Sábado, 21 de abril del 2018.
Ya eran las ocho de la noche. La estaba pasando demasiado bien con ella.
—Sharon, ¿quieres ir a algún lugar en específico? —La cuestioné mientras caminábamos aún en el parque, el cual ya estaba oscuro.
—Pues, se supone aún no puedo comprar bebidas. Pero tú sí.
— ¿Hacerme cargo de una menor? No lo sé —Sonreí, y paramos uno frente al otro.
—Sólo me gustaría una piña colada, y quizás bailar un poco.
—Está bien. Vamos entonces —Ella se puso feliz, y junto con eso lo acompañó una gran sonrisa. He de admitir que lucía preciosa así. Y le tomé la mano. Esperando no le molestará. Pero fue lo contrario. Me dio un apretón y no me soltó. Me miró y me regaló una mirada diferente.
Todo marchaba de maravilla. Después de olvidar donde habíamos dejado mi carro, y estar como idiotas 15 minutos. Lo encontramos y nos fuimos a un bar que conocía que era muy adecuado para el momento. Sólo esperaba no estuviera muy lleno por ser viernes. Igual era temprano, lo más seguro es que no.
Escuchábamos música mientras estábamos en camino. Entramos en confianza y todo empezó a ser más divertido. Con las ventanas abajo, y ella y yo cantando una canción de Caloncho, Optimista.
« Despierto y agradezco, todos los días son perfectos, uno decide como verlos. Hay que saber seleccionar. »
Cantábamos a todo pulmón. Excelente canción para entrar en ambiente.
— ¡No sabía que te gustaba Caloncho! —gritó Sharon por el alto volumen de la música. Le bajé para saber que decía.
— ¿Qué dices?
—No sabía que te gustaba Caloncho.
— ¿Así se llama? He escuchado varias veces la canción más nunca la busqué. ¿Es mexicano verdad?
—Sí, tiene canciones muy preciosas. Te mandaré algunas.
Seguimos escuchando música. Y busqué donde estacionar mi carro, no fue difícil. Ambos salimos del coche, y entramos al lugar, antes de entrar había un pasillo algo pequeño lleno de luces navideñas blancas y las paredes estaban llenas de hojas artificiales. Había camareros por el lugar pero ninguno gracias a Dios pidió identificación.
El lugar estaba ligeramente lleno. Podría decirse que normal. La música por el momento era alternativa. Descubrí a Sharon moviendo los hombros mientras cantaba con sutileza con miedo a ser descubierta.
—No habías dicho que no sabías inglés.
—Y no sé, pero me se coros de mis canciones favoritas. Scary Love de The Neighbourhood es muy preciosa. Como no intentar cantarla.
— ¿De qué dijiste? —Sonreí, ella no había pronunciado del todo bien "Neighbourhood".
—Ash, disculpe usted si mi pronunciación no siempre es la adecuada —reímos y nos sentamos en la barra. Y le hablé al muchacho que atendía—. Hola, quiero un mojito y una piña colada. Y, ¿quieres algo más?
—No, no, sólo eso —respondió Sharon.
—Enseguida se los traigo.
Me senté contra la barra recargada con mis brazos, y observé el panorama. Los hilos brillantes y demás. El mismo panorama que observaba mi acompañante. Aún me parecía increíble, que después de tanto tiempo, prácticamente toda mi vida, apenas me esté topando con alguien así, volteé a mirarla y ella hacía exactamente lo mismo que yo. Y después me miró.
—Miras lo mismo que yo, ¿no es así? —dijo ella.
—Sí, lo hago —afirmé observándola a los ojos.
—Yo siempre lo hago. En cualquier lugar, escuela, restaurante, calle. Veo a ligero detalle —Cruzó las piernas—. Suele ser entretenido.
— ¿Y lo haces sólo por eso? o también por la otra razón, esa que yo también tengo —Le pregunté.
— ¿Hablas de la de tener la pequeña esperanza que entre todos encontrar a alguien igual a mí?
—Ajá —Me acerqué más a ella. Sin dejar de mirar sus labios.