Son ya 25 años desde que ocurrió. Todo comenzó en Japón, lo que parecía una tormenta tropical común y corriente se convirtió en el mayor fenómeno meteorológico que se ha registrado en la historia. La lluvia consumió hogares, ahogó la esperanza de miles de personas y acabó con la energía de las ciudades más grandes en tan solo unas horas. La oscuridad de la noche era iluminada por el rugido de los rayos que caían del cielo, con tal ira que el impacto te ensordecía en un momento. El mundo se unió para ayudar al decadente país, fue entonces cuando el fenómeno se extendió, la tormenta comenzó a expandirse hasta que, en tan solo unos días, consumió el 90% de Asia y el 70% de Europa. Para este punto, solo se podía pensar en lo peor para la humanidad.
Justo como lo predijeron en su tiempo, la tormenta consumió el mundo entero en menos de un mes, dejando a todos vulnerables y a la deriva. La lluvia intensa no se detuvo ni un solo segundo, la ira del cielo se hacía presente cada vez más, hasta que un día, un rostro inmenso rodeó a la Tierra, dejando ver sus enormes ojos iluminando el cielo por medio de las nubes. Fue entonces que la lluvia se detuvo.
Ahora, todas esas ciudades con millones de personas, miles de tiendas y anuncios por doquier no son más que escombros bajo el agua. Países enteros desaparecieron gracias a la tormenta. Los sobrevivientes que presenciaron tal rostro siguen desconcertados pues no saben si esa criatura fue su salvador o el responsable de todo desde el principio.
La sociedad tuvo que adaptarse a una vida basada en comida marina, rezar para que las estructuras que sobresalen del agua aguanten lo suficiente para al menos 25 años más. Los gobiernos ya no existen, las leyes son simples reglas que siguen pequeños asentamientos alrededor de la tierra. Los autos son historias que los padres les cuentan a sus hijos, la electricidad es un riesgo, pero la esperanza nunca se fue.
Algunos ancianos dicen que aquella criatura que iluminó el cielo esa noche no es más que el guardián de los mares reclamando lo que le pertenece. Aseguran que ahora vive ahí, bajo el agua junto a los supervivientes. Su nado provoca las olas que chocan contra lo poco que pudo escapar del agua.
La vida nunca será igual, las personas ya no son las mismas. El destino jugó una mala broma a la humanidad y no dejó más que ruinas, lamento y, a la vez, un profundo deseo de prosperidad. Aunque las cosas cambien, las personas que siguen aquí pelean día a día contra su situación, buscan comida sin cesar, cantan a la luz del fuego, vuelven a transportarse por medio del agua y se ayudan mutuamente.
Quizá lo que sucedió fue un castigo o, simplemente, una nueva oportunidad para que intentemos ser mejores.
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Editado: 06.12.2023