Día y noche, no dormía.
No entendía porque me pasaba a mí.
Las pisadas del caballo y el jinete me seguían, era mi sombra. La gente a veces sentía su presencia, era difícil, sentían miedo de mí.
Traté de volverme más religioso, no funcionó.
Una noche, como olvidar aquella noche. Él estaba frente a mí, el vapor del hocico del caballo estaba en mi cara, podía oler el azufre emanar de aquélla bestia.
Me sentía incómodo, no podía moverme.
— Tú, vengo a cobrar la apuesta. — me habló, el jinete estaba mirándome, estaba inclinado hacia enfrente.
Seguía sin articular palabra alguna.
— No invoqués algo que no puedes manejar... Tú alma es mía. — me tomo del cuello, sentí como me faltaba la respiración, mis ojos se sentían pesados.
Recuerdo haber dormido.
No sé cómo desperté, me dolía la cabeza. Todo estaba bien, ya no oía las pisadas del caballo.
Pensé que estaba bien, pensé que se había ido.
Los días siguientes no podía dormir, ahora escuchaba voces, veía sombras...
Volví a ir a la iglesia, algo extraño ocurrió. No podía entrar, algo me decía que no era mi lugar.
La sangre la sentí hervir dentro de mí.
Volví a escuchar el cabello relinchar.
— Eres mío... — me dijo el jinete. — Serás mi cartero... Tomarás las almas y me las llevarás. Es lo qué querías, ahora lo tienes.
No entendí nada ese día.
Los días pasaron y después comprendí, entendí que yo no podía morir ni vivir, estaba en un limbo.
No pertenezco al cielo, la tierra o el infierno.
Soy un alma errante qué va en búsqueda de aquellos que desafían al "Jinete".
Yo soy con él qué haces el trato de muerte, y yo soy el que irá después a verte.
Yo soy el que se lleva las almas, aquél que ves en las noches caminar, soy lo último que ves cuándo es hora de cobrar la apuesta.
No juegues con algo más allá de tu comprensión, yo lo hice en el año 1873 ... He vagado con el desde esa fecha, mi alma es su esclava, no puedo deshacer lo hecho.
Tómalo como una advertencia.
La próxima vez vendré por ti...