Recuerdo mis vacaciones del verano del '85. Mi pareja y yo decidimos ir a Japón pues parte de su familia es japonesa y tenía curiosidad de saber como era su cultura. Fue un viaje largo y cansado, pero me sentía emocionada porque era algo que habíamos planeado desde hace tiempo. Mi novio planeó llevarme para mi cumpleaños, pero entre el trabajo y las salidas familiares, tuvimos que retrasarlo hasta septiembre (Justo después de su cumpleaños).
Al llegar, fuimos recibidos por calles extremadamente grandes con edificios que parecían llegar a las estrellas, iluminando la ciudad con anuncios de neón y luces por doquier. Ese día llovió, por lo que el asfalto reflejaba las luces de su alrededor, dejando ver un espectáculo impresionante.
Caminamos un rato por la ciudad, él me mostró algunos puestos de comida y de ropa, no quise comprar nada aún, quería dedicar un día entero a comer tanta comida japonesa como pudiera. Así empezaron nuestras vacaciones, tranquilas, románticas y con olor a comida por doquier. Al llegar al hotel, él durmió en el instante en el que tocó la cama; yo, por otro lado, me quedé hasta tarde viendo televisión y tratando de entender de que trataban todos esos programas de concursos.
Por la madrugada, no podía dejar de observarlo, no paraba de pensar en todo lo que no conozco de él y todo lo que puede estar sintiendo de regreso a una parte de sus raíces ¿Cuándo me presentaría a su familia paterna? ¿Por qué no suele hablar de esas cosas? A veces sentía que me ocultaba de su mundo, quizá quería protegerme. Había escuchado que su padre era una persona estricta y rígida a la hora de criarlo, tal vez su familia tenga una mentalidad parecida.
Antes de darme cuenta, me quedé dormida y me despertó el olor a arroz a la mañana siguiente. Él tenía el día preparado para nosotros. Fuimos a comer a su restaurante favorito de la infancia, luego compramos algunos productos de belleza, camisas y sudaderas con estampados animados y mensajes que sigo sin poder comprender. Me fascinó ver esa faceta suya, parecía un niño en juguetería, emocionado por cada cosa que íbamos comprando.
Los días siguientes fueron parecidos, me llevó a conocer algunos edificios famosos de Tokio, también pude conocer a su familia. Fueron bastante agradables aunque me sentí un poco fuera de lugar cuando hablaban en japonés. Dudo que hayan dicho algo malo de nosotros, si ese hubiera sido el caso, él nos habría sacado del lugar de inmediato.
El último día es el que más recuerdo con nostalgia. Paseamos por la ciudad y me obligó a saludar a las personas que nos encontrábamos. Estoy segura que me hizo insultar al menos a una de ellas. Él llevaba días insistiendo con salir de Tokio, tomar un tren e ir a Kamakura. Eran 2 horas de viaje, no quería perderme ni un instante de la ciudad por estar en un aburrido tren. Nuevamente, cual niño pequeño, me amenazó con un berrinche. Tuve que aceptar.
En el momento en el que le dije que sí, tomó mi mano y corrimos hasta una tienda de ropa para comprar prendas más veraniegas. Insistió en que me comprara un bikini, pero me da vergüenza usarlo en público, al final terminé comprándome uno más discreto y él simplemente compró una bermuda y un par de sandalias. Resulta que al pequeño niño al cual llamo pareja, le ilusionaba ir a la playa. No comprendí por qué parecía necesitarlo tanto. En fin, tomamos el tren y él hizo hasta lo imposible para no hacer el viaje aburrido. Llegamos y, aunque tuvimos que caminar un poco, llegamos a la playa, era una vista hermosa. Las olas del mar inundaban mis oídos y el sol iluminaba cálidamente el cabello negro de él. Contrastaba con sus ojos oscuros y su piel pálida. Aunque hacía más frío del que esperábamos por lo que no pudimos estrenar nuestros trajes de baño. Lo noté nervioso en todo momento, se trababa al hablar y no soltaba mi mano ni por un segundo. Por un momento pensé que me diría algo terrible.
Aún recuerdo el momento, fue el 12 de septiembre de 1985 aproximadamente a las 6:02 cuando el sol estaba en uno de sus puntos más bajos, siendo cortado a la mitad por el horizonte del mar y creando una mezcla de naranja y violeta en el cielo. Él soltó mi mano, yo me giré para verlo y ahí estaba, apoyado sobre su rodilla con un anillo en su mano apuntando hacia mí. Aún recuerdo sus palabras: "Eres el pilar que sostiene mi existencia, el sol que ilumina mis días y la canción que me arrulla por las noches, el sentimiento más fuerte que he sentido y la razón más grande que tengo para vivir. Quiero que sea así por la eternidad. Quiero que me ames para siempre ¿Te casarías conmigo?". Lo odio tanto por poner mis ojos llenos de lágrimas y hacerme evitar ver el paisaje y su rostro lleno de ilusión. Hace casi 38 años que acepté su propuesta y no he pasado ni un solo día sin saber que fue la mejor decisión que pude haber tomado en mi vida.
愛してる, 粗基地
#6748 en Otros
#2009 en Relatos cortos
terror suspense apocalipsis paranormal, psicológico., amor drama humor
Editado: 06.12.2023