El dolor de cabeza daba la sensación de que iba estallar. La presión en los ojos. El dolor en la mandíbula. Tuvo un accidente fuerte, algunos dientes de aflojaron, otros ya no estaban en su lugar.
Se dirigió a la cocina. Quiso prepararse una taza de café y tomarla con una aspirina, pero no recordaba cómo se hacía una tarea tan simple.
Arrastrándolo los pies, regresó a su habitación. Por un momento, cruzó por su mente la idea de que es como una abuelita con alzhéimer. Pero eso era imposible, a pesar de todos los dolores, se siente joven. Con energía.
Para evitar dudas y confusiones, se miró en el reflejo inverso de una cuchara. No tenía canas, ni arrugas, así que sí, era una mujer joven aún.
Llegó a su morada y al filo de la entrada, su estómago rugió. Recordó que tiene un esposo y extrañamente la idea se familiarizó con comida: carne. Eso le produjo una risa gutural.
Fue a la cama. Las sábanas estaban llenas de coágulos y sobre ellos un cuerpo a medio comer. La escena no le hizo gritar. No retrocedió, ni corrió a pedir ayuda. Solo se lanzó al colchón, para terminar de devorarlo.
La Era Zombi había empezado.