Cuando era pequeña, cada noche cuando se apagaban las luces e iba a dormir, dos figuras oscuras descendían del cielo cerca de la puerta hacia mi habitación. Caminaron tranquilamente hacia mi cama y cada uno se ponía de pie en cada lado de mi cabecera, mirándome. Cubría mi cabeza con la sábana, hasta que un día tuve el coraje de decírselo a mi madre. Puso una lámpara en mi habitación y me dijo que rezara y les pidiera que se fueran. Duermo con una lámpara encendida toda la noche hasta el día de hoy...