Histriónicos

Capítulo 14

—¿Qué quiere decir? — insistió Hari apoyando sus manitas sobre las mejillas como su estuviera sorprendido.

—No es conveniente decirlo — respondió Oriol.

—¿Por qué no?

—Porque solo tú puedes conocer esa información, nadie más.

El conejo robot captó la indirecta de la araña, enfocó su atención en Oliver y el robot víbora quienes estaban muy atentos a lo que se decía dentro del túnel. Así que decidió que, por el momento, no insistiría en el tema.

No obstante, a la interfaz de Adam llegó la imagen de una niña de cinco o seis años, de cabello violeta, ojos grandes y tristes; pequeña y demasiado delgada. Esa niña le suplicaba por su vida.

—¿Cómo que están vinculados? No comprendo que significa— cuestionó Adam, aunque ya sospechaba la respuesta.

—Significa que, si Emma quiere destruir algo, yo le ayudaré — respondió Hari.

—¿Incluso si en el proceso otra persona pierde la vida? — Adam aprovechó la discusión del tema para poner en evidencia al conejo robot. Su objetivo era que Oliver dejará de confiar en él y advirtiera sus verdaderos colores.

Hari asintió:

—Si me pide que le quite la vida a un ser humano, lo haré sin dudar.

Oliver tragó saliva. A pesar de que el conejo robot parecía amigable y muy atento; con la nueva información le dio mucho miedo permanecer junto él.

—Para eso fui creado, mi estimado. Si llegara a suceder que es víctima de una afrenta, seé la condena y el caos de quien se atreva — continuó Hari dirigiéndose al niño.

—Pero… ¿Por qué le pasaría algo a ella? — preguntó Oliver con voz afónica, todavía sin entender los alcances de la información revelada.

—No lo sé, mi información es limitada gracias al reseteo constante del que soy objeto en el mundo virtual. Solo hasta que encuentre a Emma sabré todos los detalles — concluyó Hari.

—Ya veo que la vinculación se debe al chip implantado en el cerebro de la niña. Ambos comparten una conexión — reveló el robot víbora, sin ser consciente de que todos lo escuchaban. De nuevo parecía distraído.

—¿Cómo sabes lo del chip? — cuestionó Hari caminando hacia Adam. Y cuando lo tuvo de frente apretó sus puños, aunque no de manera hostil. Quizás estaba bromeando. A estas alturas, el conejo comenzaba a pensar que Adam no era tan simple como aparentaba. No obstante, el robot víbora fue muy escueto con su respuesta por lo que necesitaba obligarlo a confesar.

Oriol se acercó a los robots por si las cosas se descontrolaban, pero también para comprobar el núcleo del robot víbora. A diferencia de Hari, el aro de luz de Adam no dejaba de parpadear.

—Solo lo sé — puntualizó Adam.

—Parece que tu creador tiene información sobre mi origen, ¿Cómo se llama el ingeniero? — quiso saber Hari.

—No es de tu incumbencia.

—También me interesa conocer quién está detrás de ti, histriónico — le dijo Oriol al robot víbora. Los tres robots se miraron fijamente bajo la sospecha de quien comenzaría el ataque. De manera sorpresiva, Oliver se puso en medio, frente a Adam. Pese a su nerviosismo, decidió defender al histriónico de su padre.

—Ya…dejen de pelear — suplicó el niño tembloroso con sus lagrimales llenos de agua.

El conejo robot concedió la petición del chico para no empeorar su ya de por sí alterado ánimo. En ese momento recordó los detalles de la explosión en Noria de Ángeles. Emma había enfurecido, desatando la destrucción del pueblo donde se encontraban. Acto seguido, el portal se abrió y los arrastró al mundo virtual por segunda ocasión. Cientos de personas murieron calcinadas al instante y otras lograron escapar.

La araña miró a Hari cuidadosamente antes de hablar, era como si estuviera evaluando su comportamiento. Además, tenía curiosidad por la vida de Emma, así que se atrevió a interrogarlo:

—Los robots no tienen la función que implica desconocer la supervivencia humana. ¿Acaso tu programación es distinta a la de nosotros?

—No sé cómo sea la tuya, pero en la mía tengo muy claro lo que debo hacer en casos extremos — respondió Hari.

—Y si tu humana te lo exige sin que exista señal de peligro, ¿actuarás en consecuencia?

—Mi trabajo es ayudar a Emma a tomar la mejor decisión.

—Pero acabas de revelar que estás dispuesto a matar, si ella te lo pide, y ahora cambias tus palabras o ¿es que le brindaras asesorías sobre como exterminar a los humanos? — ironizó la araña.

Adam tomó al niño del brazo y le hizo la seña para que lo acompañara. Oliver se negó.

—Es suficiente. Podemos continuar sin su ayuda — declaró el robot víbora.

La revelación de lo que el robot, de apariencia inocente y amigable, estaba dispuesto a realizar, cayó como balde de agua fría en la cabeza de Oliver. Una vez más el dicho de confiar en la primera impresión se convertía en un cuchillo de doble filo.

La desilusión era evidente en la carita del pequeño pues lo había idealizado como un amigo en medio de su vida solitaria. También desconfiaba del robot víbora, así que comenzó a contemplar la idea de seguir su camino sin ellos.




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