Historias Dementes

Invisible

La fecha del 19 de marzo de 1993 jamás la voy a olvidar; fue el día en que me volví invisible. Nací el 13 de octubre de 1976. Mi padre era dueño de una empresa dedicada a construir casas, famosa por la solidez de sus construcciones, lo que la convirtió en la constructora favorita del gobierno. Esto nos garantizó una vida sin dificultades y con más lujos de los que una familia de aquel entonces podía permitirse. Además de mi padre, tenía a mi madre, quien dedicaba todas las horas de su día al cuidado de la casa, de sus hijos y, cuando estaba en casa, a la atención de su marido. Había salido de una familia humilde, por lo que la vida que ahora llevaba le parecía extraña y parecía vivir con la necesidad de ganarse todo aquello de lo que ahora podía disfrutar.

Fui el mayor de apenas 3 hermanos. Mi hermana, la pequeña Lucy, de 6 años, era la más joven y apenas había comenzado a curiosear por la enorme casa y los grandes jardines con los que contaba. En cuanto a mi hermano, Leonardo, era quien daba más vida a la casa. A sus 12 años, tenía la energía necesaria para volver locos a los criados y a mi madre. Todo el día podía vérselo trepando árboles, persiguiendo al pobre gato que teníamos o buscando formas de gastarle una broma a nuestra nana.

La vida en la casa se me pasaba de forma monótona. Por las mañanas, tomaba clases privadas con el señor Armando, un hombre alto y bien vestido, con un enorme bigote que parecía que en cualquier momento saltaría de su cara y se iría corriendo. Con él, aprendí astronomía, matemáticas, español y la gran historia de nuestro pueblo. Era maestro privado de mis hermanos también y un buen amigo de la familia.

Por las tardes, dedicaba mi tiempo a realizar las tareas que me encargaba el señor Armando, y el tiempo que me quedaba lo pasaba jugando con mis hermanos o dibujando. Tenía un pequeño estudio que utilizaba para ese fin, había sido un armario, pero al descubrir mis padres mi gusto por dibujar o pintar adaptaron el lugar con una gran mesa de trabajo y muchos materiales que iban desde pinceles hasta grandes lienzos.

Desafortunadamente, todo eso quedó en el olvido. La mañana del 19 de marzo inició como cualquier otra. Desperté a las 9 de la mañana, me bañé y me cambié, preparé las tareas que iba a mostrarle al señor Armando y salí de mi cuarto rumbo a la sala. Tristemente, al bajar las escaleras tropecé. Mi cabeza rebotó en cada escalón y sentí un gran dolor en el cuello. Después de eso, todo fue negro.

No sé cuánto tiempo estuve ahí tirado, pero cuando me levanté, ya era oscuro. No podía creer que en todo el día nadie hubiera pasado por ahí y me levantara. Sin prestarle más importancia, fui al estudio, esperando encontrar al señor Armando, creo, pero la verdad es que solo quería caminar. No encontré a nadie, ni en el estudio ni en ningún lugar de la casa. Me fui a mi cuarto e intenté dormir, pero no lo conseguí, así que solo caminé por la casa, y así se me fue la noche entera.

Al día siguiente vi llegar a mi familia, corrí a verlos, pero fui ignorado completamente. Mis hermanos lloraban desconsolados y yo traté de acercarme para hablar con ellos, pero era como si no me vieran; me había vuelto invisible. Traté de tocarlos, pero no podía, grité, pero no me escuchaban; supongo que eran efectos de la invisibilidad.

Mucha gente vino los siguientes días, todos abrazaban a mis hermanos y les decían que todo estaría bien, y yo simplemente me quedaba ahí, de pie, acompañándolos. Pasaron los días y tuve que resignarme a ser invisible. Mis hermanos fueron creciendo, y yo trataba de pasar mucho tiempo con ellos, aun cuando no pudieran verme ni oírme. Así pasaron días, luego semanas, meses y varios años.

Uno tras otro, mis hermanos se fueron de casa, mis padres también terminaron mudándose, mientras a mí la invisibilidad me mantenía de alguna forma amarrado a mi casa. Todos terminaron yéndose; llegó una nueva familia, sin hijos pero con muchos perros. Me agradaba mucho esa familia porque con los perros sí que podía jugar. En ocasiones me ladraban mucho, lo que hacía que la señora de la casa se asustara mucho y terminaron vendiendo la casa y yéndose de ahí. Llegó otra familia y luego otra. Así pasaron muchas personas por mi casa, pero yo jamás olvidaría a mis hermanos.



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En el texto hay: historias cortas, amor, terror

Editado: 17.05.2024

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