El impacto contra el húmedo parabrisas hizo castañear sus dientes y terminó perdiendo el aire cuando fue a parar al suelo con la misma fuerza, aquel día ya había sido malo, pero no creía que pudiera empeorar. Claro, ahora desde el suelo pensaba diferente. Todo ese día debía haber sido perfecto, incluso el clima seguía el tono de su humor. Desayunó temprano, se arregló ocultando metódicamente sus orejas bajo su habitual gorro tejido, solo esta vez valía la pena el dolor. Miro una vez más su reflejo asegurándose que todo lucía bien y con bicicleta en mano se lanzó hacia el pueblo. Hoy tenía una cita, llevaba ya varias semanas frecuentando a la chica en cuestión, era guapa; de rostro en forma de diamante, con los labios rojos y unos ojos azules tan brillantes que no parecían posibles de existir, y en serio que le agradaba, la había conocido una tarde muerta dónde la lluvia no deja avanzar y cualquier lugar con un techo sirve de refugio. Su última relación había dado un mal fin, pero ahora el panorama se veía distinto. Aceleró con tal de llegar pronto con ella. Calles antes de llegar a su destino se detuvo frente a un ventanal donde se dedicó a dar los últimos arreglos a su apariencia, calmado y lleno de confianza llegó hasta la puerta dónde la chica ya lo esperaba con un bonito vestido rosado levemente arriba de las rodillas. La veía feliz, la joven bajó y estampó un beso en su mejilla justo segundos antes de abrazarlo, las cosquillas se hicieron sentir en su estómago, ya se veía paseando con ella por los bosques o probando el dulce néctar de sus labios.
Pasaron el día juntos, caminaron por el pueblo recorriendo parques, que solían estar poco frecuentados, y salas de juego donde demoraron un par de horas entretenidos en los juegos del lugar. Por breves momentos ella tomaba su mano o entrelazaba sus dedos, parecía una niña tímida animándose a dar el primer paso. Raff nunca se negó, en esos momentos la acercaba más a él, o aprovechaba algunos momentos para rodear su cintura. Cada que hacía eso la podía ver sonrojada algo que había aprendido a querer pues en ella se veía muy tierno. Mientras volvían a casa ella estaba más pegada a él, se recargaba en su hombro, incluso sus pasos estaban coordinados como uno solo. Lo único que faltaba era confirmar lo que tanto ansiaba Raff. Al llegar a la puerta de la casa de ella, miró sus labios un segundo, finalmente podría besarla y comprobar que esos labios color caramelo eran realmente dulces.
—¿Hola?
—Si, ella habla... ¿qué?
—No lo creo, rayos... ¡no puedo creerlo!
—Si, si esperare, desde luego que si tonto...siempre será así.
El momento se había roto cuando el celular de la joven lanzó el primer tono, pronto la felicidad de la que debía ser su chica, aumentó, casi estaba saltando y con los ojos brillantes. Al colgar la llamada ya no había ni rastro en su rostro de aquella ternura y ganas de besarlo que había tenido todo el día.
—Mi novio está de regreso, llegará hoy en la noche — anunció la joven con voz cantarina
Sintió que la gravedad tiraba de él con más fuerza hacia el centro de la tierra, esas palabras produjeron un nudo en su garganta que parecía ahogarlo. Ella seguía feliz, hablaba y hablaba, pero él ya no podía oírla. Todo este tiempo ella había tenido novio y aun así aceptó sus citas, sus regalos. Incluso en más de una ocasión se le había insinuado, casi la había besado hace solo segundos. Estaba herido, se sentía usado. Un simple niño iluso que fue presa de una sonrisa blanca y unos ojos vivaces.
—No sabía que tenías novio, creí que estabas soltera — no pudo evitar que su voz sonará más ruda de la que deseaba
—¿Disculpa? — Aquella mueca en su rostro lo hería más— ha pues sí, mmm no suelo mencionar eso porque dudo sea de interés público.
—Estuviste todo el día coqueteándome, ¡es más todas estas semanas lo hiciste!
—Lo mal interpretaste todo, ¿acaso te di alguna señal de que podíamos ser algo más? tomar tu mano todo eso, incluso los amigos lo hacen. — Aquel dulce rostro ya no existía, solo se veía un ser cruel que uno a uno tiraba abajo los pilares que Raff había construido en semanas.
—Ningún amigo entrelaza sus dedos o se mantiene a centímetros del rostro del otro, incluso ibas a besarme hace poco.
—¿Y qué? es solo un beso Raff somos jóvenes.
Tratar de razonar con ella era un caso perdido. Humillado y con las ilusiones rotas, montó su bicicleta queriendo dejar todo eso, quería olvidar. No hizo caso cuando ella lo llamó a gritos. No era un chico que se lamentaba, pero tampoco era alguien que se encariñara rápido. La olvidaría, lo sabía, pero en ese instante la ira hacía que la cabeza le doliese a punto de cegarlo. La lluvia lo atrapó mientras salía del pueblo, aquello no lo hizo reducir su velocidad, en más de una ocasión estuvo a punto de perder el control cuando el neumático resbalaba en el lodo, pero lo recuperaba justo antes de estamparse con un árbol.
* * * *
Ady se había quedado algo mareada a causa del golpe, por un instante vio todo negro, cuando sus ojos volvieron a percibir las cosas vio a su madre sentada totalmente recta en el asiento del piloto con sus manos apretadas al volante, ellas estaban ilesas. Monik temblaba con la vista fija en la abolladura del capó, la prueba de que un cuerpo había sido golpeado. Ady se acomodó a su lado, sentándose como pudo, ignorando el dolor de su cuerpo y sacudió a su madre despacio intentando obtener alguna reacción.
—¡¿Qué fue eso mamá?! ¡Mamá! ¡¿Atropellamos a alguien?!
—Ady, hay... alguien tirado a unos metros...demonios Ady creo que está muerto —Cher nunca perdía la calma, pero esta vez su voz tembló mientras afirmaba lo que menos quería oír.
Ady centró su atención en su amiga y siguió la dirección de su mirada hacia la luna trasera del auto. La lluvia dejaba ver lo suficiente la figura tirada en el lodo como muñeco roto, debían bajar, debían ver si aún vivía y llevarlo a un hospital. La idea de matar a alguien le revolvía el estómago.
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Editado: 07.09.2024