Poco antes de la llegada de los españoles a Sudamérica, los incas habían extendido su territorio hasta la zona central de Chile, existen números vestigios arqueológicos e historias locales que dan cuenta de esta presencia.
En la localidad de Portillo, el conocido centro de ski ubicado a pocos kilómetros de Santiago, existe una famosa laguna de color esmeralda: la Laguna del Inca.
Cuenta la leyenda que el inca Illi Yupanqui se enamoró de la hermosa princesa Kora-llé. El amor correspondido, se sellaría en una ceremonia matrimonial en una de las cumbres que rodean la laguna.
Según el ritual, luego de la ceremonia, la novia ataviada con sus ropas nupciales y preciosas joyas debía descender junto a su séquito por la ladera del cerro. Como el camino era estrecho y cubierto de grava, la princesa resbaló, cayendo al vacío.
Illi Yunpanqui corrió desesperado, solo para encontrar a su amada que yacía muerta a la orilla de la laguna. Con profundo dolor, y creyendo que ninguna tumba sería lo suficientemente grandiosa como para recibir a su princesa, decidió que el cuerpo fuera depositado en las profundidades de la laguna.
Kora-llé fue envuelta en linos blancos y su cuerpo depositado en el centro de la laguna. A medida que su cuerpo se hundía, el agua mágicamente se volvió de color esmeralda, el mismo color de los ojos de la princesa.
Desde entonces se dice que la Laguna del Inca está encantada y que, sobre sus aguas quietas, el alma de Illi Yupanqui deambula llorando la ausencia de su prometida. Visítala en un atardecer de invierno, y te prometemos llegarán hasta tus oídos los tristes sonidos de los lamentos del inca que nunca dejó de amar a su mujer.