El humo invade mis pulmones. Su sucia nicotina junto a diversas mierdas logran mantener un momento de paz en mi interior. Espiro el aire manchado y sucio, dejando un halo turbio a mi alrededor.
Calada tras calada me vienen a la mente una y otra vez sus palabras. Palabras que se rompieron nada más pronunciarse. Los pedacitos que consiguieron llegar a mis oídos quedaron allí congelados, esperando alguna interpretación, sin encontrarla. Sólo silencio. No pude decir nada, no pude ni tan siquiera gesticular. Mi cuerpo no obedecía mis órdenes.
Simplemente apreté el gatillo y disparé. Un silencio roto por el estridor de una bala.
Editado: 02.11.2019