La trinchera estaba desolada, sobre los tablones había cadáveres mutilados, cubiertos de sabanas con sangre y suciedad.
El viento esparcía más el frío en toda la montaña, el cielo estaba repleto de nubes negras, negras como el recuerdo de un primer amor no correspondido.
Alexander era un joven alemán, solo en aquel lugar de muerte. Vestía su uniforme militar color gris-azul, botas largas y congeladas de la suela, con su casco de acero frío, mitones de cuero roto, su pistola en cinturón...
No podía dejar de recordar el rostro de una chica, su primer y único amor llamada Ivette d' Agout, una jovencita de cabello negro como la noche, cuerpo fino como el de una copa, tez clara como la nueve, de mejillas y nariz coloridas carmesí; la había conocido en el frente del Vosges.
El joven soldado caminaba por el sendero, observando el paisaje lúgubre de los Dolomitas italianos desde el Col Alto. Con melancolía, abrió la puerta de la cabaña improvisada, fea y mal hecha. Dentro tenía una mesa con papeles, fotos y balas de pistola; de una pequeña ventana entraban ligeros rayos de luz que impactaban en el polvo del aire, el olor de madera húmeda daba sensaciones difíciles de describir. También había un gran espejo recargado en la pared de madera, con lindos detalles en sus marcos, Alexander se acercó lentamente a éste para contemplarse, su mirada era cansada y ojerosa, y tenía cicatrices en su simpático y demacrado rostro.
Cerró los ojos, y la imagen de Ivette no lo dejaba tranquilo. Un impulso lo obligó abrirlos, y aquella joven de sus recuerdos se apareció en el espejo; portaba hermoso vestido de color gris, manos y pies manchados de tierra, su rostro estaba sin expresión más que la seriedad.
Alexander no resistió el miedo y disparó su arma contra el espejo, haciendo que éste se rompiera en cientos de pedazos. De los trozos de cristal empezó a emanar sangre fétida, sin más por hacer, él tomó una silla y se sentó, cogió una botella de aguardiente de la mesa, y se la bebió hasta quedarse dormido. La noche llegó, no hay ecos de guerra, sólo cadáveres en las trincheras y cráteres dejados por los cañones.
En la montaña sólo se encuentra un joven alemán, y frente suyo un espejo, con una chica atrapada en él...