"Se hace tarde" repetía una y otra vez en mi cabeza conforme el día terminaba y daba paso a la noche. Mis nervios crecían cada vez más, ese día era yo la encargada de traer la noche y elevar la luna a tiempo aunque no tenía ningún problema con eso, no estaban previstos eclipses o algún fenómeno que me hiciera el trabajo aún más difícil, lo cual agradecía. Hacía dos años había renovado mi identidad, y por primera vez en más de cien años, volví a usar mi verdadero nombre ante el mundo; Moon. Era un alivio escucharlo sin temer a que alguien se diera cuenta de quién era en realidad.
No me había arrepentido ni una sola vez desde que acepté el llamado de Luna, había viajado por el mundo, sin embargo generalmente pasaba el día dentro de las locaciones que rentábamos temporalmente. Pero ahora, nos encontramos en Canadá y me encanta el clima, los hijos de la luna no nos afectamos por el frío y a pesar de ser diciembre, la nieve aún no cae, lo que es conveniente, porque odio quitarla del camino.
Pero había una cosa más, lo que me distraía de mi deber no era el clima, ni la nieve o mi pasado. Mi causa era un chico: Sonus. Lo había conocido casi en cuando llegué a la ciudad. Fue mi primer amigo humano y despertaba en mí cierta calidez que no podía describir, la mayoría del tiempo prefiero llamarlo curiosidad, aunque en el fondo no sé qué es ¿Amistad? ¿Fraternidad? Es increíble que no pueda decidir, pero eso importaba poco, el sol estaba a punto de ocultarse mientras Sonus y yo discutíamos sobre temas relativamente interesantes
Sí, claro que los hijos de la luna nos aburrimos de no hacer nada en el día, por lo que decidí pasar mis mañanas atendiendo un pequeño café cerca de una universidad, no me quejaba, a lo largo de los años había terminado varios estudios sin problema alguno. Sin embargo prefería la paz de aquel lugar que aunque la paga era poca, no la necesitaba, de alguna manera, Luna siempre nos daba lo que necesitáramos, claro que tenemos prohibido comprar cosas extravagantes o llamar la atención.
Conocí a Sonus en ese mismo lugar, llegamos el mismo día, por lo que no hablábamos mucho, simplemente me dedicaba a cobrar mientras él preparaba los cafés. Siempre estaba ahí, junto a mí, callado, a diferencia del comportamiento de cualquier joven, apenas se molestaba en saludar. Una mañana, mientras el lugar estaba relativamente vacío lo observé dibujando en una servilleta, me asomé por un segundo por encima de su hombro, sus trazos eran suaves y delineaban un hermoso paisaje, un amanecer, me pareció increíble su trabajo, por lo que me armé de valor y entablé conversación, desde entonces nos volvimos inseparables.
Cómo sea, eso no era importante, se me acababa el tiempo, en cualquier segundo el sol descendería desapareciendo en el horizonte justo donde el cielo y el mar se tocan, pero yo no estaría preparada para recibir a la luna. Tenía que idear una plan. Dentro de la cafetería había pocas personas y mi turno estaba a punto de acabar aunque Sonus se daría cuenta si desapareciera por unos minutos. Finalmente antes de decir la excusa más tonta que se me pudo ocurrir, él habló.
—He dejado algo en el auto ¿te importaría quedarte sola unos minutos? —preguntó preocupado.
—No hay problema —Respondí con la desesperación subiendo por mi garganta.
Necesitaba que se fuera.
Media sonrisa se asomó por su rostro y en pocos segundos desapareció. Era mi oportunidad. Su auto siempre lo estacionaba a pocos metros de la entrada principal de la cafetería y tenía que darme prisa si quería que todo siguiera en orden esa noche. Salí apresuradamente por la puerta trasera y corrí al muelle más cercano, llegué a tiempo para ver los últimos rayos de sol. Entonces escuché mi llamado, un par de notas extremadamente hermosas que solo yo podía distinguir, las olas en el mar se agitaron por unos segundos, concentré toda mi energía, revisé que nadie estuviera cerca para observar lo que pasaba, una vez segura, levanté las manos lentamente, mis movimientos se vieron seguidos por una hermosa luna llena. Una vez colocada en el punto adecuado, volví corriendo a la cafetería, para mi sorpresa Sonus había vuelto. Ahora sí necesitaría esa excusa.
Una suave risa salió de sus labios al verme suspirando por la falta de aire
—¿A dónde fuiste?
No respondí, simplemente le di un suave empujón con la cadera y una sonrisa de disculpa.
—Tenemos suerte de que hoy sea un día calmado —añadió al notar mi silencio.
—Perdona, mi madre llamó —mentí—. No tenía buena recepción aquí.
No seguimos hablando del tema, lo cual fue un alivio. La opción de hablar sobre películas de estreno en el mes le parecía más interesante. Me permití distraerme de la conversación unos segundos y me descubrí observando sus obscuros ojos negros, y repasando la línea de su mandíbula que ya sabía de memoria, un aura de misterio lo envolvía, lo cual volvía locas a las chicas que conocía. Era muy reservado, incluso conmigo, guardaba muchos secretos y evitaba comentar ciertos temas.