La música sonaba a todo volumen en la pista de baile. El humo y los colores de las luces hacían doler mi cabeza, pero no importaba. Nada importaba.
Estaba borracho, era consiente de ello.
Como también era consciente de el chico que baila detrás mío.
Tomaba mis caderas, pegadas a las suyas, creando una fricción deliciosa mientras besaba mi cuello. No lo conocía, y tampoco me importaba.
Paré cuando la música cambió a una más lenta. Momento perfecto para seguir tomando.
En la barra me esperaba mi amigo. Mi mejor amigo, que prácticamente lo había obligado a venir. No le gustaba salir de fiesta, y menos a un club gay.
Yo soy gay. Él no. Pero aún así me acompañó. Para eso están los mejores amigos ¿no?
Me acerqué a la barra donde él estaba, me miró fijamente mientras le pedía una cerveza al barman, y éste coqueteaba conmigo.
-¿Ya terminaste de bailar? -El enfado y el disgusto se notaba no sólo en su cara, si no también en su voz.
-¿Por qué no bailas conmigo? -Pasé mis manos por sus brazo intentando molestarlo.
Él se apartó rápidamente, se levantó de la silla y empezó a caminar entre la multitud hacia la salida.
¿Qué hice ahora?
Lo seguí hasta el estacionamiento donde se encontraba mi auto. Esperó a que abriera las puertas.
-¿Estás enojado o qué pasa contigo? -No íbamos a ir a ningún lado hasta que me hablara.
-No, claro que no. Me encanta ver cómo bailas con otros chicos en la pista de baile. -¿Era sarcasmo? En el fondo sabía que si, pero mi borrachera nublaba mis pensamientos.
-Te dije que bailáramos juntos. -Empecé a caminar hacia la puerta del conductor pero él me detuvo.
-No vas a conducir así. -Arrancó las llaves de mis manos y me abrió la puerta del acompañante. Subí sin rechistar.
Cuando él estuvo adentro también, me miró sin arrancar el auto.
-¿Qué? ¿Qué tengo? -No iba a decir que no me parecía atractivo y esperaba que fuera a causa de las copas de más que había tomado.
-No lo entiendes ¿verdad?
Lo miré si entender. Él se acercó un poco más, casi rozando su pelo con mi mejilla sonrojada.
Me sentía caliente, pero estaba seguro que era por el alcohol. No tenía nada que ver con su proximidad, lo prometo.
-No, no entiendo. -Miré sus labios. Era imposible que él estuviera pensando lo mismo que yo. Yo era el gay, no él-. Explicame.
En ese momento, todo pasó tan rápido. Sus labios sobre los míos, sus manos en mis mejillas. Y yo sólo podía gemir en su boca.
¿Qué demonios acababa de pasar?
¿Mi mejor amigo, de toda la vida, acababa de besarme? El chico más heterosexual que había conocido en la vida acababa de juntar sus labios a los míos.
Sabía que él no era gay. No podría serlo, probablemente lo drogaron o algo le pusieron a su bebida. Así que no podía aprovecharme de eso. A pesar de que se sentía tan malditamente bien. Tan correcto.
Me estaba por separar, pero él lo hizo primero.
-Oh, Dios... L-lo siento. -Su respiración era irregular al igual que la mía.
-¿Estás drogado? -Le pregunté. Era tan romántico.
-¿Qué? No, no. -Él estaba de vuelta en su asiento, con la cabeza entre sus manos-. Claro que no. Idiota.
Estaba sin palabras. No estaba drogado. ¿Entonces por qué me había besado?
-... Entonces... -¿Qué se supone que tenía que decir ahora? Su beso me había dejado un poco mareado (Sin contar todas las cervezas que había tomado) y sentía que todo alrededor giraba.
-¿Por qué eres tan idiota? -Él suspiró frustrado.
¿Era el único que no entendía la situación?
-... Uhm...
-No, no digas nada. -Se acercó de nuevo, sabía lo que estaba a punto de hacer, y no me importaba. No quería detenerlo.
Sus dedos acariciaron un mechón de mi flequillo que estaba fuera de lugar. Me miró como esperando algo. Sus labios se acercaron peligrosamente a mi oreja.
-¿No vas a detenerme? -Susurró cerca de mi cuello. Yo contuve un gemido.
No, demonios. Sigue.
-Sí, detente. -No era yo el que hablaba, no había manera de que sea yo-. Detente y explícame, ¿qué rayos está mal contigo?
Se separó sorprendido por la brusquedad de mi pregunta. Yo también lo estaba.
Deseaba tanto sus besos en mis labios que no estaba seguro de cómo viví tanto sin haberlos probado antes.
Pareció pensarse la respuesta a mi pregunta. Lo que fueron segundos para mi fue una eternidad.
-Me gustas tan malditamente tanto que no sé qué más hacer para sacarte de mi cabeza. -Se me quedó mirando fijamente, esperando una respuesta. Como si pudiera responder a algo como eso. Como si alguien pudiera.
-¿Eres gay? -Más preguntas estúpidas salían de mi estúpida boca.
No podía decir algo como:
"Adelante besame y quitame la ropa."
-No, sólo tú. -Al ver mi cara de no-entiendo-un-carajo, aclaró-. Solamente tú me gustas. Eres el único chico de la galaxia que me pone y el único que podría llegar a cambiar mis pensamientos acerca de cuánto me gustan, o gustaban, las chicas.
-¿Yo te atraigo? -Parece que era mi día de hacer preguntas tontas. Seguro era por el alcohol, sí, era eso.
-¿En cuántos idiomas quieres que te lo diga? -Sonrió a pesar de la desesperación en su mirada.
-...¿Desde cuando? -Dije después de un rato se asimilar todo, sus besos, sus palabras, el calor que de repente hacia en todo el auto-. Somos amigos de toda la vida ¿Por qué nunca me has dicho nada?
-No sabía cómo, eres mi mejor amigo ¿Cómo se supone que podrías aceptarme como algo más? -Volvió a acercarse a mis labios. Santa mierda. No podía concentrarme en lo que salía de sus labios. Oh, sus labios-. Te amo desde que tengo memoria, desde siempre. Y nunca quise aceptar el hecho de que un hombre me atraiga, tengo miedo. Tengo miedo de tu rechazo, de el rechazo de la sociedad. Tengo miedo de ser gay.
Era en serio. Santo Dios.
-... No sé qué decir... -La única cosa coherente que había dicho en la noche.