Se sentó sobre el borde de la cama, su garganta ardía. Ocupaba agua.
Ya era bastante tarde. No quiso despertar a la servidumbre aunque estuvieran ahí para ella.
Los pasillos estaban oscuros. Caminó con sigilo.
-Sr. Tenemos informes del cargamento que fue robado en las catacumbas- dijo por el walkie talkie.
Scarlett se detuvo al escuchar los pasos de unos guardias que iban en dirección a la oficina de su padre. El hombre que había hablado era el principal de ellos, se veían apurados.
¿Cargamento?¿Una nueva inversión? O tal vez era aquello. Siempre se hizo de la vista gorda con esos asuntos. Ya que a ella no la involucran, al menos no todavía. Aún no se sentía lista para asumir el liderazgo de la familia.
Siguió su camino.
Se sirvió un vaso de agua helada. Y se quedó en silencio recordando aquellas tardes que pasaba con su madre en esa cocina. Podía verla sonreír y canturrear mientras sacaba pastelitos del horno.
A diferencia de ella y su hermana menor, su madre tenia el cabello de un color negro oscuro y ojos azules. Su madre pertenecía a otra familia de importancia para ese país, los Lunam. Ellos influenciaron demasiado en la política. Y eran los fundadores de la universidad más prestigiosa de ese país. Todos los miembros de esa familia tenían un puesto importante.
Fiorella Lunam, fue admirada desde pequeña, dotaba de una gran belleza e inteligencia. Su compromiso con Angelo D ́ Inferno no era de asombrarse. Un matrimonio arreglado, todos pensarían que fueron infelices, pero no, desde la primera vez que Angelo vio a Fiorella bajo la luz de la luna se quedó enganchado de ella, su amor fue correspondido, y del fruto de ese amor nacieron dos hermosas niñas.
Parpadeo, tratando de quitarse esos recuerdos de encima.
Lavó el vaso y se dispuso a regresar a su habitación, el día siguiente sería muy largo y mientras pensaba en que hacer para evitar su compromiso.
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Sebastian se encontraba muy intranquilo en el asiento de avión que pudo encontrar a esas horas. No sabía como lo había hecho, pero lo consiguió.
Su madre se vio perpleja al verlo romper su cochinito de los ahorros. Pero no lo detuvo.
No lograba entender esos sentimientos que se revolvían en su estómago. No quería que Scarlett se casará con quien sabe quien. Además ocupaba respuestas, y esas respuestas solo ella podía dárselas.