Hija de la noche

Capítulo siete

La noche es oscura, sin estrellas, sin luna. Un silbido se escucha entre el silencio de la noche y me obligo a correr más rápido, sin importar que los pies me duelan, sin importar que el corazón en cualquier momento se me salga del pecho, sin importar las heridas en mi piel por culpa de las ramas y espinas de los árboles.

Entonces ya no corro, mis pies son despegados del suelo y siento mi cuerpo elevarse. Algo me sujeta con fuerza por la cintura, apretando más y más e impidiendo que el oxígeno llegue a mis pulmones.

Sus ojos verdes con las características pupilas alargadas que poseen las serpientes me miran con ansía, con hambre.

Una Naga Espíritu.

Su cuerpo de la cintura para arriba es humano, una mujer de largos cabellos negros y belleza sobrenatural; la cintura para abajo es todo lo contrario. Su cintura y piernas están cubiertas por una piel de color verde vómito, babosa y gruesa.

Grito y ella ríe como respuestas.


La tierra tiembla y mi cuerpo se sacude con ella. Me remuevo intentando luchar con el último aliento que me queda.

-Hora de la cena.

Despierto tomando una gran bocanada de aire, y rápidamente empiezo a toser por el agua que acabo de tragarme. Cuando abro los ojos lo primero que veo son dos pares de ojos azules a poca distancia de mí rostro, y sus labios conteniendo una sonrisa. Una jarra está levemente inclinada sobre mi cara.

-Lo siento.- Dice dejando la jarra a un lado para después correr hacia el baño.- ¡Se supone que sólo te caería una gota de agua lo suficiente como para que despertaras!- Grita desde el cuarto de baño. Con los labios fruncidos empiezo a levantarme de la cama y cierro los ojos contando tantos misisipis como me sean posible para no entrar en cólera. - Se me fue la mano.

Una leve punzada de dolor me recorre la cabeza. ¿Cómo llegué aquí? Estoy en la misma habitación de antes, en donde sucedió todo eso con los goblins; todo está ordenado, como si nada hubiese pasado.

Los recuerdos llegan a mi mente de forma borrosa mientras estoy dentro de la bañera, recuerdos lo suficientemente claros como para recordar a Henry acompañándome hasta la habitación y dejándome en la puerta de esta antes de alejarse de mí, luego el suave colchón contra mi cuerpo, y mis ojos cerrándose... sí, eso debería de ser todo, pero... ¿Por qué siento que me olvido de algo?

También me llegan a la mente los recuerdos de la pesadilla que acabo de tener. ¿Podría ser...? Niego con la cabeza atribuyéndolo a sólo un sueño por escuchar tanto sobre el tema, nada más.

Cuando salgo del cuarto de baño, Jessica me espera con un vestido en uno de sus brazos, una capa negra, botas y corset en el otro.

El vestido es liso y de un color menta muy claro, de mangas largas y cuello bajo. Las botas son negras y bajas.

-No puedo creer que te hayas dormido con el vestido de ayer.- Suspira mientras se me acerca con su equipaje en brazos. - Tan bonito que era, ahora está todo arrugado.

Me obligo a olvidarme de la escena del agua si quiero conseguir mis propósitos con ella. - Lo siento, estaba muy cansada y...

-Ya, el vino.-Me interrumpe. - ¿Una recomendación? No vuelvas a probarlo... ¿Otra vez con eso?- Señala mi ropa interior.

Balbuceo.- Puedo aceptar que tomes la decisión de cómo vestirme y todo eso.- Por ahora. - Pero no pienso ponerme ese corset. - Termino diciendo con voz decidida.

Ella suspira.- Sabes que saldrás de aquí con el puesto. ¿Verdad?

Niego. - No pondré ese infierno sobre mis costillas.

 

&&&

 

Pero al final ella tuvo razón. Como la noche pasada, no dejó de repetir con esa alta y chillona voz que tengo que ponerme el maldito corset. Y comprendí que no me dejaría en paz hasta hacerlo.

Ella me dejó en la puerta del comedor hace casi un minuto, pero aún no me decido a entrar por miedo a lo que me voy a encontrar allí dentro.

Entonces alguien abre la puerta con brusquedad y no puedo evitar dar un respingo. Maicol.

-¿¡Piensas quedarte en medio todo el rato!?- Gruñe con frustración. Me muevo a un lado y él pasa sin dirigirme más la palabra.

Un misisipi, dos misisipi, tres... no sé si podré seguir fingiendo.

Respiro y apartando su molesta imagen de mi mente decido pasar.

Roger lleva un trozo de pan a su boca sin apartar la vista de mí al igual que Jason, quien sonríe al verme, y Henry...bueno, siendo Henry.

- Buenos días Anita ¿Qué tal tu noche de sueños?- Dice Jason mientras me siento dejando una silla en medio de los dos.

-Annette. - Saluda Roger.

-¿Anita? - Creo escuchar que Henry susurra entre dientes, repitiendo el apodo que Jason formó con mi nombre.

- Hola. - Digo y me muevo incomoda cuando otra vez alguien me sirve la comida. El que hallan personas como Jessica o como el hombre que me acaba de servir la comida… es una situación nueva y difícil de aceptar para mí.

Me sorprendo cuando veo lo que hay en el plato: tostadas con mermelada de ¿Fresa? Zumo de naranja, huevos revueltos, e incluso panecillos de nuez y avellanas.




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