El joven identificado como Brandon vio el carruaje, vio al señor en él que lo señalaba y echó a correr.
―Detengan a ese joven ―vociferó Benson Brown, como el señor que un día llegaría a ser―. ¡Sin que sufra daño!
Sus dos escoltas, que montaban a caballo, espolearon a sus monturas y cortaron el camino a Brandon. Éste empezó a temblar y a decir que él no había hecho nada.
Darlin bajó aprisa del carruaje y corrió a apartar la lanza que amenazaba el cuello del joven.
―Déjenlo en paz ―dijo―. No tienen que atemorizarlo.
Era la prometida de su señor, así que obedecieron.
El muchacho detenido era moreno, de ojos oscuros, pero su sonrisa… su sonrisa no se parecía a la del retrato. Además, aunque el joven del retrato aparecía a medio cuerpo, Darlin juraría que el joven que tenía en frente era más bajo.
―¿Cómo te llamas? ―preguntó, cuando lo hubo liberado de la amenaza de los guardias.
―¿Darlin? ―replicó él―. Mi lady, soy Mike, vuestro esclavo.
―¿No eres Brandon? ―preguntó ella, decepcionada. Nunca había escuchado ese nombre, sin embargo, vino a su mente como por ensalmo. Probablemente estaba delirando.
Mike iba a decir algo, pero sus ojos miraron a Benson Brown, heredero de una de las familias más ricas y poderosas de la región, y cambió de opinión.
―No conozco a ningún Brandon, mi señora. Sólo soy Mike, cargador de los muelles.
―Te pareces mucho a él. ―Darlin enseñó el retrato en el pequeño trozo de papel.
Los ojos de Mike se abrieron en reconocimiento, pero otra vez miró al prometido de Darlin y cambió lo que pensaba decir.
―Soy más ancho de cara ―señaló―, y mi cabello más claro, y si se fija bien, los dientes del caballero del retrato son rectos, los míos están torcidos, mire.
―Lo siento, creo que me confundí.
Dejaron marchar al muchacho. Y ella regresó pensativa al carruaje.
―Lo siento, mi amor ―dijo Ben, cubriendo de besos sus suaves manos―. Lamento que no hayas resuelto lo del retrato. Lo mejor será que lo olvides.
―Sí, creo que será lo mejor ―respondió Darlin, sin poner mucha atención―. Llévame a casa, creo que he tenido suficiente por hoy.
El trayecto de regreso a casa apenas lo notó. Se sentía agotada, frustrada, derrotada. Enferma, sobre todo volvía a sentirse enferma.
Apenas recordaría que su madre dio un grito de alegría cuando Ben la introdujo en la morada.
―¡Hija, me tenías tan preocupada!
En sala había un anciano que nunca había visto. Era viejo, flaco y en la cabeza apenas le crecían unos mechones de pelo que le caían a la altura de los hombros. El anciano se mantuvo fuera de la conversación.
―Muchas gracias joven Benson por devolvérnosla sana y salva. Ahora lo mejor será que descanse. Descuide, ella estará bien. Mañana le enviará recado. Está agotada la pobrecita. Seguro sabrá comprenderla.
A Darlin le pareció que hablaban de ella como si no estuviera allí. Apenas recordaría la presión de unos brazos que la guiaban a su habitación. Recordó unas manos que la esculcaban hasta que encontraron lo que buscaban. Vio a un viejo con la cabeza cubierta de mechones blancos dar vueltas en torno a ella mientras recitaba oraciones en un idioma ininteligible. Vio a su madre dar palmas y luego órdenes, mientras su rostro demudaba del placer a la furia, y de ésta al placer. Vio una cadenita plateada con un dije en forma de ancla pasar del viejo a su madre; vio un pañuelo rojo con los bordes coloreados por la plata de una ancla cambiar de mano; vio un retrato de un hermoso joven ir de allá para acá hasta por último deshacerse en cenizas igual que había ocurrido con el pañuelo y la cadena.
Todo eso lo vio como en un sueño. Y seguro debió serlo, porque a la mañana siguiente no recordaba nad. Ni de los terrores de las últimas noches.
A la mañana siguiente se sintió desorientada. Estaba débil y apenas tenía una vaga noción de la última semana. Su madre estaba sentada en una silla, esperando que despertara.
―¿Cómo te sientes, cariño? ―preguntó preocupada doña Inés.
―Estoy cansada, madre, como si hubiera corrido veinte millas en un solo día. ¿Qué ha pasado?
―Has estado un poco enferma. Pero el doctor dijo que lo peor ha pasado ya. Un día más de reposo y estarás como nueva. Mira, ahí viene Flor con el desayuno. Descansa hoy y mañana continuaremos con los preparativos de la boda.
La sola mención de la boda iluminó su rostro y se aprestó a devorar el desayuno. Nunca había tenido tanta hambre. Le agradeció a Flor, pero ésta se limitó a realizar una reverencia y a marcharse. No le pasó desapercibido que la muchacha evitó mirarla a los ojos. Pero una vez recuperadas las energías y la atención puesta en la boda y en la dicha que eso supondría, se olvidó de tal pequeñez.
Una semana más tarde, semana muy amena y agradable para Darlin a pesar del nerviosismo de la boda, Flor entró a su habitación y dijo que había un joven que quería verle. A Darlin le sorprendió tal anuncio, puesto que su madre no estaba y Flor nunca dejaría entrar a nadie si no estaba la señora de la casa. La peculiaridad de la situación la movió a admitir al joven.
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Editado: 26.05.2022