Que no se te vaya la vida solo imaginando, sino
La maldita bola de materia pútrida es tan pesada como este camino de piedras, y tierra. Aún falta un tramo para llevar esta carga, y quedan muchas peripecias.
- Saldrás hoy – le comenta la esposa angustiada
- Solo para hacer mis labores. Alguien debe cumplir con este mandato
- Y mientras tanto arriesgas tu vida por un montón de basura maloliente venida de
¿quién saque quién?
- Tenemos que comer vida.
- ¿Y tu vida?
- Vale, lo que nos deje para estar bien.
- ¿Y el virus?
- No nos hará daño. Solo ataca a los humanos
- Ve con cuidado.
Al cerrar las puertas de su cueva con un sedimento de tierra. El aire se hizo espeso. Y un silencio en la casa, obligo a nuestro ser a pensar que el vacío era un total. No intento retornar a la morada y llamarla, pues debía proseguir.
Así se adentró en su travesía. Aquel ser transitando el páramo se dirigió al montículo de basura donde armaría su cesta de trabajo. En este empleo de llevar más de su peso se arriesga todo. Infinidad de depredadores, climas espesos, la maldita rutina.
Sus días siempre fueron así como un y otra vez en el epicentro de su ser. Una y otra vez cargar pedazos y pedazos de mierda, por una paga. Una esposa que lo ama. Y el designio de un destino totalmente horizontal en la línea que lo vio naces, y la que lo verá perecer. Sea de viejo, o por formar parte del menú de otra criatura.
No tenía el tiempo, ni la paciencia para permanecer quieto.
Tres horas han pasado. De repente el llamado de una vibración en el suelo le confirmo lo peor. Algo serpenteante lo avistó. Nuestro amigo descuelga su peso y se dispone a esconder detrás de unas hojas secas, pero es tarde. Ahí el reptil, la gran serpiente confirmo con sus movimientos un circulo peligroso de fuego donde no poder escapar. El coraje es algo que nunca le falto a este escarabajo que abriendo sus largas tenazas se dispuso a morir convidando al duelo a su enemigo.
- Vamos, si puedes, vamos. Solo da un paso – el insecto se jugaría todas sus mañas para vencer a quien lo doblegaba en peso, tamaño, fuerza.
La serpiente se acercó con su lengua palpando la serena calma de la guardia del coleóptero que lo esperó. Se midieron, y el enemigo lanzo su feroz ataque. Tragando parte de aquel diminuto amigos. Al cerrar su fauces, este pudo ver todo el interior de la capa de piel, llena de bacterias, corroído su cuerpo por la saliva, y un agujero completamente negro que en su orifico era una cueva de perdición. Intentando con todas sus fuerzas escapar en la viscosa atracción que lo deglutía. Se imaginó asimismo de pequeño disfrutando de la claridad de una piedra a la cual se posó a jugar con un caracol en su lentitud, y una luz que siempre formaba una sombra de sí. La luz, reflejó sus ojos, y regresó del sueño en aquella cueva estomacal. Un punto claro que no comprendía le hizo pensar al regresar en sí, que abandonar es la única derrota en que existe. Y sin pensar pues, su tiempo era nimio clavó como una espada filosa en la parte superior de la boca de su atacante su tenaza que parecía cortar sus sentidos. Acto que medio la obligación de escupir al insecto bien lejos. El reptil intento retroceder, y luego adelantarse. No podía sacar su lengua del dolor, y se retiró sin más que decir.
Hoy había vida, donde podía la parca librarse por unas monedas un ser. Aquel insecto exhausto se rindió en el suelo a descansar. Sus ojos veían los cielos armando figuras con las nubes de un día claro. Permaneció allí unos instantes. Recordó aquel, su niñez, la situación en aquellas fauces oscuras, el caracol, y la luz del destello de la sombra iluminada. Nunca supo el porqué de ella.
Han pasado tiempo, y tampoco comprendía porque aquel sueño lo invadió en el peligro. Dio media vuelta en un campo de trescientos sesenta grados en su cuerpo y retomó su labor. Le han dicho en su juventud que todos tenemos sombra creada a partir del reflejo de lo que el sol nos ilumina. Y la figura de color negro es nuestro par. ¿Pero el ese día tenía una luz, ¿y no sabía el por qué?
Retoma su viaje, y con él, el paquete para cumplir la jornada especial de trabajo, hasta que dió detrás de una piedra, con una luminiscencia. Algo mágico que lo llevo a pensar. Recordó entonces la luz. Lanzó la carga al suelo, y se despidió de sí mismo. Como una metáfora de que no cumpliría. Un hongo inmenso como una montaña le sirvió para escalar los metros suficientes para que aquella iluminación tocase su rostro.
- ¿Increíbles, no?
- ¿Y tú? - lo observa el escarabajo
- Yo, soy yo, y tú eres tú. Y ambos somos tú, y yo
- ¿Porque?
- Porque así fue siempre, y siempre lo será
- Tienes la capacidad.
- ¿De qué?
- No sé, ¿dímelo tú?
- Tengo la capacidad de maravillarme antes pequeñas apariciones. Trivialidades del mundo. Detener el tiempo, y admirar las luces del cielo. Esas corrientes que
vienen por un instante, y se van. Lo cierto es que, mientras muchos seres de grandes que me miran como una extraña amenaza, se esconden en sus cuevas, aprovecho para pausar mis labores de coleóptero, y darle sentido a este día. El estiércol puede esperar antes de cultivar.
- Perfecto!. Muchos seres que has visto pasar. Muchos que no saben que están, que no saben porque existen. De donde vienen y a donde van. Que narran el día con un ímpetu desmesurado para llegar a nada. Y no se detienen en la maravilla de lo que no se puede observar
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Editado: 30.04.2024