Hill's Mortem: The Dungeon

Revenge

—¡¿Cuánto más?! ¡¿Cuánto más te es necesario?! — bramaba Alastor iracundo a los esbirros de Hill’s Mortem.

Se precipito al ataque uno de los enemigos, con una espada en mano, el guerrero se anticipo tomándole del brazo y el cráneo, estrelló la pútrida cabeza del reanimado contra el suelo, el guerrero dominado por la ira golpeó con todas sus fuerzas rompiendo la cabeza del muerto viviente, su mano derecha pago el precio quedando lastimada. Sin tomar fijarse en sus heridas agarro la espada del enemigo y la suya atravesando el pecho del caído, liberando humo negro de él, esto le llamo la atención, pero ahora Alastor fue a entablar combate contra las otra cinco entidades sin vida.

—¡Leilla! Debí protegerte... Esto es mi culpa... — se lamentaba al cruzar armas contra el enemigo — Si yo hubiera sido más fuerte... Si tan solo me hubiera opuesto a dejarte... Soy lamentable.

Un enemigo por del hombro a Alastor, impidiendo el uso de su brazo derecho, él noto que estaba en la peor situación posible, se encontraba en medio de sus cinco adversarios, las armas que se aproximaban eran tres espadas y un hacha, una por la izquierda, seguida de otra y un hacha en medio, a su lado la tercera espada, rápidamente optó por una decisión, bloqueo el hacha atizando en la espada, logrando cortarla por el mago y siguió con un giro, alcanzando a chocar contra las dos espadas, la tercera apuntaba a su pecho, Alastor giro su cuerpo lo más que pudo, pero el brazo de la muerte limitaba su movimiento haciéndole un corte profundo en su costado, aún pese su protección.

—¿Acaso moriré? — se decía a si mismo tras recibir la herida, su cuerpo se inclinaba a la izquierda, parecía que caería al suelo — ¡¡No!! ¡¡NO HASTA TENER MI VENGANZA!!

Usando su peso lanzó al cadáver que lo sujetaba hacia los tres cuerpos de la izquierda, teniendo la ventaja contra el muerto viviente con dos armas a una, Alastor atacó con la arma rota de su izquierda, siendo bloqueada con el arma del enemigo, sin más da una estocada directo al cuello de su adversario, pero es bloqueado por el pútrido brazo.

— Maldito... No lo hará fácil — se irritaba al ver lo astutos que eran.

Lanzó una patada al lado de la rodilla del cadáver bajándole la guardia al enemigo, pero Alastor no pudo aprovechar la oportunidad, ya que flaqueó por su reciente herida.

—N-no... No ahora... — su dolencia arrendamiento en su contra.

Los caminantes se incorporaron, el guerrero retrocedió hasta la pared con una mano en su herida, las decadentes figuras se acercaron a él sin clemencia, rodearon al guerrero sin darle ruta de escapé.

—Perdí mi oportunidad soy una desgracia — se lamentaba de su incapacidad.

Unos gruñidos y el sonido de varias pisadas llamaron la atención del grupo de pútridos, eran ocho orcos, criaturas fornidas de dos metros con larga cabellera y fieros rostros con colmillos asomados, vestían diversas pieles, ellos portaban antorchas y luceros del alba (maza con picos), posiblemente de aventureros fallecidos.

—¿Es esto cierto? — No podía creer la suerte que tenia.

Los orcos combatieron contra los errantes, quienes no podían ignorar a tales formas de vida, las fornidas criaturas fácilmente mandaban a volar a sus adversarios, pero ellos volvían a ponerse de pie, se lanzaban contra las piernas de los grandes monstruos verdes, al parecer sabían que serían más fáciles si caían, los humanoides aplastaban a los errantes con sus pesadas mazas y cada vez los muertos tardaban más en reponerse.

—No ganarán... — se decía viendo la brutal pelea, los muertos volaban de un lado a otro por la raza salvaje.

Pronto un orco asesta un golpe con la antorcha quemando a uno de los errantes, sin más es consumido con rapidez por las llamas, liberando el extraño humo negro. Fácilmente otro le arranca la cabeza con su masa a un errante, pero este descarga su hacha en el vientre del salvaje y desde atrás de la criatura recibe una estocada que lo atraviesa.

—Existe otra manera de diezmarlos, creo que está pelea me ha enseñado bastante — decía asombrado, pero se retiró del lugar buscando un sitio donde tratar sus heridas.

Poco antes...

Leilla se encontraba atorada y los goblins farfullaban entre sí regocijándose de la fácil presa que tenían, ella apretaba los dientes resignada y tomo el hacha que tenía en su cintura. El tiempo estaba en su contra así que descargó el hacha contra su brazo atascado, el primer golpe logró producir un crujido en su brazo y un gran grito de sufrimiento, pero no podía permitirse perder esos preciosos momentos por el dolor, si la cosa seguía igual su sufrimiento estaría asegurado por un largo tiempo, así que con todo el dolor en su ser volvió a atizar contra su brazo, los goblins quedaron atónitos al ver tal resolución, pero las perversas criaturas terminaron riéndose del cruel acto, le tomo a Leilla dos golpes más, dos tortuosos golpes que rompieron su brazo, cortando su propia carne, derramando su sangre, para amputarse el brazo, para librarse y encarar al grupo de cuatro goblins.

La guerrera levanta su hacha con su único brazo, su mirada reflejaba una absoluta determinación de seguir adelante, los goblins son simplones pero entendían claramente que esa mujer estaba dispuesta a todo con tal de salir de aquel callejón, Leilla se aproximó a ellos con el arma en alto.

—Alastor... Te volveré... A ver... — decía afligida mientras perdía sangre.

Los goblins retrocedían temerosos de la implacable guerrera, uno de los monstruos intento atacarla con su lanza, Leilla con gran agilidad se deslizó por un lado del arma y destrozó el cráneo de su adversario con su hacha, los monstruos verdes alarmados huyeron de la guerrera, está solo avanzaba tambaleándose, hasta encontrar una antorcha la cual uso para dejar la hoja de su hacha al rojo vivo.

—No... No moriré... No sin verte... Alastor... — colocó el arma en su herida quemándose para parar su hemorragia y dando un doloroso alarido.



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En el texto hay: paranormal, medieval, fantasiaoscura

Editado: 16.03.2020

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