Hijos De La Desgracia: Preludio, Tomo I.

Prologo 1/2: Charles

Año 180 desde la fundación del Bastión Verdegrana.
Año 80 desde la fundación del Reino De Khirintorin.
24to Día De Junio. 

—¡Oh día venerado, ha llegado al fin! ¡Reitero, sí, ha arribado el ansiado día! ¡Que todos acudan al jardín! Será una tarde magnífica—proclamó Charles con júbilo, pues, como previamente anunciara, la fecha aguardada se había materializado.

Bajo la amplia arcada celestial, fulguraba un sol en llamas, coloreando el horizonte con su brillo anaranjado. Sus rayos acariciaban con gentileza la granja del viejo Charles, trazando el escenario de una jornada de magnitud significativa. El fervor abrazaba a todos los presentes en aquel perpetuamente apacible viñedo, pues el momento había llegado para dar comienzo a la esperada cosecha anual.

Desde el tiempo en que Charles Piedra Caliza se retirara, hace más de dos décadas, entregó el resto de sus días a la forja de vinos de cumbre. Conocidos como Rocío de Rubí, estos elíxires egregios recibieron tal epíteto. Y bien se puede aseverar de ellos que eran un concierto de gustos entrelazados, donde la embriaguez apenas insinuaba sus sutiles matices. Así, más de uno, presa de su imprudencia, profería vanamente: "Es una poción para damiselas", antes de desfallecer en el suelo. No obstante, pese a las múltiples narices magulladas por las caídas, la fama y el renombre de estas creaciones se expandieron ininterrumpidamente, como enredaderas que crecen en el más ancestral de los viñedos. 

Denominábanle "El Maestro De Los Vinos", y enalteciendo tal designación, de año en año, Charles derramaba su sudor hasta la última gota, escuchando con minuciosa devoción las peticiones de todo el reino de Khirintorín. Tanto los mercaderes, sedientos de ganancia, como los mesoneros, anhelosos de regocijar a sus comensales, clamaban fervorosos por más y más vasijas de su elixir divino, súplicas que Charles se regocijaba en consumar con alegría.

—Los buenos vinos presento, los más sublimes si me inquirís, ¿Cuál es el misterio, os preguntáis? Erráis si creéis que Charles Piedra Caliza desvelará sus secretos al vulgo, modesta tarifa exijo, pese a su calidad, ¿No es así? Ocupáos del beber, mientras yo, a la manufactura me entrego. ¿Cuántos años me aguardan, os cuestionáis? Muchos aún, pues amo mi labor —respondía Charles cada vez que un inquisitivo le inquiría.

No era infrecuente que en las cálidas tabernas, en las posadas que albergaban a viajantes fatigados, o incluso en los suntuosos salones de aquellos que gustaban de los placeres mundanos, los avezados consumidores expresaran en voz alta:

"Sírvanos de ese vino, aquel néctar dulce y robusto capaz de embriagar hasta a los mismísimos toros".

 Y los diligentes servidores, atentos a las palabras de los comensales, replicaban con respetuosa voz:

"¿Habláis de los vinos elaborados por el honorable Señor Charles?".

Y, con un gesto significativo, concluían con un reverente: "Precisamente, esos mismos".

Pues para dimensionar el tamaño de la fama de tan grandioso personaje, huelga mencionar que las suntuosas esencias de sus vinos se hallaban diseminadas por cada rincón de los veintinueve ducados que engalanaban el vasto reino. Desde las tierras áridas del norte hasta los fértiles campos del sur, los establecimientos que ofrecían libaciones eran testigos del prestigio que atesoraban las obras maestras de Charles. La Taberna De Las Velas rojas y La Posada Del Caminante Errante, célebres nombres en el mosaico de Khirintorín, se vanagloriaban de contar con su insigne tinto.

En los ducados sureños, donde su granja se erigía (mas precisamente en el ducado de Herbalea), la tierra misma parecía susurrar secretos al viticultor, pues aquel rincón de la creación ofrecía las condiciones ideales para que las vides, cual divinas doncellas, engendraran el brebaje que manaría de su meticuloso cuidado. El sol, generoso soberano del cielo, extendía sus brazos cálidos sobre las parras, acariciándolas con la delicadeza de un amante eterno. Los ríos, danzarines insaciables, serpenteaban a través del viñedo, bañando las raíces con respetuoso cariño. Y así, en la danza íntima entre tierra y sol, entre río y vid, la esencia de Khirintorín impregnaba cada racimo, cada gota, cada botella que Charles creaba. Un sabor indescriptible, un aroma inigualable, emergían de aquellos vinos como un eco de la tierra misma.

Y aunque podría relatarles más, nuestro protagonista se halla en movimiento...

La aurora era aún tierna, brindando un espacio para el reposo. En ese instante, Charles buscó a sus leales peones: Augusto y Amadeo, quienes invariablemente se alzaban al canto del primer gallo. Juntos, entre las viñas centrales, se encaminaron para deleitarse con los frutos de su próspero quehacer.

—Cada año fructifican con mayor dulzura—expresó Charles, lamiéndose los dedos tras degustar las uvas iniciales.

—Sí, estoy de acuerdo —respondió Amadeo, el peón más joven y querido por él, apenas con veinte primaveras de vida.

—Este año, la cosecha ha resultado aún más pródiga que la anterior —confirmó Augusto, quien contaba con algunos años adicionales a los de Charles. ¿Cuántos exactamente? Digamos que su cabello corto y barba plateados resaltaban sus ojos azules como dos preciosas gemas. 

—Así lo creo, Augusto—replicó Charles—hazme la amable gentileza, buen amigo, de ir en busca de mis vástagos, y tú, Amadeo, procura congregar a los demás, los restantes jornaleros, a mi consorte la señora Celia, y a la preceptora Beatriz, que se suma por vez primera a nuestra cosecha. Ignorad que he gustado de las primeras uvas; haremos que los pequeños crean que serán los primeros.

—Por supuesto, señor Charles—respondieron ambos con prontitud, y partieron a la velocidad de un relámpago.

Acto seguido, Charles acomodó su persona en uno de sus múltiples y robustos toneles, y comenzó a regocijarse con el aroma del tomillo que ardía en su pipa de arcilla, su mirada clavada en el horizonte mientras con gracia exhalaba el humo. No había gozado de una vida sencilla, por lo cual se sentía sumamente agradecido por todo cuanto podía contemplar en su amada tierra; cada sacrificio realizado había dado frutos, hinchando su corazón de un profundo orgullo.



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En el texto hay: fantasia, aventura, fantasia épica

Editado: 18.01.2024

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