Hijo de la luna

Primer error

Me preguntó, ¿por qué las criaturas me llaman “Diosa Luna”? No soy una Diosa, solo soy una vigilante. Una del cual mi función primordial es alumbrarlos hasta que mi hermano Sol tomé mi lugar en la parte de la esfera.

—¡Concédenos un hijo, Diosa Luna! ¡Concédenos un hijo, Diosa Luna! —Gritaban una y otra vez los habitantes de la esfera.

Suspiré y coloqué todo el peso de mi cabeza en la palma de mi mano. «¿Por qué me llaman así? ¿No lo entienden? ¡Solo soy Luna!». Siempre pensaba lo mismo cada vez que los vigilaba, cuando ellos gritaban al cielo a todo pulmón.

—¡Diosa Luna! ¡Diosa Luna!

Suspiré...

Siempre fue así. Siempre desde que tomé el lugar como vigilante y luz de la noche en la esfera de la cual me sitio mi padre. Nunca entendí porque ellos me llamaban Diosa. Hasta que mi hermano mayor Sol, me dijo que nos llamaban dioses porque según ellos nosotros habíamos creado la esfera. Más no sabían que en realidad nuestro padre se había encargado de ello, y a nosotros nos había dado solo la tarea de vigilarlos y alumbrarlos desde nuestros sitios.

Yo en la noche y mi hermano en el día. Gracias a esa responsabilidad cada uno de nosotros recibimos una casa para habitarla y un sitio de donde podíamos vigilar y alumbrar con mayor comodidad, rodeando los alrededores de la esfera, tal como una danza infinita.

Disfrutaba mucho, mi sitio y mi función. A pesar de que los habitantes de la esfera no paraban de implorarme. Pero no me molesté tanto, ya que me había acostumbrado, a diferencia de mis inicios...

Recordé cuanto había rogado mucho a mi hermano y a mi padre para ser la vigilante nocturna, ya que según ellos era muy joven para convertirme en una. Ninguno de los dos quería concederme ese puesto, pues no deseaban que tomara tal responsabilidad debido a mi falta de preparación. Solo logré obtener el puesto miles ruegos después.

Los habitantes por fin detuvieron sus plegarias y la calma vino a mí luego de que todos se fueran a dormir. Continúe disfrutando de la vista que me daba la esfera desde mi sitio, cómodo y tranquilo. Hasta que…

―¿Eh? ¿Qué es eso? ―susurré.

Los llantos desgarradores de un niño me llamaron la atención.

Comencé a buscar el origen de aquel llanto. No era la primera vez que escuchaba ese sonido. Pero aun así, la curiosidad me impulso a explorar para encontrar la razón en ese llanto.

Mi casa la esfera nocturna estaba en lo alto del cielo, me gustaba sentarme en ella o acostarme para vigilar. Era mi sitio preferido y lo que menos me gustaba hacer, era bajar de ella.

Pero aun así bajé de mi sitio, para ver más de cerca a la esfera y encontrar el origen del llanto infantil, ya que podía sentir su dolor y tristeza.

—¿Dónde está? ¿Dónde está? —susurré a mí misma.

Cuando lo encontré, me sorprendí. Era un bebé flotando en medio del mar, sobre los restos de un aparato que los habitantes de la esfera usaban a menuda para cruzar los mares, algo imposible para ellos sin esas cosas que desconocía sus nombres.

Bajé levitando de mi sitio hasta el bebé. No me quise acercar demasiado, ya que mi presencia solía atraer el agua peligrosamente, porque las aguas se volvían violentas parecidas a un huracán, y todo esto con solo mi aproximación.

El bebé lloraba sin consuelo, yo no sabía qué hacer ante la situación. Miré en todas direcciones esperando encontrar algún otro habitante, pero no había nadie, absolutamente nadie, solo el mar nos rodeaba.

«¿Y ahora qué hago?»

Estaba preocupada y no tenía el valor en dejar solo a la criatura. Así que ascendí para tener una mejor visión de la esfera, teniendo las nubes rozando mi cabello blanco y pude divisar una playa con un grupo de habitantes que casualmente estaban acampando por ahí.

—¡Bien! —dije victoriosa.

Bajé de nuevo hacía el bebé a una buena distancia para no causar una tormenta. «¿Y ahora? ¿Cómo le traslado?». Tuve otro problema del cual no sabía cómo solucionar. Miré mis alrededores, estudie el agua, me mire a mí misma, mis prendas flotaban con armonía.

—¡Ya sé! —Supe que mi habilidad de atraer el agua me iba a servir de una buena manera.

Así que con esa idea en mente comencé acercarme hacía el bebé muy lentamente. Esperando desde el fondo de mí ser, no causar una tormenta y ahogar el bebé accidentalmente.

—Bien pequeño, pronto estarás a salvo —dije, aunque muy en el fondo sabía que no me vería o escucharía.

Pero sorpresivamente el niño me escuchó y lloró más fuerte que nunca.

―¡Calma bebé! ¡Calma! —Le imploré. Pero fue inútil y traté aplicar la idea para solo salvar al bebé.

Me acerqué lentamente y luego me alejé. Las aguas me siguieron muy lentamente, llevando consigo al bebé. «¡Bien!». Me apresuré levitando en dirección a la playa que había encontrado. Las aguas me siguieron y el bebé al parecer se calmó poco a poco con cada suave movimiento del agua.

Ya cerca de la playa procuré dejar el niño en suelo firme. Esperé hasta que los habitantes se dieran cuenta del bebé con sus llantos. Pero el bebé se había dormido y traté de despertarlo con mi voz hasta que se me ocurrió otra idea de zarandearlo con una ola el cual tuvo mucho efecto.

Esperé hasta que los habitantes se dieran cuenta y cuando lo hicieron ascendí velozmente hasta mi sitio, mi casa, la esfera nocturna. La gente lo tomó y se lo llevaron consigo hacía su campamento y yo por mi parte me tranquilicé por el resto de mi estadía en esa parte de la esfera…



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En el texto hay: amor, fantasia magia, relato

Editado: 25.04.2019

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