No podía dormir.
Mi cuerpo se movía de un lado al otro en la estrecha cama de madera.
La rompí.
Comencé a ser más brusco conmigo mismo y la desesperación no parecía abandonarme, sin embargo no podía llorar, apenas gritaba, solo avanzaba a gemidos... Mis manos inútiles removían cada vez más todo, al principio saqué una y después mi extremidad superior completa. Las sábanas estaban sucias y mugrientas, ¿o eso es lo que denominan suelo? Me indican minuciosamente, no me atreví a seguir criticando, yo también era asqueroso: mi deshilachada ropa ya no pegaba con mi deshuesada figura. Pura fealdad esquelética que reposó rendida hasta hace algún tiempo. Observé mi entorno y no comprendía nada.
No sabía si estaba vivo o seguía muerto.