El caos amenaza con no mermar jamás, al contrario, va en aumento. Pero el ruido de la habitación se ha esfumado. Todo parece venir de afuera.
Abre sigilosamente la puerta del baño. Efectivamente, no hay nadie allí. O, al menos, eso cree Tina.
Cuando sobrepasa la cama donde estaba reposando tranquilamente, hace unos minutos, encuentra el cuerpo de Linda, la enfermera con la que estuvo hablando hace poco.
Casi pega un grito. Tiene grandes deseos de gritar y querer despertar ¿Será esto un sueño? Es demasiado real, si es que acaso esto es una pesadilla. Las pesadillas son mucho más reales que un sueño.
Se asoma al pasillo y tampoco parece encontrar gente allí. Camina un poco. Está algo agitada. No ha hecho esfuerzo físico alguno, pero su corazón está acelerado. Su desgaste es emocional. Trata de recordar lo que habló con la enfermera.
“Tú puedes ser la cura, de ti podemos obtener un antídoto”, le había dicho. Qué ironía, se siente dentro de una peli. Sería ella el personaje principal.
Espera, como en las películas, sobrevivir a todo esto. El fin del mundo. Y ese pensamiento les recuerda a sus padres ¿Dónde estarán? Debe ir a buscarlos, como sea.
Grande sería su sorpresa, el comprobar que están muertos. Que su abuela fue la primera contagiada, la más débil, y que devoró a su tía y su primito.
Saber que su padre intentó rescatar a su madre de un accidente automovilístico y esta, en agradecimiento, terminó por tragarlo.