró unos segundos y después caminó a otro lado.
Yo estaba confundido porque claramente no le entendí ni una sola sílaba, ya que no se parecía a algún lenguaje que hubiera escuchado antes. Me dirigí a él y le dije:
-¡Espera!, no entendí qué es lo que decías, solo logré entender “Makin”, que es lo que me han estado diciendo una y otra vez desde que aparecí por primera vez en este mundo.
Dio la vuelta, me sonrió haciendo de nuevo la reverencia y se marchó diciendo “adiós”, lo que me dio a entender algo importante: hablaba español y el mugroso no quiso traducirme lo que me dijo.
Pero pues, en fin, no era como que fuera la primera cosa extraña que me pasaba, ya debería estarme acostumbrando.
De ese poblado el castillo estaba verdaderamente cerca, ya solo eran unos pocos pasos más. Enfermedad, que se había adelantado, de la nada apareció detrás mío arrastrando a un hombre de aspecto mayor que cargaba una botella, yo imaginé que era de alcohol. Le dije a Enfermedad que lo dejara en paz, y él muy obediente…, lo lanzó a mis pies. El hombre, aturdido por golpe se puso en posición fetal y comenzó a decir repetidamente: “lo lamento”.
-¿Qué es lo que lamenta?, eso debería decirle yo por lo mal que lo ha tratado el cavernícola con el que vengo acompañado.
Al decírselo me acerqué a él e intenté levantarlo, aunque al estar muy cerca, Enfermedad se interpuso entre nosotros, me volteó a ver y declinó con la cabeza; al hacerlo, tomó al señor del brazo, lo agitó bruscamente y de su manga salió un pequeño cuchillo que derramaba un líquido, era claro que estaba completamente bañado en veneno. Después de eso, Enfermedad tomó al hombre del cuello y lo levantó sobre su cabeza con una sola mano, mientras que con la otra preparaba el puño para marcárselo en toda la cara. Detuve a Enfermedad y me dirigí al hombre:
-¿Qué es lo que pasa contigo?, ni siquiera nos conocemos como para que apenas llegue a este lugar y ya intentes matarme, ¿es que acaso todos en este mundo están locos?
El hombre sonrió de una forma muy extraña, parecía retarnos, y dijo:
-Morirás, eso es un hecho.
Al decirlo, el hombre se dejó de mover. Enfermedad no parecía confundido, pero era seguro que él no le había hecho algo, ya que jamás se movió, y yo no creía que lo hubiera estrangulado, puesto que el hombre antes de dejar de moverse pudo hablar, claramente por su garganta aún podía pasar aire; aquello era muy extraño. Le dije a Enfermedad que hiciera algo con el cuerpo (además de que no quería hacerlo yo, supuse que ese infeliz tenía ya mucha experiencia deshaciéndose de cadáveres). A la vez, yo continuaba la fastidiosa caminata hacia el castillo. Minutos pasaron cuando por fin yo me hallaba ya frente a la enorme muralla, la cual tenía las puertas abiertas, dentro se veía un mundo distinto a como era todo afuera. Al entrar, las personas ni me miraban, nadie me prestaba atención, además de que después de ver lo que pasaba en los poblados, decidí mantener mi mano izquierda dentro de mi bolsillo para que no vieran la marca. La ciudad se veía muy alegre, pero era curiosamente silenciosa para lo grande que estaba y todo el movimiento que se veía; sí se escuchaban voces y sonidos, pero era diferente a lo que me imaginaría. Todo era muy pacífico y la ciudad se veía que era completamente circular respecto al castillo, ya que de la puerta de la muralla hacia la puerta del castillo principal, se veía el camino recto, sin desviaciones, casas o edificios atravesados, las torres que había visto antes se veían a lo largo de la ciudadela, y, de cerca, la torre quemada se veía aún más impactante que de lejos, después de todo sí ocurrió algo ahí.
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Editado: 14.04.2024