Recuerdo cómo te molestaste conmigo por no tener ordenado el cuarto; había ropa por todos lados, comida y la escoba tirada. Intenté bajar tu enojo con un beso, pero solo te quitaste. Recogí un poco de ropa mientras terminabas de maquillarte y, en cuanto estuviste lista, salimos. Es tan amargo bajar por las escaleras cuando estamos enojados, cada uno en su mundo, sin mirar al otro. Cuando subimos al auto, todavía dije otro chiste tonto intentando sacarte una sonrisa, pero tú solo mirabas por la ventana. Estaba distraído, claro, pero no es excusa. No podía verte ni hablar contigo así que mi atención se dispersaba, miraba los otros autos, la calle misma, las personas en la banqueta y los perros. No vi lo que nos golpeó, fue por atrás, de eso estoy seguro. Quizá tú también estabas distraída porque no recuerdo escucharte gritar o advertirme. Tan metidos en nuestro enojo. Lo que más lamento es que la última imagen que vi tuya fue tu cara molesta en el espejo lateral del auto mientras me ignorabas.