Casi una semana después de las bodas, las cosas parecían haber retornado a su curso natural. Los recién casados aún no habían regresado de sus respectivos viajes de bodas, mientras que los demás habían retomado sus actividades habituales con las posibles excepciones de Jason, Louis e Iván, que habían sumado a las suyas la vigilancia de Raziel, así que se turnaban para ir a Azkaban varias veces al día para asegurarse de que todo estuviese en orden y aparentemente así era. No se habían sucedido más hechos de naturaleza sospechosa y Raziel continuaba en el mismo estado.
A Iván siempre le había gustado mucho escuchar a Jason, pues sus explicaciones eran siempre claras y fácilmente digeribles, lo que explicaba que sus alumnos disfrutasen tanto de sus clases, pero en esta ocasión, aunque entendió perfectamente lo que le había dicho, estaba lejos de estar disfrutándolo por las implicaciones de todo aquello.
Cassander había ido con Altair a ver un departamento, pues, aunque Sirius les había legado extensas propiedades a todos fuesen sus nietos o no, aquel individuo se había empeñado tercamente en adquirir un departamento, pero en zona muggle para horror de su primo.
Y ciertamente los había, porque cuando discutieron acerca del antojo, Cassander decidió adquirir uno también y como aquel sujeto parecía menos exigente que su primo, lo había comprado en Drai, una pequeña ciudad completamente mágica en las cercanías de Carlingford, Irlanda.
Comenzaron el recorrido y la joven agente comenzaba a perder la paciencia, pues de los tres departamentos que ya habían visto, ninguno había contado con la aprobación de Altair por muy diversos motivos que iban desde los de ubicación hasta los estructurales.
A Cassander le provocó patearlo, pues prestando algo más de atención. él también detectó el asunto, el problema era que no había manera de que una persona normal lo hiciese y en su opinión pudo darle cualquier otra excusa a la chica y no quedar como un perfecto loco. Salieron de allí dispuestos a ver otro, aunque ya Cassander se estaba arrepintiendo de haberlo acompañado, pues conociendo a Altair debió imaginar que aquel trámite sería tan exasperante como el de comprar ropa, porque si bien él mismo se esmeraba mucho con su apariencia, Altair era obsesivamente exagerado hasta en el más mínimo de los detalles, y tan importante era el color de lo que vistiese como el pañuelo que llevase en el bolsillo de sus trajes, de manera que era iluso imaginar que con una vivienda sería diferente y hasta peor.
Aunque ya la agente había decidido que por la forma de conducirse y a pesar de su juventud, aquel individuo no carecía de medios, una cosa era que estuviese en una buena posición económica y otra muy distinta que pudiese darse el lujo de pagar casi cuatro millones de libras por un departamento. Sin embargo, él insistió en ir a verlo y para sorpresa y enorme alegría de la mujer, ya que aquello le reportaría una descomunal comisión, una hora más tarde estaban firmando el contrato.
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Editado: 24.11.2024