El teléfono vibra. Me molesta tanto que no me deja seguir durmiendo. Lo tomo enojado sin abrir los ojos hasta tenerlo en frente de mí, pero deja de vibrar. Reviso la hora, son las tres de la mañana, hay tres llamadas perdidas de un número desconocido. Unos segundos después vuelve a sonar, contesto.
-Sí? –Aun somnoliento.
-Hola hijo. –Reconozco su voz rápidamente despertando por completo ante la impresión, Es mi padre.
-Dame un minuto. –Digo susurrando. Volteo hacia el costado, Karol sigue durmiendo.
Me levanto de la cama y salgo de la habitación en silencio a oscuras. Subo a la terraza y hablo.
-¿Cómo es que puedes llamar? Y ¿Por qué a esta hora? –Espeto.
-Eso no es importante... supe lo que pasó. –Parece preocupado.
-¿Ismael te llamó? –Digo molesto.
-Claro que no, me lo dijo Marco. Ismael me mandó al demonio.
-Te lo merecías. –Espeto.
-Mierda Mateo! entiendo que me odies, en serio que sí. Pero hago esto para ayudarte porque eres mi hijo, porque no quiero que vayas a prisión por un error... Porque te quiero carajo –Se escucha enojado.
-Me hubiera gustado que te preocuparas por mi antes. –Corto.
Lanzo mi celular al sillón en frente de mí. Me siento furioso, impotente. Quiero gritar, pero no quiero preocupar a Karol, no tiene que saber sobre esto. Me obligo a mí mismo a reprimir ese enojo, mientras me siento y me sobo los ojos con las manos.
Unos momentos después regreso a mi habitación, Karol sigue durmiendo. Me acerco a la cama y me recuesto, pero no logro dormir.
Me preocupa lo que vaya a pasar, me aterra la idea de que alguien haya descubierto lo que hice. André no pudo decírselo a nadie, es la persona más confiable que conozco, no pudo decírselo ni siquiera a Natalia. Mi tio George siempre estuvo en desacuerdo con la decisión de mi padre, pero no sería capaz de contarlo, confío en él. Ismael es mi hermano y siempre me apoyó en todo. Está descartado...
Suena mi teléfono, es un mensaje.
Es un número desconocido.
Hola Mateo, sé que no sabes quién soy. Pero tranquilo,
yo sé perfectamente quien eres... Sé lo que hiciste, pero no se lo diré a nadie. Por ahora.
No sé quién eres, ni siquiera sé de lo que hablas y tampoco
sé lo que quieres, pero conmigo no lo lograrás lo que buscas.
"De qué sirve tenerlo todo, si tú corazón está vacío"
Me paralizo al leer esas palabras, escritas por mi alguna vez. Salgo rápidamente de la cama, bajo las escaleras y corro hacia mi despacho. Enciendo la luz y saco la llave detrás del cuadro, luego tomo la caja fuerte secreta y la abro. Muevo todas las cosas buscándola, remuevo una y otra vez... No está.
El pánico se apodera de mí, mi respiración se agita.
¿Cómo encontraste la carta?
Eso no es importante.
Harás lo que te diga y cuando te lo diga...Si lo cumples no pasará nada,
Pero si no lo haces se lo entregaré a la policía.
¿Por qué haces esto? ¿Con qué propósito? ¿Qué sacas tú con esto?
No tienes que saberlo. Por ahora estarás seguro, pero pronto sabrás de mí.
Si se lo dices a alguien, se acaba todo y vas a prisión. Por ahora, diviértete con tus amigos mientras puedas, Hasta pronto.
-¡Mierda! –Grito en mí interior.
Me enoja la idea de depender de alguien, que me manejen a su antojo. Que no pueda hacer nada para impedirlo.
-¿Por qué carajos no quemé esa carta? –Me pregunto a mí mismo.
Y ante esas palabras, recuerdo por qué la escribí...
...Sólo ha pasado un mes desde que llegué a la finca, Ismael está leyendo un libro en la terraza. Yo estoy en mi habitación, escribo un texto para mí solo con la intensión de desahogarme. Leí en un libro que la mejor manera de desahogarnos es escribir sobre lo que sentimos o lo que nos hace daño.
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Editado: 04.10.2020