Historias del Cáncer

La primer estrella: Estela V.

Ya estábamos situados en el primer piso de un modesto edificio que alquilaba sus instalaciones a distintas especialidades médicas para que instalaran sus consultorios. Era algo así como una pequeña clínica privada, ubicada en un muy buen punto del límite con la gran ciudad.

Estela V., fue la primera paciente que recibí. Ya había tomado el suficiente entrenamiento para llevar a cabo los tratamientos quimioterápicos, además de mi experiencia en el hospital público; pero aún así sentía esos nervios de principiante. Ese temor natural que se desarrolla al saber que cualquier error que cometas puede ser la diferencia entre la vida y la muerte de un ser humano o al menos en su calidad de vida.

Era una mujer de unos cincuenta años, de contextura delgada y ropa algo anticuada. Estaba muy nerviosa y yo también pero traté de disimular lo más que pude. Su cabello negro le llegaba a los hombros y su peinado combinaba con su ropa. A pesar de la situación, me brindó una sonrisa sincera y yo la saludé besando su mejilla y devolviéndole la sonrisa. También saludé a su familia, que la acompañaba atenta a todas mis acciones. Eran varias personas, imagino que eran sus hijos y tal vez su esposo.

-¿Quién va a acompañar a Estelita?-dije mirando al grupo.

-¡Yo!-dijo una joven de unos veinticinco años, que después supe era su hija Marisa.

Seguramente debía sentirse algo intimidada y temerosa por el tratamiento al que venía a someterse. Por eso, quise hacerla sentir más relajada y la tomé cordialmente del brazo. Y dejando la recepción la llevé a la sala de tratamientos, seguida por la muchacha rubia. Dicha sala contaba con cuatro cómodos sillones de cuero reclinables y a cada lado de ellos había una silla para el acompañante. Esta sala contaba con un amplio televisor y tenía una división de madera que separaba la sala propiamente dicha de la zona donde yo preparaba los sueros con la medicación y todo lo que iba a precisar en cada tratamiento. También allí escribía mi cuaderno de registro y novedades.

Una vez sentada en el sillón encendí el televisor y dejé que escogiera el programa que quisiera ver, pues estaría largo rato allí.

Ella tenía un cáncer de mamas bastante agresivo. Había sido operada por el doctor Aguiar Pringles, quien había tenido que practicar una mastectomía doble; pero su seguimiento estaba a cargo del doctor Ballistrelli. Tenía al menos dos o tres horas en el procedimiento.

Me ubiqué en la silla del acompañante y proseguí a colocar el elástico en su brazo para hacer “aparecer” las venas. En una bandejita metálica llevaba un sachet de suero con una solución salina conectado a una vía, una jeringa cargada con Ondansetrón, que es un medicamento antinauseoso, una aguja tipo abbocath, una cinta adhesiva y algodón embebido en alcohol.

Una vez que hallé una buena vena con la punta de mis dedos, pasé el algodón con alcohol e introduje la aguja. Esta tiene un pequeño depósito en su parte posterior que cuando está bien ubicada en la vena, se llena de sangre. Por gracia este fue el caso y procedí a retirar la parte metálica de la aguja dejando el tubo plástico que la rodea introducido en la profundidad de la vena y encinté todo prolijamente para que quedara bien en su lugar. Le explico a Estela y a su hija que ahora colocaré la medicación antinauseosa y después de que pasen 2 sachets de suero, colocaré un tercero con la medicación oncológica que ellos mismos han provisto. Y así continué remarcando como sería el tratamiento y los efectos secundarios de las drogas dentro de unas pocas horas y cómo tendrían que accionar cuando estos aparecieran.

Creo haberme portado humana y profesionalmente lo mejor posible cuando concluí mi monólogo frente a esas dos mujeres, que mientras yo hablaba no se habían soltado las manos. Les pregunté si tenían alguna duda y la pregunta de Estela me desarmó por completo dejando por tierra todo mi estúpido discurso.

-¿Se me va a caer mi cabello?

Sentí como que un agujero negro me succionaba. Sabía que era probable que me preguntaran eso pero era la primera vez que me tocaba responderlo. Y sabiendo lo importante que puede ser el cabello para una mujer.

-Cada organismo es distinto pero en estos casos es muy probable, ya que este tipo de drogas ataca a todas las células de crecimiento rápido, como lo son las células del cáncer, lo cual es muy bueno, pero lo malo es que no distingue entre una célula cancerosa y otra célula de crecimiento rápido, como lo es el cabello.-

Y ahí sin querer pude entender que a pesar de lo duro del momento yo estaba en donde debía estar y donde quería.

Y su respuesta fue lo que más amé de ella.

-Bueno, creo que ya es hora de un cambio de imagen. Por lo menos con una peluca ya no tendré que preocuparme por teñir mi cabello-afirmó riendo sinceramente.-Además podría hacerla combinar con mis nuevos pechos-

Su hija abrió sus ojos sorprendida y no pudo evitar soltar una carcajada que nos contagió a Estela y a mí. Inmediatamente todo el ambiente se relajó y pude seguir tranquilamente



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En el texto hay: esperanza, medicina, historiascortas

Editado: 10.04.2020

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