El ulular de lo que parecía una lechuza, terminó por quitarle el poco sueño que tenía. Cher llevaba varios días sin dormir bien, dormitaba por pequeños lapsos y ya no sabía exactamente qué tiempo llevaba atada. La última vez que había visto a su mejor amiga, había sido el día de su intento de rescate. Desde que cruzaron aquel extraño velo que le revolvió el estómago. Todo había sido más caótico y tortuoso.
Desde que llegaron a algún lugar por las montañas, Cher y el resto de prisioneros habían pasado frio y dolorosos golpes que los guardias les propinaban por la más mínima cosa. Si no caminaban lo suficientemente rápido, o si se quejaba de sus heridas. Su ropa de dormir con la que había sido prácticamente secuestrada, ahora solo tenía manchas de lodo, tierra y sangre.
Aquella noche era especialmente fría, llevaban dos días de caminata desde que cruzaron y nada en ese lugar parecía tener vida. Las formaciones rocosas, grises y negras, se extendían a lo largo de su vista. No había visto animales o plantas hasta el momento. Sé preguntaba si ese mundo era así, gris totalmente.
— ¿Crees que sea una lechuza? — De pronto sus pensamientos fueron interrumpidos por las palabras de Monik. Cher pensaba que la mujer dormía, pero era evidente que tampoco podía hacerlo.
— Quizá. Aunque no se bien dónde estamos. Parece que simplemente en este mundo solo hay rocas y oscuridad.
A unos metros de ellas podían ver a los padres de Raff, la pareja estaba acurrucada entre ellos aún con las ataduras. Cher ya no quería ni mirar sus manos atadas. Ya no las tenía en la espalda, pero verlas tan heridas y ensangrentadas solo hacía que todo le doliera más.
— ¿Hoy no vino? — Preguntó nuevamente la mujer.
Cher al principio no entendió bien la pregunta, pero luego recordó que, desde su captura, había un soldado extraño quién les había estado alcanzando agua o pequeños pedazos de pan, en ocasiones. Al principio ambas temían que fuera una trampa o que tuviera algo aquella comida. Pero conforme observaban la dinámica de sus captores, se fijaron que aquel soldado con cara de zorro, era igualmente marginado por sus compañeros.
La vida es extraña y la bondad surge donde menos uno lo espera. Aquel soldado desde el principio, había arriesgado su vida por pasarles pequeñas raciones de alimento y líquido. Cher seguía consciente gracias a él. No lo conocía de nada, pero era el único de aquellos soldados, quien no las había lastimado.
— No, pero espero que no venga — Afirmó la joven — Si lo descubren lo mataran sin siquiera darle opción a explicar.
Cher no quería cargar con el peso de que alguien hubiera muerto por ayudarla, No soportaba aquella idea, cada vez que el soldado les daba comida, su ansiedad aumentaba. Temía mucho que lo encontraran, algo dentro de ella quería a toda costa defender aquel extraño soldado que decidió brindarle su ayuda.
Aquella noche el lugar estaba extrañamente más frío, y la niebla los había rodeado entrada la tarde, obligando así al grupo a detenerse y plantar su campamento. La oscuridad fue avanzando y los prisioneros quedaron relegados a un rincón frío lejos del fuego. Las horas pasaron y el campamento quedó en silencio. El capitán se había marchado a dormir al igual que algunos subordinados. Cuatro de ellos montaban guardia al campamento. Cher no sabía si aquello lo hacían por verdadero peligro o mera costumbre.
La joven relajó su cuerpo lo más que pudo para poder al menos dormitar un rato, dormir era ya un lujo que no tenía. El dolor menguaba cuando su cuerpo era abrazado por la inconsciencia del sueño. Junto a Monik. Ambas mujeres trataron de dormir un poco antes de otro horrible día.
Claro está que aquella noche habría más movimiento. Los pasos lejanos se oían por momentos de los guardias. Un par de veces la joven había sido despertada cuando uno de los vigías pasó por el lugar sin siquiera fijarse en los prisioneros. Al menos ese día no los habían golpeado mucho.
De pronto, la joven oyó unos nuevos pasos. Estos eran más rápidos y ligeros. Cher abrió los ojos confusa, hace poco había pasado un vigía, era muy pronto para que otro fuera por esa zona. De improviso, una mano callosa se apretó sobre sus labios.
— No griten, silencio solo no griten — Fue lo primero que susurró la voz para evitar que la joven emitiera algún ruido.
Cher iba gritar, aunque en el fondo aquello no sirviera de nada, pero el instinto humano la hacía reaccionar de ese modo. Claro que nada salió de sus labios en cuanto reconoció la voz del soldado ya conocido.
La joven sintió el ruido metálico de una daga cortando sus ataduras. Aquel sonido en ese silencio sepulcral, parecía un grito que despertaría los cielos. Pero sus manos fueron liberadas y nada más en el mundo pareció notarlo. Los cuatro prisioneros ya habían entendido las intenciones del soldado. Así que en su precaria situación, trataron de agudizar sentidos para captar alguna señal de peligro y advertir al soldado.
Cher ya no tenía tapada la boca, el chico terminaba de liberar sus pies. No sabían cuál era su plan, pero de inicio parecía motivado a liberar a todos. Una vez las sogas de la joven cayeron, el chico se dirigió a Monik. Pero la voz de Kend les rompió aquella luz de esperanza.
— Llévatela chico, llévatela acaban de despertar — La desesperación se pudo percibir en cada una de sus palabras.
Una terrible verdad había bañado las palabras del hombre. De pronto, en el campamento bañado en niebla, una antorcha dorada brilló igual que un faro. El chico sabÍa que seguramente ya se habían percatado de su ausencia.
— Vete Cher — Monik habló esta vez — Somos mayores y lentos no podremos seguirles el paso — Su mirada se trasladó al muchacho que mantenía solo una pequeña daga en mano — Llévatela, si la rescataste huyan, nosotros estaremos bien.
Cher se negaría, estaba dispuesta a quedarse con la mujer. Un acto heroico, igual que una película. Pero claro, ahí no había guion y tampoco un director que gritara el corte para que los héroes salgan sanos y salvos. Las manos del soldado se apretaron en sus ya lastimadas muñecas, y la arrastró hacia el interior de la niebla.
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Editado: 12.12.2024