Es en estos días de otoño que me encanta salir a la calle, simplemente a caminar sin rumbo y apreciar mi entorno. Los niños juegan entre las hojas, el café sabe mejor, los atardeceres son preciosos y las mañanas conmovedoras. Me emociona ver las hojas naranjas en los árboles, las ardillas buscar comida para el invierno, simplemente la vida se siente mejor en esta época. Puedo usar mi suéter favorito, mi gorro que lleva guardado todo el año, ir a algún parque a dibujar, escuchar música sin preocupación. Ahora, por ejemplo, voy justamente a eso. Rumbo a una cafetería en el centro de la ciudad para dibujar mientras observo a las personas a través de la ventana. Ese es todo mi plan, es todo lo que quiero y voy a hacer... O eso fue lo que pensé antes de escuchar tu voz impregnada en el viento ¿Por qué? No, sinceramente ¿Por qué?
¿Por qué siento que sigues aquí? ¿Por qué no te puedo sacar de mi mente? Tomo un largo suspiro, como siempre y sigo con mi camino, avanzando sin preocuparme de más. De todas formas, ya estoy más cerca de la cafetería, no queda mucho, ya voy hacia allá, estoy tan cerca que puedo sentir la amargura en mi paladar, ese suave dulzor tocando mi lengua y el calor inundando mi garganta. Ya empiezo a sentir mis dedos apretando la madera, el grafito manchando el papel, mi propia piel esparciendo esta mancha... Otra vez estás ahí, otra vez siento que me hablas cuando menos lo necesito, otra vez escucho las ramas crujir al unísono con tus palabras ¿Cuándo me dejarás en paz? ¿Por qué no me dejas disfrutar mi soledad?
Lo odio, en serio detesto que aparezcas cuando todo parece ir bien, cuando mi vida comienza a tomar un rumbo fijo, cuando la vida intenta sonreírme una vez más. Aborrezco saber que estarás ahí cuando pida mi café, cuando mire a la gente disfrutar de su tiempo, cuando empiece a dibujar, cuando quiera dejar de pensar en ti. Me enoja estar al tanto de mi dependencia hacia ti y no poder hacer nada al respecto; una simple marioneta que intenta con desesperación arrancar los hilos que la controlan. La gente empieza a notar que hablo conmigo de nuevo, me ven de forma rara, de seguro piensan que comencé a perder la cordura. No, eres tú de nuevo.
A nadie le importa, nadie te está viendo, estás bien. Siempre me digo esas palabras por tu culpa... Ugh, ya estoy en la cafetería. Puedo respirar, el peso dentro de mi pecho parece desaparecer y mi mente se siente más silenciosa, podría decir que ya no estás aquí. Puedo concentrarme en lo que me gusta, en lo que quise hacer en primer lugar. Tomo asiento junto a la ventana, café en mano, tomo mi mochila para exhibir mi cuaderno. Siempre me he distraído muy rápido, miro una y otra vez mis dibujos antiguos, todos parecen haber sido hechos con un nivel mayor al que tengo ahora ¿Estabas conmigo en ese tiempo? No... ¿Verdad? Quizá sí, tal vez sí estuviste ahí ¿Por qué te dedicas a arruinar mis buenos recuerdos? ¿Por qué nublas mi memoria con estos sentimientos?
Escucho una rama chocar contra el vidrio, me exalto por un momento y te escucho nuevamente, haciéndome sentir culpable ¿Por qué es mi culpa? ¿Qué hice ahora? ¿Por qué estoy recordando todo esto? Aprieto el cuaderno con fuerza y mi respiración se agita levemente ¡Es tu culpa! Déjame en paz y lárgate de mi mente ¡Ve a molestar a alguien más! ¡Si te vas a quedar al menos apórtame algo! Es demasiado frustrante, ya ni siquiera quiero dibujar. Ahora solo miro con envidia a las personas a través de la ventana. No parecen tener a alguien como tú en sus mentes, espero que no sea así. No importa lo que haga, parece que siempre te escucharé, siempre estarás ahí, me inundarás de recuerdos y me acecharás dentro del viento.
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Editado: 06.12.2023