El sol centellaba más fuerte de lo normal, o quizá solo porque era verano y medio día, en este lugar, al aire libre, el calor era mayor. La tierra y rocas debajo de mis pequeños piecitos me molestaban en la suela de mis zapatos, por más gruesa que esta sea, me dolía caminar sobre este tipo de superficie.
Me apresure en dirección a una resbaladilla que había cerca en este enorme lugar lleno de juegos y me acerque a la escalera metálica para poder subir, pero alguien que se encontraba en la escalera lo impide.
-¡Fuera de aquí!— Escuché el grito de un niño robusto arriba de la escalera— ¡Déjame pasar, tonto!— Parecía discutir con alguien que estaba más arriba.
Me quedé expectante a la espera de una respuesta que no llegó; entonces, el robusto pequeñuelo sobre mí, comenzó a agitar su mano izquierda y a solo sostenerse con la mano derecha de las escaleras con todas sus fuerzas. Quería golpear a quién quiera que estuviese allá arriba, pero su brazo era muy corto para alcanzar la parte superior de la resbaladilla.
De pronto, un golpe en seco había sonado y me dejo helada, la escalera tembló varios segundos hasta que quien se encontraba sobre de mí, comenzó a bajar o resbalarse, no lo sabría definir muy bien; lo que sí, es que tuve que huir para que no cayera sobre de mí.
-No vuelvas a tratar de intimidarme— habló una voz arriba de la resbaladilla. Se asomó otro niño de cabello crespo y negro, con una intimidante mirada—, y tampoco me toques de nuevo.
Su voz me dio miedo por lo fría que sonaba, y aparentemente al otro pequeño también; ya que, apenas dicho esto, tembló su mirada y susurro un “Lo siento” antes de salir huyendo. Lo vi correr lejos de ahí y una vez que desapareció de mi campo de visión, me giré nuevamente hacia aquel juego donde cruce mirada con ese par de ojos negros.
-¿Qué miras?— preguntó de forma tosca y quité rápidamente mi mirada al sentirme tan abrumada por él. Solamente oí como se sentó en la resbaladilla; cuando volví mi vista lo perdí por completo.
Con mi corazón a punto de salirse de mi pecho salí de aquel lugar a toda prisa. Entre a mi salón y me senté nuevamente en mi lugar sintiéndome segura de esta manera. Pensé un poco en lo que había ocurrido hace unos minutos; jamás me había topado antes con aquel niño, aunque tal vez sea porque no suelo ir mucho a lugares tan concurridos a menos que este con mis amigas, aunque el día de hoy decidieron faltar.
Analizando un poco la situación, sentí pena por la persona que se cruzara en el camino de aquel problemático mocoso; pero también por él mismo, debido a que tendría demasiados problemas con semejante carácter.
Ignoré mis ideas, saque una libreta para empezar a dibujar y rayar cualquier cosa que, pudiera distraer mi mente de aquella penetrante mirada que, por alguna razón, me quedaba en la cabeza, eso era un terrible comienzo.
[En la salida]
Espere a que mi mami llegara por mí de forma desesperada, quería irme de este lugar lleno de gente, sentí varias miradas sobre mí; seguramente solo era mi imaginación, pero no logree convencerme lo suficiente para dejar de sentir dicha incomodidad. Es entonces que sentí un llamado casi celestial de la voz de mi madre, a quien ubique rápidamente junto a otra señora que no conocía de cabello ondulado y negro.
-¡Atteneri!— Me llamó mi madre, agitando su mano y regalándome una bella sonrisa. Corrí hasta donde ella se encontraba con sus brazos abiertos para un abrazo— ¿Cómo te fue, mi niña?
-¡Mami!— Sonreí entre su cálido abrazo maternal; era mi lugar seguro e incluso mi favorito en el mundo— Me fue bien, gracias… aunque ni Julia ni Katia estuvieron conmigo, porque faltaron el día de hoy—. Hice un puchero al recordar a mis amigas faltantes.
-Pobre de mi niña— mi madre acarició de forma cariñosa mi cabeza—, ¿te sentiste muy sola?
-Solo un poco—. Trate de no preocuparla y evite su mirada, al no poder mentir. Escuché como ella soltó una leve risa por mi acción.
-Atteneri— me llamó un poco más seria—, ella es la señora Helen— se refirió a la sonriente mujer junto a ella, tenía una extraña mirada que, se me hacía familiar—. Ella también vino aquí para recoger a su hijo, creo que va en el otro grupo…
-Hola, Atteneri—. Me saludó con una deslumbrante sonrisa, la señora Helen. De hecho, debo de admitir que tiene un aire cariñoso y confiable a su alrededor—. Soy Helen, la mamá de…
El sonido de unos apresurados pasos detrás de mí, silenciaron a la agradable señora, la cual levanto su vista y soltó una sonrisa inigualable a quién sea que, estuviese atrás de mí. Abrió sus brazos, mientras que yo me hice a un lado por inercia y giré sobre mi propio eje para descubrir de quién se trataba. Casi me quede boquiabierta al ver al mismo niño, de cabello oscuro y crespo, correr a los brazos de su madre; le dio una corta sonrisa antes de girar a verme confundido, cosa que la señora Helen notó y me sonrió tratando de mejorar aquel extraño ambiente.
-Él es mi hijo, Luzbel…— sonrió la señora con el niño en brazos— Luzbel, saluda a Atteneri— Se agachó a ver al pequeño que, me daba una mirada indiferente.
[Semanas después]