ARIADNA.
—¡Adelante!
Tomo una pequeña y temblorosa respiración entre dientes. Abro una de las dos puertas lentamente, inevitablemente hace un pequeño chillido cuando la empujo; acelerando un poco más mi descontrolado pulso.
Ve, pide permiso y te vas. Fin de la historia.
—¿Ariadna? ¿Qué pasa?
Cierro la puerta a mis espaldas, volviendo a romper aquel terrorífico silencio, tragandome el nerviosismo ordeno mis piernas moverse hasta finalmente quedar a unos metros del escritorio donde mi madre apoya con indiferencia uno de sus codos. El aroma a whisky y tabaco danza por toda la estancia, además de un singular olor dulzón, similar al aceite de coco.
—¿Ariadna?
Con cierta retinencia levanto la mirada del desorden de papeles que tiene mi madre sobre el escritorio, y que no parece muy preocupada por ordenar. Con toda la tranquilidad —que sinceramente no siento— me enfrento a esos ojos negros que me ponen de los nervios.
—¿Puedo hablar contigo?
—Lo estás haciendo, cariño —sonríe de medio lado. Me aguanto el poner los ojos en blanco, al ver ese brillo burlón de sus ojos negros.
En serio mi madre tiene un don para jugar con la paciencia de las personas.
—Bueno, vine porque quería preguntarte si podía ir a una fiesta.
Bueno, ahí está. Lo dije.
El vaso con alcohol, que creo es whisky, queda a medio camino de su boca. Sus ojos se abren sólo un poco, sorprendidos, mientras una interesante expresión de incredulidad pasa por su rostro.
—¿Me estás pidiendo permiso? ¿Tú? —dice mientras enarca ambas cejas, y la expresión incrédula aumenta cuando asiento un tanto confusa. Frunce el ceño y se endereza en su silla de cuero—. Ariadna... ¿te sientes bien, hija? ¿No tienes fiebre? ¿Debería llamar a tu padre?
¡Dios, qué dramática!
—¡No me pasa nada! —gruño de vuelta. Cruzo los brazos y mi pie izquierdo empieza su tedioso tick—. Bien, ¿puedo ir, sí o no?
Mi madre me observa por largos segundos en silencio. Sus ojos negros observan fijamente los míos, que a duras penas puedo sostener su mirada, mientras la incomodidad empieza a recorrer mi cuerpo. Nunca me ha gustado estar en este despacho y eso nunca cambiará. Porque aunque ambas ya no discutamos como antes, entre nosotras hay una cierta... ¿cómo decirlo? ¿mutuo acuerdo? Bueno, el asunto es que nuestra relación nunca será perfecta, pero ella muestra el respeto que siempre esperé de su parte y viceversa. Por lo menos ya las cenas no son un campo de batalla y aunque algunas ocasiones me exaspera; ya no exploto como antes.
—¿Y cuando es la fiesta?
—¿Hoy? —sonrío inocente. Mi madre entrecierra los ojos, estoy segura que está pensando que me traigo algo en manos; pero la verdad decidí apostar que ya que incluso pedí permiso, me deje ir sin guardaespaldas.
—¿Otra fiestecita, Ariadna? —la voz de mi madre me saca de mis pensamientos—. Y supongo llevarás a esa compañera que vino ayer a verte.
—Sí, ¿por qué? —frunzo el ceño, todo mi cuerpo se tensa a la defensiva. Mi madre se encoge de hombros y juega con el vaso de vidrio que tiene el líquido marrón del whisky.
—¿Debería de recordarte lo que sucedió la última vez que tuviste la brillante idea de llevar a alguien, que no sólo nunca había ido a un lugar así, sino que además ni siquiera quería ir?
—¡Qué! —abro la boca indignad!—. ¡Melanie quería ir! ¡Yo no la obligué a nada!
—Ariadna... —levanta una ceja en mi dirección, formando aquella expresión arrogante que me saca de mis casillas—. ¿De verdad crees que ese don de manipulación, lo sacaste de tu padre?
Abro la boca para renegar, pero al ver su expresión burlona; que diga lo que diga no ayudará en nada, al final decido cerrar la boca. La escucho reír entre dientes.
—Como sea —mascullo cansada—. ¿Puedo o no puedo ir?
—Puedes ir —pero antes de que se forme una sonrisa victoriosa en mi rostro, ella sigue hablando—, pero mantente en completa alerta. No creo que deba recordarte que todos estamos bajo amenaza.
Los vellos mis antebrazos se erizan ante el repentino escalofrío e inevitablemente imágenes de lo sucedido con Mel y aquella mujer —Vera— se cuelan en mis pensamientos. Casi puedo sentir el miedo al ser amenazada por un arma volver a recorrer mi sistema, pero bueno, sé que ese tipo de cosas no sucederán hoy. O por lo menos esa es la idea.
Maldición . Sólo espero que hoy, sea una noche normal, sin peleas y disparos. Es lo único que pido.