Noah, aún cubierto con sus trapos, ocultó sus hermosos rasgos. Me miró fijamente, y al escuchar mencionar su nombre, sus ojos se abrieron de asombro.
Yo no supe qué hacer, Noah siguió mirándome, pero sus ojos recorrieron cada parte de mi rostro, haciendo que de alguna manera me avergonzara e incendiara mis mejillas.
Me moví para levantarme y rápidamente comprendí que me encontré sobre él, con mis brazos aún aferrados a su cintura.
Jadee de asombro y me levanté rápidamente para sentarme a su lado. Noah, todavía asombrado, estuvo acostado en el suelo y yo traté de no mirarle a los ojos, ya que me sentí muy avergonzada y preocupada.
El silencio embargó el pequeño espacio despejado cerca del acantilado. Miré a mí alrededor, el bosque estaba muy cerca de nosotros. Podía escapar fácilmente de Noah, adentrándome a ese lugar. Luego de un momento, Noah se apoyó en sus codos y siguió mirándome con esos ojos rojisos que tanto tiempo había admirado.
Miré el suelo, evitando su mirada a toda costa, mientras mis dedos jugaron con mi blanco vestido.
―¿Cómo, sabes, mi nombre? ―Por primera vez pude escuchar la voz de Noah, algo suave pero madura.
―Yo… ―Traté de explicar, pero sabía que no debía hacerlo.
Me levanté y caminé apresuradamente hacia el bosque, no quería asustarlo al momento de levitar, así Noah pensaría que era otra habitante al igual que él.
―¡Espera! ―Escuché a Noah gritar. Me detuve y comencé a buscar la manera de librarme de él.
―Por favor, espera ―rogó estando cerca de mí.
«Por favor, déjame ir. Por favor…». Rogué para mí misma.
―¿Quién eres? ―preguntó. Me di la vuelta lentamente para encararlo―. ¿Cómo sabes mi nombre? ―Continuó preguntando.
Abrí la boca y traté de responderle, pero me debatí entre cumplir mi promesa o no, ya que había cometido el grave error de interferir en sus decisiones y en su vida muchas veces.
―Yo…
No pude continuar. La desesperación por protegerlo, ocultándome en el bosque, me ahogó. Y en un intento desesperado, me di la vuelta rápidamente para dirigirme al bosque hasta que la mano de Noah me detuvo tomando mi brazo con fuerza, provocando una serie de sensaciones que recorrieran mi cuerpo gracias a su tacto hasta que estremecerme por completo.
―Por favor, no te vayas. ―Volvió a rogar.
Le miré a los ojos, podía ver la mirada de súplica que fácilmente me debilitó y derritió mi interior. No entendí qué me ocurrió, fueron sensaciones que nunca antes había experimentado y cada vez más me estremeció y me confundió.
―Yo, no puedo ―dije finalmente.
―¿Por qué? ―Quiso saber.
―Porque no debería estar aquí, ni mucho menos hablar contigo ―dije empuñando mis manos mientras miré el suelo.
―¿Qué te lo impide? ―Le miré a los ojos cuando hizo aquella pregunta.
―Por tu bien, suéltame, por favor ―imploré.
Él soltó mi brazo y me miró de pies a cabeza. Mi brillo se apagó un poco, ya que no quería dejar de sentir su tacto.
Su mirada intensa me hizo sentir nerviosa y desprotegida, casi desnuda frente a sus ojos. Me abracé a mí misma mientras miré el suelo, esperando acabar pronto el encuentro que nunca debió haber sucedido entre nosotros dos.
―Tú eres igual a mí ―dijo Noah en un tono de voz muy contento.
Luego comenzó a quitarse los trapos que le cubrían por completo y al hacerlo pude ver su enorme sonrisa, radiante e impecable.
―¿Ves? ―Me dijo sonriente.
Le vi muy feliz, solo porque yo me pareciera a él. Me alegró que Noah no me rechazase, a pesar de que él había absorbido parte de mí y por ello había concebido ese aspecto del cual todos se espantaban por él.
«Todo por mi culpa». Entristecí y mi luz se apagó un poco más.
―¿Qué te ocurre? ―preguntó.
En su rostro se reflejó la preocupación.
Me sentí bien cuando él se preocupó por mí. Pero ya estaba cansada de esconderme y ocultarle cosas. Ya no quise sentirme así. Había cometido errores uno tras otros, no podía seguir así.
―Por mi culpa, has sufrido y por mi culpa, casi mueres… ―dije entre susurros, mis lágrimas rodaron una a una por mi rostro.
―¿A qué te refieres? ―Frunció el ceño.
―Soy Luna… ―Ya no pude contenerme―. ¿Me recuerdas? ―Noah me miró confundido―. Pero todos me llaman Diosa Luna ―dije tímidamente.
Noah ya no estaba confundido, es más, se había sorprendido e incluso pasó su mano sobre su cabello.
―No puede ser… ¿La del cuento de la Diosa Luna? ―Negué con la cabeza.
―Los habitantes me llaman así. Pero yo, solo me llamo Luna ―Bajé la cabeza―. Perdóname… ―susurré.
―Con razón no me explicaba tu luz… pero… ¿Por qué te disculpas? ―Dijo Noah algo confundido.
Agradecí que me creyera. Pues no sabía cómo iba a manejar su rechazo, aun así, seguí derramando la verdad.
―Por culpa de mis errores tuviste que sufrir mucho al nacer. Yo me he sentido culpable desde entonces, sé que no me entenderás y no importa, siempre supe que no lo harías ―dije mientras me abracé a mí misma. Abrazando el temor que me envenenó, manejando el miedo de que él se enfadara y nunca me perdonara.
Comencé a llorar, no quería que eso pasara. Hasta que sentí la mano de Noah tomando mi mentón para levantar la vista y mirarle a los ojos. Su mano acarició mis mejillas, logrando quitar las lágrimas y, al mismo tiempo, acariciándome muy suavemente, admiró mi rostro.
―No llores. Aunque te ves bonita así, no es bueno llorar tanto ―dijo Noah absorto, mirando mis mejillas mientras las limpiaba con la mano.
―Yo… ―Quise hablar.
―No pidas perdón… ―Me interrumpió―. Te agradezco por cuidar de mí y por darme una buena vida. ―Esta vez me miró a los ojos―. Gracias. ―Me sonrió.
Me perdí en sus ojos rojizos y en aquella sonrisa. No pude creer que sus palabras me traerán paz en un instante, lo cual me dejó atónita y sin explicación.
Lo que él hizo fue… inexplicable.
Noah me sonrió ampliamente, pero luego su rostro poco a poco se fue relajando para mirarme a los ojos y mantenerse en ese estado por un largo tiempo. Sentí que realmente todo se había detenido por una eternidad.