23 de Diciembre de 2016
A la gente le llamaba la atención su nombre, ella había terminado por acostumbrarse, se llamaba Alma.
Su madre le había contado que había visto en sueños a su propia abuela quien le había dicho que debía nombre así a la niña que nacería. Y así la habían llamado.
La gente que la rodeaba pensaba que aquel nombre tenía que ver con su extrema sensibilidad, lo cierto era que ella tenía una percepción muy particular, así como empatía con la gente y desde pequeña había deseado curar y aliviar los sufrimientos.
Lamentablemente no había podido estudiar para ser médica, pero había logrado ser enfermera y era muy feliz pues eso le permitía pasar más tiempo con los pacientes.
Era veintitrés de diciembre, su último día de guardia y luego tendría descanso por dos días, su familia estaba lejos, los estudios y luego el trabajo la habían llevado muy lejos de casa, así que pasaría la Navidad sola.
Llevaba apenas un año instalada allí, así que no tenía amigos cercanos a pesar de ser una persona sociable.
Llegó al hospital y comenzó a hacer su ronda, al final llegó con su último paciente y como todos los días se sentó un rato a hablar con él, mejor dicho a hablar sola, esperando que la escuchara.
Era un hombre joven, debía tener un par de años más que ella y había ingresado un mes atrás por un accidente automovilístico.
Estaba en coma.
Casi no recibía visitas, así que a Alma le daba mucha pena verlo allí tan solo todo el tiempo. Por lo tanto después de cada control se quedaba un rato a hablarle, le contaba cosas del día o le hablaba de ella.
-Buenos días- le dijo sentándose a su lado en una silla- ¿cómo estás hoy. Yo un poco cansada, perdí el autobús y debí caminar un buen trecho, y está muy frío afuera, han dicho que nevará para navidad, espero que así sea.
Tengo muchas ganas de ver nieve, ¿ y a ti, te gusta la nieve? Ya tengo todo planeado para mañana, me haré una rica cena, miraré algunas películas clásicas con una buena taza de chocolate caliente en la mano y esperaré que nieve.
Ojala pudiera tener a mi familia cerca o alguien con quien compartir la noche de navidad pero aún así no está mal verdad, lo importante es abrir el corazón y agradecer, de eso se trata esta época.
Y hay mucho para agradecer, sé que puede parecerte que no es verdad lo que digo, pero ya verás que sí cuando despiertes.
Debes pensar que hablo mucho, ¿verdad? Pero la culpa es tuya, tienes que apúrate a salir de ese mundo de silencio y contestarme, así no hago estos monólogos – comentó con una sonrisa.
Ya era su hora de terminar su turno, así que Alma se aseguró que no pasara nadie por la puerta y luego se inclinó para besar la frente del hombre dormido.
-Feliz Navidad, ten fe- susurró suavemente y se marchó.
La mañana del día veinticuatro se ocupó de hacer compras que no había podido realizar por el trabajo, ya había enviado regalos a su familia, pero le faltaba comprar alimentos y también un regalo para ella misma.
El frío se hacía sentir, pero a Alma no le molestaba porque disfrutaba de su paseo. Le gustaba ver a la gente invadida de espíritu festivo, la decoración de la ciudad y de las distintas tiendas.
Compró los ingredientes para la cena y varias golosinas, entre ellas almendras cubiertas de chocolate, sus favoritas y se regaló a sí misma una preciosa bufanda en color rojo oscuro. Ideal para los días fríos.
Mientras iba llegando a su casa, miró hacia el cielo, estaba bastante nublado, quizá si obtuviera su deseo de ver nieve.
Al llegar se quitó el abrigo, acomodó las compras y luego telefoneó a su familia antes que las líneas colapsaran y no pudiera hacerlo.
Menos mal que el teléfono no permitía que le vieran la cara y notaran lo mucho que los echaba de menos, para fin de año iría a visitarlos, pero ahora los extrañaba demasiado.
Después de saludarlos, se dedicó a preparar los ingredientes para la cena, haría pollo relleno y aunque era una comida muy elaborada para ella sola, le gustaba darle importancia a aquella noche y no tratarla como una noche común.
Cuando tuvo todo listo se dio una ducha y se puso un vestido que usaba para ocasiones especiales, puso música y dejó que las notas llenaran el vacío de su pequeño departamento. Arregló la mesa con flores y velas y sonrió para sí misma, había quedado muy bien.
Faltaba poco para sacar la comida del horno cuando tocaron a la puerta, Alma no esperaba a nadie pero se apresuró a atender.
Cuando abrió, miró sorprendida al hombre que estaba allí.
-¿Puedo pasar? – preguntó como con temor de no ser bien recibido, ella asintió con un mínimo gesto y se apartó para darle paso. Era la Nochebuena, una noche muy especial donde había que abrir el corazón a las personas y a los milagros.
Era la primera vez que ella escuchaba su voz, le gustaba como sonaba.
- ¿Cenarás conmigo?- preguntó al hombre con la misma naturalidad con la que él había llegado.
-Sí – le respondió sonriendo brevemente y luego caminó por el departamento observando el árbol, la decoración navideña, la mesa- Todo está precioso. Es acogedor.
-Gracias, esa era mi intención. Ven a sentarte, antes que la comida se queme – dijo y por un momento pensó que era extraño, que tal vez...pero descartó la idea. Él estaba allí y era Nochebuena, era lo único importante.
Alma sirvió la cena.
-¿Quieres dar las gracias? – le preguntó pero él negó con la cabeza.
-No, hazlo tú, eres la anfitriona, yo sólo soy un intruso.
-Un intruso muy bienvenido, pero está bien, yo daré las gracias, aunque al primero que tengo que agradecer es a ti. Gracias por venir esta noche y no dejar que lo pasara sola. Me sentía triste al pensar que nadie celebraría conmigo.
-Lo sé, sonabas algo triste, por eso vine- le dijo, ella dio las gracias y comieron.
Editado: 17.04.2020